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Imagen: Mariano Campetella

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Año electoral: se necesita de todos los argentinos,  paciencia y buenos modales

Hay problemas que tienden a agravarse mes a mes, se le han abierto frentes al Gobierno que preocupan. No solo la oposición más dura le ha tirado los perros, sino también quienes lo ayudaron hasta ahora  se han puesto fuertes esperando una actitud de reconocimiento,  en vez de que se los trate como a enemigos.  Se le  suma a la inclemencia del clima político,  las desavenencias  entre la  gente de La Libertad Avanza,  del Pro,  y del peronismo kirchnerista.  La sociedad está aburrida,  aunque apenas comienza,  del berenjenal que siempre trae  la lucha electoral. La pluralidad de ideas es un aspecto positivo  cuando se trata de mejorar, es  condición de la democracia permitir participar activamente a  los partidos. Pero,  los efectos negativos la están sobrepasando,  afectan la unidad necesaria para competir con éxito en las elecciones. Habrá que ver si de la conflictividad de las perspectivas o interpretaciones actuales,   surge el deseo de superación,  al dominio, a la ambición de poder y al egoísmo individual o colectivo.

La situación económica se enreda,  no solo por lo que ocurre mundialmente,  sino  por los que neutralizan los aspectos positivos del esfuerzo que ha hecho el Gobierno hasta ahora. Cada intento  de un cambio de ritmo,  en algún área,  es contrarrestado por críticas desmedidas que no solo opacan la gestión,  sino que intentan  desestabilizarla. Tropieza, el Gobierno,  con la intransigencia de la oposición más dura peronista, radical y sindicalista. Se complica, aún más,  por la incoherencia interna de parte del equipo, el cual,   a menudo  actúa arrebatadamente, sobretodo en el ámbito político,   donde  en variadas situaciones se boicotea a sí mismo. Sería  deseable que tome conciencia de los errores: medidas equivocadas se pueden tomar en cualquier sistema político, incluido el democrático, es un método para tomar decisiones no un programa económico.  Si es necesario,  siempre  es  bienvenida la autocrítica, también la denuncia de personas malintencionadas,  quienes,  solo buscando desprestigiar al gobierno,  inventan aberraciones de todo tipo. La libertad no es ilimitada, por ello existe un marco normativo.

La parte sana de la sociedad espera que una vez cumplido el plan sobre aspectos estratégicos se vaya,  rápidamente,  a una acción mancomunada de todos los que pretenden el objetivo inmediato:  la acción destinada a derrotar al  kirchnerismo sobre todo en la Provincia de Buenos Aires. Se reclama, también,  serenidad y responsabilidad  para solucionar los graves problemas del país, no hay que abandonar el Pacto de Mayo,  donde se estableció el nuevo orden económico argentino,  en pos de la lucha por quiénes ocupan los mejores cargos políticos. Las internas han trascendido los límites aceptables alcanzando notoriedad en los medios de comunicación,  los cuales,  en nombre del rating,  utilizan las controversias,  cada cual a su medida, sembrando confusión.

En cuanto a las relaciones con el Mundo, los liberales pensamos que nuestro alineamiento con Occidente implica tener relaciones con todos los países del Mundo, pero sin dejar dudas que se luchará por expandir,  sin pausa,  una economía de mercado asentada en la propiedad privada, y la institucionalidad basada en el Estado de derecho y la consagración de las garantías individuales.  Es coherente,  por parte del Gobierno,  tener buenas relaciones y preferir  a EEUU  en vez de a gobiernos antidemocráticos como Nicaragua, Venezuela, o Cuba. Se enfurecen los kirchneristas y la izquierda,  en general, porque se está cambiando la política  exterior  con vocación anti-occidental, la cual satisface al nacionalismo y al socialismo, ambos esterilmente enfrentados  al  sistema capitalista.

Desde la Segunda Guerra Mundial,  la política exterior,  acorde con la interior,  estatizante,  de enfrentamiento con los potencias de Occidente,  en particular con EEUU, nos alejó del progreso tecnológico que enriqueció a tantos países, nos empobreció  en nombre de la   “soberanía nacional”.  Sin entender que no existe soberanía sin tecnología,  nos enfrentamos al país que más la tiene en la tierra. Un ejemplo paradigmático: el ex presidente Ricardo Alfonsín,  al que se llama incorrectamente “padre de la democracia”  criticó, a viva voz,  en las Naciones Unidas, con discursos lamentables,  la política exterior de Ronald Reagan, un gran gobernante.  Mostró,  como tantos mandatarios argentinos, total incoherencia: mientras pedía ayuda económica para solucionar  la crisis nacional que nos llevó a la hiperinflación, desafiaba,   como lo hicieron los Kirchner y  gobiernos peronistas, a la nación  responsable de la defensa de los valores que defiende nuestra Constitución.   Además, la que permitió  a tantos países, definiendo en el siglo XX  dos guerras mundiales, vivir  como países independientes. Basta con recordar como Alemania y Japón, vencidas y sin capacidad de reacción alguna, devastadas por la Guerra, se recuperaron,   en pocos años,  bajo el libre mercado y la institucionalidad del Estado de derecho vigilada por EEUU e Inglaterra,  sin ninguna clase de dominio imperialista.  Radicales, peronistas, no incluyo a Carlos Menem, vituperaban a la nación más moderna y menos tradicionalista, la  que primero abandonó el camino del imperialismo.

Si bien el gobierno argentino actual no es,  como algunos desde la poltrona pretenden,  la panacea,  ha iniciado el camino de volver a nuestra tradición liberal,  a  valores trascendentes como  es el de la libertad individual. Tal como dijo,  inmejorablemente,  Juan bautista Alberdi:  “La riqueza y la libertad son dos hechos que se suponen mutuamente. Ni puede nacer ni existir la riqueza, donde falta la libertad, ni la libertad es comprensible sin la posesión de los medios de realizar la voluntad propia”.

Javier Milei se dispone, como lo asegura en casi todos sus discursos, a proteger cualquier tipo de propiedad, principalmente la de la persona,  y a activar los mecanismos para desmoronar  lo antes posible la normativa socialista,  a la cual se le permitió avanzar sobre la sociedad civil y obstaculizar el libre desempeño de la gente.  Está elevando notablemente,  con las medidas de gobierno,   el control  abusivo del Estado,  enfrentando creadora y trabajosamente, lo mejor que puede, los interminables desafíos y problemas que llueven sobre los argentinos. No huye de ellos a través de la indiferencia desaprensiva, como hizo el gobierno que le precedió. La ayuda del FMI y el fin del Cepo,  probablemente,  ayudarán  a perfeccionar los efectos políticos y económicos de sus medidas,   aunque todavía debamos aguantar  algún que otro cimbronazo.

Es de esperar,  que una vez superados los inconvenientes que aparejan las elecciones legislativas, el Presidente  deje de lado sus críticas personales a periodistas y jefes de la oposición que le animan a sus planes de gobierno y critique en vez, con altura,  sus argumentos.  La lucha de ideas es fundamental en una democracia donde existe, contrariamente a un régimen totalitario, la sociedad,  el Estado, y el sistema político. La violencia, aunque sea en las formas, desde el Poder, se contagia a la sociedad y puede volver,  como un boomerang,  el día menos pensado.

Elena Valero NarváezMiembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía  de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).

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