Como las latas en mal estado, Zapatero ha caducado.  Dicen que aspira las últimas bocanadas del poder. Que su tiempo ha pasado y que ya no rasca bola. Mal asunto cuando propios y extraños te amortizan sin tapujos en público, rescindiéndote el contrato y poniéndote en la historia a marchas forzadas.

El caso es que la jubilación anticipada se la ha ganado a pulso, eso hay que reconocerlo. Malgastar una espléndida herencia e hipotecar a la nación para una larga temporada es mérito bastante para casi todo menos para homenajes. O cambiamos el rumbo a la carrera o nos caemos con todo el equipo. Es cuestión de emergencia nacional. Pocas bromas con el panorama que deja. Habrá ajuste hasta dentro de mucho tiempo.

La agonía puede alargarse unos meses, incluso se puede dar la circunstancia de un sacrificio personal a cambio de variar el cartel. O sea, que no repita Zapatero, inmolado por los suyos, para tratar de ganar con otro candidato. Las quinielas están abiertas, se publican nombres, se especulan aspirantes, se queman posibilidades, pero el aquelarre es el mismo, el maquillaje sólo disimula el deterioro socialista.

A Felipe González lo terminaron recordando como un estadista en comparación con Zapatero. Incluso hay quien piensa que tuvo destellos de buen gobierno y sentido de estado. Me temo que a su discípulo lo recordaremos siempre como un mal negocio, una pesadilla.