El gobierno español está cometiendo tres errores: negar la crisis, ridiculizar la inflación y dilapidar el superávit.

Editorial
El mensaje del Gobierno español no está calando en la sociedad si tenemos en cuenta que la primera preocupación de los españoles es la relacionada con la destrucción del empleo. Negar la crisis sólo consigue minar la moral de sus propios votantes. Sucede lo mismo en el resto de Europa, donde se diluye el centro izquierda y la mayoría de los trabajadores confian en opciones de centro derecha para capear una crisis que es muy evidente ya.

Ridiculizar la inflación, como ha hecho el ministro español de economía, Solbes, en repetidas ocasiones, provoca la perplejidad de los ciudadanos más desfavorecidos, caladero habitual de los votos de la izquierda. La subida de los precios es el impuesto de los pobres: no hay progresividad y la bolsa de la compra tienen que llenarla todos por igual, independientemente de que unos beban vino y otros cerveza. Si el peligro de desabastecimiento de los países productores de alimentos sigue agravándose, la inflación española podría llegar al 5 por ciento en 2008.

No es que un superavit estimado para España en el 2 por ciento del Producto Interior Bruto vaya a resolver ninguna crisis, ni las graves ni la dulces, pero si se presume y utiliza la bandera del superávit público para demostrar que la gestión es excelente, entonces, cuando éste se reduce, como ya sucede en España, se evidenciará, al menos, lo contrario.

La capacidad de comunicación y persuasión que tienen los gobiernos de izquierda, en general, no es ya un valor en alza en Europa y tampoco en España. El gobierno español está cometiendo tres errores: negar la crisis, ridiculizar la inflación y dilapidar el superávit.