Política

La transición de Putin

Es una oportunidad para que el actual presidente respete el significado de lo que ha vivido el pueblo ruso. Para que estimule el largo proceso que significa la formación de una mentalidad democrática.

Editorial
La sucesión de Putin parece estar ofreciendo más dificultades que las que realmente debería. Dejar el poder no es una situación fácil pero imprescindible para los regímenes que desean llamarse abiertos, o democráticos. Y es que la alternancia, el saber perder y también ganar, forman parte de la esencia de un sistema que requiere concertación y el surgimiento de nuevas generaciones.

Aún conociendo las complicaciones del régimen soviético, el traspaso debería estar a la altura de las circunstancias. Aquellas que rodearon la historia rusa de los últimos años. La profunda y larga transformación que vivió y aún vive esa sociedad con resabios del más lamentable aturdimiento ideológico y político. De la más aplastante opresión impulsada por un estado preocupado en acumular poder y no en desarrollar la iniciativa de los hombres.

La difícil apuesta al cambio

Es esto lo que no debería olvidar Putin y quienes lo rodean. El estar a la altura de las circunstancias. El no defraudar una historia que por trabajosa no deja de ser sorprendente y valiente. La sociedad rusa apostó por un cambio y ese cambio tiene un tránsito arduo. Pero también exige la máxima disposición de sus dirigentes y de las cúpulas que ocupan el poder. Exige que las posturas más renovadoras se impongan a las todavía confusas ideologías del control.

Ahora Putin despidió a tres de sus ministros más impopulares. Y los focos nacionalistas del gobierno lo impulsan a retornar al Kremlin en el 2012, en un intento por sostener sus vínculos con el estado. Justo aquello que hay que remover y sustituir por prácticas más libres y transparentes. Por eso decimos que es una oportunidad para que el actual presidente respete el significado de lo que vive, y ha vivido el pueblo ruso. Para que lo respete y valore. Para que estimule, más que obstaculice, el largo proceso que significa la formación de una mentalidad genuinamente democrática.

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