Considerando que las políticas y los asuntos domésticos no marchan como el presidente Joe Biden desea, el primer mandatario necesita un golpe de efecto, una gran victoria en política exterior, algo de alto impacto que marque la diferencia y le brinde el espaldarazo necesario y final para obtener el triunfo en las próximas elecciones presidenciales de 2024.
En política exterior, luego del fracaso de 3 años en los diálogos con Irán en referencia a reflotar el famoso acuerdo nuclear, sumando al poco profesional y desordenado retiro de Washington de Afganistán, la administración Biden tuvo como única reacción culpar las condiciones generadas por su antecesor, el presidente Donald Trump en ambos casos. Según un resumen de revisión posterior que salió a la luz como todas las acciones de cada administración entrante, luego de los primeros 100 días de gobierno, todo se resumió en un documento de 14 páginas que no admite ningún error en el enfoque dado por la administración demócrata al suceder a Donald Trump. Sin embargo, el informe reconoce ciertos aprendizajes aplicados desde entonces sobre la modalidad y velocidad de evacuación de ciudadanos y aliados en zonas de guerra. También expone inteligencia recabada por la administración Biden que proporcionó proyecciones altamente positivas de la situación de seguridad señalando que fue el presidente quien acató lo recomendado por sus comandantes militares al ejecutar la retirada afgana en el modo y la forma en que se ejecutó.
En favor de Biden hay que decir que su liderazgo a lo largo de la guerra ha sido histórico y transitó por momentos muy importantes, en especial por la forma en que mantuvo la unidad de la alianza transatlántica y por los niveles de ayuda militar nunca vistos desde la Segunda Guerra Mundial. No obstante, a medida que los esfuerzos de las tropas ucranianas redoblan su accionar operacional en el campo de batalla para liberar su territorio -todavía- ocupado por las tropas de Putin, los desacuerdos y las dudas de la administración Biden se tornan más evidentes y exponen peligrosas debilidades para Ucrania.
Un detalle no menor es que en las últimas semanas el presidente Biden pareciera estar apartándose de sus lineamientos con los aliados de Washington, eso se ha hecho evidente cuando se trata de brindarle a Ucrania un camino más corto y menos burocrático para obtener su membresía en la OTAN. Un recorrido de no muchos años en la política exterior estadounidense muestra innecesarias contradicciones de la administración. Recuérdese la Cumbre de Bucarest de 2008, cuando el presidente George W. Bush comprometió su palabra de abrir la puerta de la Alianza Atlántica a Ucrania y Georgia, lo que se frustró debido a no pocas objeciones de aliados como Francia. Hoy, París se une al Reino Unido a los estados bálticos y a Polonia para pedir la inmediata membresía de Ucrania en la OTAN. Se supone que ante ese escenario cambiante, Biden dispone de la mejor oportunidad que haya tenido un presidente estadounidense en el pasado, pero el no ha presionado por ello, a pesar de que esa sea mejor la manera de detener los planes expansionistas de Rusia y restaurar la paz en Europa.
Al parecer y más allá de las muestras de apoyo y buena voluntad, la cumbre de la OTAN celebrada los días 11 y 12 pasados en Vilna, Lituania; terminó como una repetición de Bucarest en 2008 debido a la intransigencia de Joe Biden, el presidente desperdició una nueva oportunidad histórica de paz en Europa. Ello, sumado a la tergiversación del presidente sobre el debate en una reciente entrevista a la prensa estadounidense ignoró que Ucrania no está pidiendo una membresía automática en la cumbre sino un camino “hacia la membresía”. Biden también es responsable de la política ambivalente de la administración y de la lentitud en la asistencia militar a Ucrania y los ucranianos están pagando el precio con sus vidas. Una y otra vez, la Casa Blanca ha medido cada aporte de su ayuda contra los temores de una “escalada” con Rusia diciendo que ello podría hacer que el Kremlin reaccione de manera nuclear. Pero cada vez que expertos y aliados han presionado a la administración para que finalmente envíe estos sistemas de armas que la Casa Blanca anteriormente consideró provocativos, ya sea cohetes de lanzamiento múltiple, sistemas de defensa aérea Patriot o tanques modernos, las amenazas de Moscú resultaron en nada.
El ejemplo más reciente de esta auto-disuasión son los aviones de combate F-16 y el mejor sistema de misiles tácticos conocidos como ATACMS guiados por GPS y de 300 kilómetros de alcance. Ambos podrían haber favorecido el curso de los hechos en la contraofensiva actual en Ucrania, pero hasta ahora no llegaron a manos de los militares ucranianos por demoras de la Casa Blanca. En esa dirección, fue el comandante en jefe de Ucrania, Valery Zaluzhny, quien manifestó su frustración ante la lentitud de la contraofensiva de su país y declaró que Ucrania tiene que combatir de forma en que los militares de la Alianza Atlántica nunca lo harían, ya que se sabe que la doctrina de la OTAN exige la total superioridad aérea sobre el enemigo antes que las fuerzas terrestres propias puedan desplazarse y avanzar sobre el terreno. Al mismo tiempo, Zaluzhny se preguntó en rueda de prensa ¿Cuántos meses más tendrán que esperar los ucranianos antes que Biden cambie de idea una vez más y entregue los misiles ATACMS y los F-16?
En concreto, durante la Cumbre de Vilna, el presidente Biden ha ratificado su apoyo a Ucrania mientras sea necesario, pero la lentitud en el accionar de su administración en la entrega de armas a Kiev sugiere que en realidad Biden podría estar diciendo: “Ayudaremos a Ucrania en todo lo que sea necesario, pero no demasiado”.
La realidad es que el presidente Biden ha tenido actos en los que demostró disponer de la capacidad militar, económica y tecnológica para liderar y llevar al mundo libre a la victoria frente al neo-imperialismo de Putin. Sin embargo, Biden necesita poner sus ideas y pensamientos en orden, separar lo relativo a la campaña presidencial del año próximo y tomar la decisión y el camino militar correcto junto a sus aliados para terminar con una guerra que: como está planteada (la verdad sea dicha) “nadie puede ganar” y sólo está profundizando la innecesaria agonía del pueblo ucraniano.