Política

UE: comienza la era de los equilibrios a 25 bandas

La elección de Borrell y la inmediata de Durao Barroso para la Comisión ejemplifican el difícil y siempre discutido equilibrio de la política europea.

BORRELL PRESIDIRÁ EL PARLAMENTO
La negociación sobre la futura Constitución europea constituyó la puesta de
largo de los nuevos socios en el escenario de la política de la Unión. Sin
embargo, la auténtica política comunitaria, la de la negociación implacable, la
de las alianzas insólitas y la de los equilibrios imposibles vivió ayer uno de
sus momentos de más trascendencia pública con la elección del nuevo presidente
del Parlamento europeo.

El elegido fue el español Josep Borrell, fruto
del acuerdo entre socialistas y populares, que pactaron, como en la anterior
legislatura, repartirse la presidencia: en 2007 el español cederá su puesto al
popular alemán Hans-Gert Poettering.

El propio Mayor Oreja reconoció
ayer que la elección “es el fruto de un acuerdo entre el Partido Popular y el
Partido Socialista para dar estabilidad a las instituciones europeas donde no
hay mayorías”. No obstante, cada vez son más las voces que reclaman que los
representantes de las principales instituciones no sean fruto de acuerdos
previos, sino que puedan también ser elegidos por los ciudadanos o que, al
menos, reflejen su opinión mayoritaria.

Sin embargo, como reconocía ayer
el propio Mayor, la elección de Borrell se completa con la votación que tendrá
lugar mañana jueves para designar a Durao Barroso como presidente de la Comisión
Europea en sustitución del italiano Prodi. El líder popular en el Parlamento
europeo mostró su confianza en que el ejemplo de estabilidad demostrado con el
pacto sobre la presidencia de la Eurocámara “tenga su consecuencia en la
designación de José Manuel Durao Barroso como presidente de la Comisión, es
decir, que presida la Comisión el partido más votado”.

Dos centros de gravedad europeos

En cualquier
caso, la próxima elección de Durao Barroso, miembro del PP europeo, tiene una
carga simbólica que no se les escapa a los socios comunitarios y que le ha
granjeado tanto adhesiones como críticas. El hasta ahora primer ministro
portugués fue el anfitrión en las Azores de Aznar, Blair y Bush, lo que pone de
manifiesto su vocación atlantista y europea como contrapunto al eje
franco-alemán.

A raíz de su mayor peso en el ámbito europeo con su
designación como presidente de la Comisión Europea, Durao ha conseguido que
desde España se considere Lisboa tan centro de referencia europeo como París.


En el caso español, no es ningún secreto que, más allá de las
declaraciones diplomáticas y protocolarias, la elección de Durao no ha gustado
al Gobierno. Pese a ello, sigue contando con el apoyo sin fisuras del PP
europeo, ganador de las elecciones, del laborismo de Blair y de buena parte de
la socialdemocracia europea más moderada. Ante esto, el socialismo de Rodríguez
Zapatero apuesta por profundizar en su relación con París-Berlín y alejarse de
la línea atlantista de Lisboa-Londres.

Borrell:
no hay relación causa-efecto


En cualquier caso, el propio Borrell
trató ayer, tras su elección, de desvincular el pacto que le ha llevado a la
presidencia de la elección de Prodi, señalando que “en absoluto” hay una
relación “causa-efecto” entre el acuerdo técnico entre socialistas y populares
para repartirse la presidencia de la sexta legislatura de la Cámara y la
votación del próximo jueves del candidato a la presidencia de la Comisión, José
Manuel Durao Barroso.

“Ni podemos decir que todos los populares han
votado a este candidato, ni hay unanimidad en el grupo socialista”, dijo en
rueda de prensa tras ser elegido. “No hay relación causa-efecto, pero algunas
delegaciones van a votar a Barroso y otras no”.

En su opinión, el pacto
entre los dos grupos mayoritarios busca dar estabilidad a la institución a
través de una autoridad “neutral”.

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