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Carta de ajuste

. Como en la popular ranchera “estas que te vas y te vas y te vas y te vas y te vas y te vas y no te has ido”

Despedida y cierre. Zapatero dice adiós. Se va, pero se queda todavía un ratito. Aguantará en la poltrona hasta que el PNV diga otra cosa y no cuente con su apoyo. Para el resto de los grupos estamos ya en tiempo de descuento. El debate sobre el estado de la Nación ha evidenciado la soledad del Gobierno y el punto y final a una trayectoria política que comenzó en la opulencia y acaba en la más absoluta penuria.
 
Zapatero ha quemado en la tribuna del Congreso de los Diputados las últimas excusas, los últimos fuegos artificiales para tratar de convencer a los españoles de dos cosas imposibles: que es consciente de la crisis y que está haciendo todo lo posible y más eficaz para combatirla. Estos mensajes no cuelan a estas alturas de ninguna forma. Son únicamente un brindis al sol,  palabras a humo de pajas.
 
El broche de Zapatero resulta un tanto agónico y afligido. Como en la popular ranchera de José Alfredo Jiménez  “estas que te vas y te vas y te vas y te vas y te vas y te vas y no te has ido”. Cada día que pasa sin convocar elecciones es un día perdido, un derroche. Retrasar la recuperación sólo sirve para agrandar sus peores efectos. La gente quiere opinar en las urnas, desea firmemente que haya un giro copernicano en la situación, anhela ver la luz al final del túnel, ambiciona volver a tener confianza en el futuro.
 
De momento y en ausencia de programación: carta de ajuste. Es lo que hay.

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