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Remodelación del Gobierno sin la menor trascendencia

Sólo queda llamar a las urnas y acortar la agonía que, en términos de erosión económica, está sepultando la salida.

Lo que cabe esperar del gobierno socialista a estas alturas de la película lo ha puesto de relieve con toda claridad la remodelación ministerial provocada por la salida de Rubalcaba. Ninguna novedad, ningún revulsivo, ninguna esperanza, ningún aliento; nada que indique que las cosas van a cambiar un ápice. Más de lo mismo, es decir, más crisis y menos eficacia gubernamental para combatirla.
El agotamiento político de Zapatero llega incluso al extremo de no generar la más mínima expectación con los cambios en el Ejecutivo. Una circunstancia insólita en un sistema democrático que hay que atribuir a la inmensa desconfianza social y al profundo recelo popular que se proyectan sobre cualquier cosa que haga o intente este Gobierno. El margen, casi nulo, que pudiera existir tras el 22-M para que renazca una convicción positiva sobre el curso de la crisis, se ha extinguido completamente. Sólo queda llamar a las urnas y acortar la agonía que, en términos de erosión económica, está sepultando la salida. La pérdida de un tiempo precioso es fatal.
Da lo mismo, Blanco como portavoz que Camacho en Interior; Salgado aupada a la primera vicepresidencia o Chaves a la segunda. Ninguno de esos cambios tiene alguna trascendencia práctica o útil para crear el clima de certidumbre y de futuro de los que hoy carecemos. Son puros movimientos tácticos, defensivos, partidistas.

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