“En su memoria, la famosa “Table Mountain” de Cape Town se iluminó por una semana de púrpura…”

A los 90 años, retirado ya de la lucha activa contra el vergonzoso azote del “apartheid”, en Sudáfrica, murió, en paz, el mundialmente respetado arzobispo anglicano de Cape Town, Desmond Tutu. Sus valientes esfuerzos trascenderán su vida y serán reconocidos para siempre.

Apasionado, incansable y muy efectivo, Desmond Tutu ha entrado ya en la historia. El “apartheid”, gracias a Dios, también. Terminó, efectivamente, en 1994.

Sus sermones desde el púlpito de la catedral de Cape Town conmovían a todos. Y galvanizaron a quienes estaban empeñados en transformar a Sudáfrica en un país con justicia y sin odios. En 1984 recibió merecidamente el Premio Nobel de la Paz.

Su amigo, Nelson Mandela, lo designó presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del país de ambos, desde donde se investigaron los terribles abusos inhumanos de quienes conducían el “apartheid”.

En su memoria, la famosa “Table Mountain” de Cape Town se iluminó por una semana de púrpura, el color de las sotanas y vestimentas que, al final de su vida, caracterizaran al notable arzobispo anglicano. Cuando Nelson Mandela fuera liberado, tras nada menos que interminables 27 años de cárcel, pasó la que fuera su primera noche en libertad en la residencia del arzobispo.

Su frase probablemente más famosa fue: “Sin perdón, no hay futuro”. Los argentinos debiéramos escuchar a Desmond Tutu y actuar de conformidad con su advertencia. Es hora ya.

Desmond Tutu fue -siempre desde la integridad- la voz de los oprimidos. Un verdadero pastor. No sólo de los de piel negra. También de quienes, por el motivo que fuere, padecían de pronto, injustamente, discriminaciones arbitrarias.

Vaya para DesmondTtu un dolorido adiós, con toda la admiración que ciertamente merece.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.