Nike había presentado su línea de zapatillas de baloncesto “Air” en 1996 con un estilizado logotipo similar a una llama con la palabra Air en los laterales y la suela de la zapatilla. Cuando los sabios de CAIR hicieron saber ridículamente que este logotipo podía “ser interpretado” como la ortografía en árabe de Alá, Nike manifestó inicialmente su inocencia. Pero hacia junio de 1997, había aceptado múltiples medidas para congraciarse con el consejo.
Daniel Pipes
Cinco años después del 11 de Septiembre queda claro cómo el terrorismo ha obstaculizado el avance de la causa del Islam radical.
Los horrores del 11 de Septiembre alarmaron a los americanos y colisionaron con los esfuerzos discretos pero letales de los islamistas lícitos por destruir por completo al país desde el interior. Ya no pueden replicar sus éxitos pre-11 de Septiembre. Esto se encuadra en un patrón irónico en el que el terrorismo normalmente (pero no siempre) obstruye el avance del Islam radical. Como ilustración de este cambio, considere el ejemplo de los dorados días del Islam radical de finales de los años 90 – cómo humilló con facilidad a Nike, Inc., el gigante de la confección deportiva, una prominente organización islamista, el Council on American-Islamic Relations.
Nike había presentado su línea de zapatillas de baloncesto “Air” en 1996 con un estilizado logotipo similar a una llama con la palabra Air en los laterales y la suela de la zapatilla. Cuando los sabios de CAIR hicieron saber ridículamente que este logotipo podía “ser interpretado” como la ortografía en árabe de Alá, Nike manifestó inicialmente su inocencia. Pero hacia junio de 1997, había aceptado múltiples medidas para congraciarse con el consejo. Se:
• “disculpaba con la comunidad islámica por cualquier ofensa inintencionada a sus sensibilidades”;
• “implementaba una retirada global” de determinados modelos;
• “retiraba los cargamentos de productos comerciales en cuestión de mercados ´sensibles´”;
• “detenía la fabricación de todos los modelos con el logotipo ofensor”;
• “implementaba cambios corporativos en su departamento de diseño para endurecer el escrutinio del diseño de logotipos”;
• prometía trabajar con CAIR “con el fin de catalogar recursos musulmanes de diseño para futura referencia”;
• tomaba “medidas para mejorar su entendimiento interno de temas islámicos”;
• donaba 50.000 dólares para el recreo de una escuela islámica; y
• retiraba alrededor de 38.000 unidades y retocaba sustancialmente el logotipo.
Abandonando toda pretensión de dignidad, la compañía informaba de que “CAIR está satisfecha de que no se hiciera con intención ninguna ofensa deliberada a la comunidad islámica” a causa del logotipo.
El director ejecutivo de CAIR, Nihad Awad, respondía con arrogancia que, de no haberse alcanzado un acuerdo, su organización habría pedido un boicot global de los productos Nike. El portavoz de CAIR, Ibrahim Hooper, se vanagloriaba del acuerdo: “Lo vemos como una victoria. Demuestra que la comunidad musulmana está creciendo y se hacen más fuertes en Estados Unidos. Demuestra que nuestras voces están siendo escuchadas”.
Reforzado por este éxito, Awad viajaba un año después al cuartel general de la Asamblea Mundial de Juventudes Musulmanas (una organización wahabí) en Riyadh, Arabia Saudí, para anunciar que Nike no había estado a la altura de su compromiso. Despellejó a la firma por no retirar toda la producción de más de 800.000 pares de deportivas y por cubrir apenas el logotipo de Air con un fino parche y pintura roja, en lugar de eliminarlo por completo. “El parche puede desgastarse fácilmente con el uso regular de la zapatilla”, se quejaba. Incrementando la presión, Awed proclamaba una campaña “contra los productos Nike en todo el mundo”.
Nike capitulaba de nuevo, anunciando un acuerdo en noviembre de 1998 sobre “el método utilizado para eliminar el diseño y el aspecto estable de las zapatillas en las tiendas de todo el mundo”. Entregaba discretamente más financiación para las instalaciones deportivas de cinco escuelas islámicas, el patrocinio de actos de la comunidad musulmana, y donaba productos Nike a colectivos islámicos de caridad. La circular de prensa también sugería una contribución económica a CAIR.
Hoy, todo esto es historia antigua. CAIR aún sabe intimidar a corporaciones importantes, como hizo en el 2005 con el Banco Imperial Canadiense de Comercio, pero ya no puede extorsionarles y tampoco puede subirse al carro de un fraude como Air = Alá. El público es más escéptico en cierto sentido (aunque no siempre lo bastante).
Éxitos como la capitulación de Nike inspiró un triunfalismo islamista pre-11 de Septiembre. Un apologista, Richard H. Curtiss, captaba su sentido en septiembre 1999, al llamar “la batalla de Burger King” a la decisión por parte de Burger King de cerrar una franquicia en Ma´aleh Adumim, una ciudad judía del West Bank, y comparar esto hiperbólicamente “con la batalla de Badr en el 624 D.C., que fue la primera victoria de la comunidad islámica enormemente sobrepasada en número”.
Retratar un éxito trivial de presión con una victoria bélica pírrica da una idea de la confianza islamista pre-11 de Septiembre. No menos sugestivamente, Curtiss predecía erróneamente que “en los próximos cinco o diez años” los musulmanes americanos continuarían ganando tales batallas. En lugar de ello, los terroristas se hicieron con la iniciativa, relegando a los islamistas lícitos sobre todo a librar escaramuzas defensivas. Así obstaculiza seriamente la agenda islamista en América, paradójicamente, la violencia en masa.
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