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Ucrania muestra que no hay respeto a los débiles en el mundo actual

Esta forma brutal de dirigir la guerra por parte de Putin es criticada por Occidente…Sin embargo, el líder ruso no ha perdido el sueño ni repara en lo que diga Bruselas o Washington…

Según el supuesto señalado por Nietzsche de que todo fenómeno ético-moral expresa voluntad de poder, lo cual resulta relevante al poder político, aunque esto se trate de una interpretación relacionada a una determinada visión del hombre sobre el mundo, es prudente dejar ese punto a la fe y a la religión; por lo que sin focalizar en el aspecto moral y refiriendo a lo ético en relación con el poder, los hechos muestran que las cosas siempre han sido igual con respeto a los estados débiles, la invasión de Rusia a Ucrania lo ratifica.

Cuando en octubre de 1935, sin ultimátum previo ni declaración de guerra, el dictador Benito Mussolini invadió Abisinia con la fantasiosa ambición de resucitar al Imperio Romano, la Sociedad de las Naciones y el mundo se mantuvieron en silencio, miraron hacia otro lugar y aceptaron la masacre como un hecho inevitable. Del mismo modo, cuando el 15 de marzo de 1939, despues de que la Alemania nazi de Adolfo Hitler, invadiera y ocupara las provincias checas de Bohemia y Moravia -y lo que quedaba del derrumbado estado checoslovaco- en flagrante violación al Pacto de Munich firmado en 1938, se pavimentó el camino a que la maquinaria nazi continuara hacia Polonia. Así, los nazis aniquilaron a las fuerzas armadas polacas. Entonces, aunque tarde, el mundo comprendió que había que detener a Hitler después de que masacrara al pueblo polaco e incendiara ese país.

Años después, en octubre de 1956, estudiantes húngaros se enfrentaron con piedras a los tanques soviéticos, los que aplastaron a sangre y fuego su reclamo de libertad. En agosto del 1968, las tropas del Pacto de Varsovia aniquilaron y desangraron la Primavera de Praga. En ambos casos, la ONU, pocas veces enérgica en la defensa de los débiles y heredera de la fallida Sociedad de las Naciones, no otorgó todo su apoyo a quienes luchaban por la libertad. De allí que nada de los acontecimientos militares actuales en la invasión de Rusia a Ucrania pueda sorprender. No hay duda que funcionarios y dirigentes que cierran sus ojos y oídos a los crímenes de los más fuertes citando muchas veces una conveniente doctrina de no intervención en los asuntos internos de otros estados bajo la siempre repudiable excusa que favorece conductas asesinas, deberían ser juzgados junto a los perpetradores por lo que aún se conoce como “mundo libre”.

En tal escenario, sin asignar a la historia el lugar del juez, considerando que ella siempre ha sido malversada y construida por el relato de los vencedores, el ejemplo de resistencia por todos los medios de la ciudadanía ucraniana pretende poner luz en su lucha por la libertad y la necesidad de que los crímenes y las violaciones del derecho de guerra sean definitivamente juzgados y sus perpetradores llevados ante la justicia. Solo así se evitará naturalizar las violaciones a los derechos humanos y políticos de los pueblos.

De todas maneras, considerando el actual estado de cosas -salvo un milagro- las fuerzas del presidente Volodimir Zelensky no podrán imponerse a los invasores rusos sin una ayuda amplia. El alto mando ruso sabe que Zelensky sólo puede demorar por algunas semanas su objetivo de tomar Ucrania y que difícilmente la resistencia ucraniana modificará el curso de la guerra. Los análisis que muchos expertos militares brindan a la prensa de que Putin no puede ganar no son más que una forma de proyectar las culpas históricas -reales o imaginarias- que acompañan la mentalidad Occidental pero que no podrán neutralizar la estrategia militar rusa de hacerse con Ucrania más allá de la valiente resistencia que se observa.

No obstante, el mundo se encuentra ante el escenario más grave de la cosmovisión militar rusa, que no descarta utilizar armas nucleares tácticas si fuera necesario a sus intereses estratégicos. Así, ante un aumento de apoyo logístico de la OTAN a Ucrania con el envío de sistemas de armas más modernas, Rusia podría profundizar sus acciones militares sin respetar líneas rojas éticas, lo cual colocaría la situación bélica en difícilmente controlable si ello sucede. Sin embargo, a dos meses de guerra y bombardeos devastadores sobre ciudades y pueblos ucranianos, Occidente todavía no tiene claro que quiere Putin de Ucrania. Pero tampoco se sabe bien que pretende la administración estadounidense, sus aliados de la Organización del Atlántico Norte (NATO por sus siglas inglés) o los socios de la Unión Europea (UE). Muy pocos parecen tener eso en claro, excepto los propios ucranianos que son los que hoy -y como siempre ocurre en estas situaciones- continúan aportando sus muertos.

En este complejo tablero internacional, es claro que la invasión rusa de Ucrania equivale a un feroz tsunami para los miembros de la UE y la NATO. La guerra que Occidente considera la peor desgracia global y los europeos afirmaban que formaba parte del pasado lejano hoy está de regreso y parece incontrolable dado el proceder de Vladimir Putin. La diferencia es que el líder ruso sí sabe dónde pretende ir y lo ha mostrado al mundo desandando el camino de la destrucción de la pequeña Ucrania. Mientras tanto, Occidente no mostró nada superador a su conocida “tolerancia” diplomática, es decir, a la aplicación de sanciones económicas junto a un puñado de emociones vacías frente a la devastadora operación militar rusa en suelo ucraniano.

El hecho es que cuando unos pocos avisamos que Moscú atacaría a Ucrania, ni Bruselas ni Washington creyeron que Putin se atrevería a hacerlo; tal vez porque quedaba bien mostrar el discurso apaciguador y mayoritario de que no lo iba a hacer o tal vez porque las agencias de inteligencia europeas y estadounidenses fallaron. Pero si la invasión no ocurría, Washington y Bruselas iban a congratularse por su victoria y haber detenido los planes -finalmente ejecutados- de Putin. Aun así, cuando las fuerzas militares de Moscú entraron en suelo ucraniano y la invasión fue un hecho consumado, los centros de poder mundial pensaron que todo sería cuestión de pocas horas para que Kiev se rinda dada la superioridad militar y la capacidad operacional del ejército ruso. Esto fue un grave error de apreciación que dio lugar a una retórica sin sentido creyendo que el conflicto acabaría rápido. No obstante, cuando los ucranianos comenzaron su aguerrida resistencia y las fuerzas de Putin se estancaron en los primeros 20 días de la crisis no pudiendo avanzar arrolladoramente como se pensó que iba a suceder, se pasó a otra etapa del conflicto en la que los interrogantes quedaron sin respuestas. Entonces un sector de la opinión pública comenzó a preguntarse que ocurría con Vladimir Putin y sus fuerzas que no alcanzaban una victoria rápida. Así, al extenderse la resistencia de los ucranianos todas las promesas efectuadas tendrían que cumplirse para ayudar a Ucrania, lo cual dio lugar a un problema para la NATO, Bruselas y Washington, quienes quedaron atrapados en sus palabras.

En consecuencia, hasta el primer repliegue ruso lo que Occidente exhibió de forma “políticamente correcta” fue que se uniría para vencer a Putin; mostrando que la NATO era lo que siempre dijo ser: el órgano militar de defensa continental; y la UE tuvo que dejar de ser una organismo pacifista para convertirse -junto a Washington- en proveedora de armamento a los ucranianos. En concreto la realidad modificó la posición de la comunidad internacional y dio por tierra con el mito de un mundo pacífico que estaba enfocado y trabajando en grandes avances tecnológicos, industria medicinal y negocios multilaterales en beneficio de la sociedad global para mostrarnos de forma brutal que ese mundo no era un lugar de ensueño, que la violencia y la barbarie subyacen en él y que ser débil no es útil a los estados para exigir respeto por su democracia, su libertad y soberanía.

Sin embargo, el estímulo de la propaganda siempre empujada por la ideología continúa calando profundo en la opinión pública, tanto es así que genera el interrogante de si es verdad todo lo que se lee sobre Ucrania o si no lo es y lo que estamos transitando es una realidad paralela creada por esa misma propaganda típica de todas las guerras. Así es que muchos se preguntan cómo es posible que Estados Unidos, la NATO o la UE no hayan logrado convencer a Putin para dejar de lado su plan de invasión a Ucrania. Pero lo concreto es que a pesar de las imágenes de los tanques rusos incendiados y detenidos a las afuera de Kiev en los primeros 15 días de guerra, las tropas de Moscú han retomado su invasión con un avance demoledor, Mariupol considerada un bastion de la resistencia ha caído en las ultimas horas, el distrito de Saltivka en Kharkiv corrió la misma suerte, al igual que Borodyanka en las afueras de Kiev y nada parece detener el objetivo político y militar de Putin, que no es otro que la toma de la capital y la destitución del presidente Zelensky. Para lograrlo, busca quebrar la resistencia y la población ucraniana a través de la destrucción masiva que se observa junto a no pocos crímenes de civiles que los rusos dejan a su paso, los que ya constituyen un plexo probatorio indubitable para la apertura de una investigación por crimenes de guerra y violación a las normas jurídicas.

Esta forma brutal de dirigir la guerra por parte de Putin es criticada por Occidente por no ser civilizada, mientras tanto cada día se descubren más fosas comunes de víctimas civiles. Sin embargo, el líder ruso no ha perdido el sueño ni repara en lo que diga Bruselas o Washington, él sabe que Occidente no va a interponerse a sus objetivos y muestra su disposición a continuar la faena.

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