Xi Jingping ha derribado, uno tras otro, todos los obstáculos normativos que impedían su “eternización” en lo más alto del poder de su inmenso país.

El “culto a la personalidad” se ha apoderado inequívocamente de China. Como cabía suponer en un régimen abiertamente autoritario, en el que el presidente Xi Jinping es evidentemente todopoderoso.

Con estilo melodramático, desdeel Comité Central del Partido Comunista de China se ha definido, pomposamente, a Xi Jinpingcomo: “la quintaescencia de la cultura y del alma de China”. Una especie de peculiar “Dios”, con ojos rasgados esta vez.

Hablamos específicamente del llamado socialismo “a la China”, esto es cerrado en lo político y relativamente abierto en lo económico desde el año 1981, cuando el gobierno de Den Xiaoping.Ese es el “sistema” (exitoso, por cierto) que ha estado ininterrumpidamente en vigor desde el año 2012.

Xi Jingping ha derribado, uno tras otro, todos los obstáculos normativos que impedían su “eternización” en lo más alto del poder de su inmenso país.Y concentrado efectivamente todo el poder en sus manos. Como en tiempos de Mao, férreamente.

Por ello, Xi es hoy claramente, el “mandamás” chino.Absolutamente indiscutido. Único. Sin límites, ni frenos, con excepción (teóricamente) del propio Partido Comunista Chino, donde lo cierto es que Xi Jingping es también el líder y no tiene rivales de fuste.

En el 2022 Xi comenzará su tercer mandato, algo nunca visto desde la era del propio Mao. Para Xi no hay, ni aparentemente habrá, límite alguno de edad, que (cabe recordar) hasta ahora al menos había sido el de los 68 años de vida. Por razones de prudencia, ahora descontadas para permitir la “eternización” de Xi en el poder.

(*) Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.