Economía y Sociedad, Europa

El fin del actual modelo laboral

Se acepte o no, una de las consecuencias de la crisis económica será la reformulación del actual modelo de relaciones laborales. Y esto sucederá por encima de las políticas desarrolladas por los gobiernos, las protestas de los agentes sociales o la reticencia al cambio entre las empresas y los trabajadores.

El modelo de relaciones laborales existente hoy en España en particular y en gran parte de Europa en general está obsoleto y sus posibilidades de adaptación a las necesidades actuales son poco más que una quimera. El hecho es que nuestro paradigma ha sido un digno heredero del creado en la Alemania guillermina por Otto von Bismarck. El viejo canciller prusiano ideó un modelo jerárquico, rígido, que evocaba a una organización militar. De hecho, parte de nuestro actual vocabulario laboral tiene un origen castrense, como, por ejemplo, las brigadas de trabajadores o la segmentación por funciones o tareas agrupadas por divisiones, tal y como antaño el general von Moltke fraccionó a sus ejércitos en dirección a París en la guerra de 1870 contra Francia.
Incluso el actual sistema de ascensos y retribuciones, en donde se valora en exceso la antigüedad en el puesto y no tanto criterios como la eficiencia, la eficacia, la productividad o la implicación, es deudor de las teorías del trabajo existentes en el II Reich. En este sentido, no debe olvidarse que los junkers prusianos presionaron para que las fábricas siderúrgicas y metalúrgicas existentes en el país aumentasen su producción de armamento. La economía y las fuerzas productivas alemanas fueron puestas al servicio de la causa militar. Siendo así, ¿por qué no gestionar y organizar sus recursos humanos como si, efectivamente, estuvieran en guerra?
El modelo de Bismarck tuvo sus aciertos y sus debilidades. Constituyó el primer gran intento de organizar la estructura laboral y la fuerza de trabajo de un país. Concedió un gran poder y pingües beneficios a los empresarios pero el llamado Canciller de Hierro supo también granjearse el apoyo entre las clases trabajadoras implantando un sistema de seguridad social que, a pesar de su carácter primitivo y de las críticas que suscitó, provocó la envidia de buena parte del proletariado europeo. En honor a la verdad, debe recalcarse que la mayoría de los sistemas de protección social existentes en el mundo son un híbrido originado a partir de los, respectivamente, creados por el estadista sajón nacido en Schönhausen y por el británico William Beveridge, autor del conocido informe titulado Social Insurance and Allied Services, embrión teórico de lo que luego se denominaría el Estado del Bienestar.
El hecho es que este modelo de relaciones laborales ha encontrado su fin, completamente superado por conceptos definidos por la globalización de los mercados y la implantación, imparable, de las nuevas tecnologías. Por ello, intentar su conservación, al precio que sea, es algo contra natura. Frente a la rigidez en las organizaciones, hoy se precisa flexibilidad. Ante las estructuras jerárquicas, las empresas necesitan horizontalidad y trabajadores autónomos que trabajen por proyectos. Y contra elementos cuantitativos como la cifra de producción o la tasa de fallos, se busca la innovación o la eficiencia, es decir, lo cualitativo.
Se acepte o no, una de las consecuencias de la crisis económica será la reformulación del actual modelo de relaciones laborales. Y esto sucederá por encima de las políticas desarrolladas por los gobiernos, las protestas de los agentes sociales o la reticencia al cambio entre las empresas y los trabajadores.
 
Gorka Labarga es consultor organizacional y TIC. También ejerce como formador. Es autor del libro Ideas para la prensa digital.

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