Ya estamos encaminados hacia las elecciones de octubre. Se van cerrando las listas, y se empieza a saber quién va con quién y quienes competirán por los puestos clave de la política.
Para los desmemoriados, es bueno recordar que durante el Gobierno de la hoy candidata a vicepresidente por el Frente de Todos, marchábamos, francamente, hacia controles totalitarios en la economía, con escasez de productos, mercados negros, descenso del nivel de vida y corrupción institucionalizada. La política kirchnerista alentó la emigración de capitales, impidió la reconstitución de las reservas monetarias y dilapidó el esfuerzo hecho durante la presidencia del Dr Menem con estatizaciones que regresaron la abultada burocracia estatal y el intervencionismo dirigista en el mercado interno, entre otros males.
Ahora enfrentamos otro problema, de orden político, si el sistema kirchnerista vuelve o no al poder.
Los argentinos votarán por la restauración de un sistema con vocación autoritaria o, por un gobierno que no los ha dejado satisfechos en materia económica pero, sí, en cuanto a la defensa del sistema republicano y democrático.
Para ser justos la economía no ha mejorado con el actual Gobierno. En vez de hacer las reformas estructurales buscando consenso en otros sectores, se manejó casi siempre solo, manteniendo un Estado demasiado presente en lo económico. La producción y la demanda se hallan aún paralizadas en muchos sectores porque cuesta atraer inversiones al país, por lo tanto, se crean pocas fuentes de trabajo.
El problema del actual gobierno, la falta de credibilidad de sectores que lo apoyaron en la elección anterior, se debe a que no se tuvo el coraje de explicar la catastrófica situación en que nos dejó Cristina Kirchner y tampoco para hacer un real cambio de sistema, como lo intentó el ex presidente Menem. No se tuvo éxito en lo económico por continuar con un intervencionismo híbrido que ha perdurado hasta la actualidad con deplorables resultados.
El presidente Macri creo que ha visto su error. Se ha abierto a sectores democráticos para aumentar su base electoral aceptando en la vicepresidencia a un peronista, el Dr. Miguel Ángel Pichetto, quien no desea la vuelta de la ex presidente y que, como lo ha demostrado en anteriores gobiernos, es fiel y trabaja, concienzudamente, para quien le ofrece participación en el poder. Puede así, que aumente el caudal electoral y el apoyo en el Congreso si es reelecto.
Quienes sufren la aspiración totalitaria del kirchnerismo y temen a las reiteradas expresiones antirrepublicanas de la ex presidente y de algunos de sus cercanos apóstoles, desean que, ante una polarización como la que se anuncia, llegue a la presidencia el partido más democrático pero, sin que aspire a un cheque en blanco.
Es por eso que desearían que antes de las elecciones el presidente Macri dijera cuál será su plan de gobierno, o mejor aún, su orientación económica. No aceptarán demagogia y electoralismo porque saben, por experiencia, que los males que sufrimos no se resolverán por estar todos juntos, y confiar en una persona, sino que para salir del callejón se necesita terminar con los errores que persisten todavía y que no se eliminan solo con correcciones al modelo sino con cambio de sistema, dejando de lado políticas caducas con las que coinciden aún, sectores radicales, peronistas, macristas y socialistas.
Rechazan que se vuelva a reactivar la economía con emisión de moneda y política monetaria electoralista, también políticas de desarrollo desde el Estado. Ya pocos dudan, luego de tanto fracaso, que una sociedad libre, democrática y republicana. como la que desea el actual presidente, debe ir acompañada de una economía capitalista.
Creen que no es el Gobierno el que debe confiar a expertos la economía sino que debe orientarla para que sean las personas las que la mejoren. Quieren una política que estabilice la moneda y los precios, que eleve las reservas monetarias, disminuya el déficit del presupuesto y devuelva a la empresa privada su responsabilidad y libertad de acción, que puedan reequiparse y que se reduzcan las huelgas y piquetes por aumento considerable de la ocupación y combate a la inflación. Aspiran a que disminuya el tamaño del Estado y su intervención en la economía, baje el gasto público drásticamente y los impuestos distorsivos, como prioridades del próximo gobierno.
Para lograr apoyo de la gente es tarea ineludible combatir la inflación, ese injusto impuesto al asalariado y a los sectores más pobres con rentas fijas, quienes ven que los bienes cuestan más sin que sus salarios se modifiquen en el mismo sentido. Aunque perjudica a todos, no es lo mismo sacarle a quien no llega a fin de mes, que a quien le sobran los ingresos.
No cierran los ojos a lo que el actual gobierno heredó, una inflación en marcha y un presupuesto desequilibrado, pero tampoco a que asumieron sin haberse preparado, que no le dieron de entrada importancia al déficit y a la inflación, manteniendo a la gente adormecida frente a la crisis que se avecinaba. Puede aducirse que no se podía actuar drásticamente con el presupuesto que tenían, pero es indudable que no se actuó con responsabilidad pensando en lo que podía venir.
No dejan de reconocer, sin embargo, lo que se adelantó en estos cuatro años: apertura y buenas relaciones con el mundo desarrollado, mejora de la Justicia, política de infraestructura y energética, además de la defensa de las libertades individuales.
Esperan el regreso de capitales nacionales y extranjeros, éstos vienen si hay confianza en la estabilidad política y en la disciplina monetaria, económica, y financiera, que el país se imponga. El gobierno debiera crear las condiciones para que se hagan presentes y ayuden a mejorarla actividad privada, la producción agropecuaria, las industrias de exportación que compitan con precios internacionales, así se emplearía materia prima y un alto porcentaje de mano de obra nacional y los préstamos de organismos internacionales o de bancos extranjeros, servir para ayudar a realizar las reformas estructurales, sobretodo la impositiva y laboral, que se reclaman con urgencia, en vez de utilizarse para subsidios y dádivas.
En cuanto a la normatividad, las normas establecen la dinámica del orden social, por lo cual, cómo sea el marco normativo será ese orden; quienes voten por la continuidad del Gobierno, en su mayor número, lo harán porque se respete la Constitución y se deroguen las normas que no concuerden con sus principios.
En la sociedad de alta complejidad en que vivimos, hay más tensiones psicológicas, las personas son más libres, más responsables, la calidad de nuestro amor es mejor, elegimos, hay más individualismo, más yo, más persona. Ello que caracteriza a las sociedades abiertas es estupendo pero se paga con excesos: las drogas traen secuelas, se alteran los genes, son como otras, experiencias de la especie humana. En el campo de la política, todos, aun los más democráticos desean perpetuarse en el poder, por diferentes motivos. Al exceso de poder lo combate lo que se juega en estas elecciones, la institucionalidad, mejor justicia, mejor prensa, políticas que no lo permitan como el pluralismo, privatizar (menos poder al Estado), sindicatos con menos fuerza que los partidos, para que no le roben sus funciones, y más control de los que gobiernan.
Por último, buena parte de los argentinos, anhelan una sociedad que abandone, de una vez por todas, la división arbitraria entre kirchneristas y anti-kirchneristas, creada por el gobierno anterior, y la idea de revancha y venganza, sustituyéndola por la unión de los ciudadanos de bien, con valores republicanos, en un esfuerzo común, indispensable, para que el país progrese.
Si en éstas elecciones muchos votarán pensando en república o autoritarismo, esperan, en un futuro no lejano, aventado ese fantasma, poder elegir entre opciones electorales, con planes de gobierno alternativos, que dejen atrás la vieja política de delincuentes y aprovechados, unidos por encontrados intereses e ideales, reunidos solo por circunstancias de excepción.
En las elecciones, según sea el resultado, veremos qué piensa, siente y quiere la gente. Está, en la aventura de vivir, que las personas, los grupos y las sociedades sobrevivan, mejoren, entren en estancamiento y crisis, o desaparezcan, debido a su capacidad para practicar constante selección de valores. Esperemos que los argentinos no se equivoquen y podamos ir hacia un futuro mejor.
Elena Valero Narváez
Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia.
Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas
Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas)
Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed Lumiere, 2006)