América, Política

Estados Unidos baila con otra dictadura

¿Qué estaba haciendo recientemente un alto diplomático estadounidense en Haití reuniéndose con un político venezolano que, según reportes, está siendo investigado por el Departamento de Justicia de Estados Unidos por dirigir una gigantesca operación de tráfico de cocaína?

Esa es la pregunta que plantean las fotos que aparecieron la semana pasada en Internet en las que Tom Shannon, consejero del Departamento de Estado, aparece posando en Puerto Príncipe con el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Diosdado Cabello. En las fotos también aparece el presidente de Haití, Michel Martelly, la ministra de Relaciones Exteriores de Venezuela, y un francés chavista con ciudadanía venezolana que actualmente vive en Washington.

La respuesta más creíble es que el gobierno del presidente Barack Obama está una vez más trabajando para salvar un estado policial que está a punto de colapsar bajo su propio peso. El problema es que cada vez que el equipo de Obama se sienta a jugar póquer con mafiosos (estamos hablando de Rusia, Irán y Cuba) sale con los bolsillos vacíos. Los defensores de la democracia en la región tienen motivos para estar nerviosos.

No es de extrañar que Venezuela esté lista para hablar con EE.UU. Los dos países no tienen relaciones diplomáticas a nivel de embajada desde 2010. Ahora, la dictadura está prácticamente en bancarrota. Su dependencia singular de las ventas de petróleo para generar reservas de divisas funcionó en los días en que el barril llegaba a US$100. No obstante, el descenso de los precios y errores crasos de gestión en el monopolio estatal PdVSA han paralizado los ingresos. China e Irán tienen sus propios problemas y no están ayudando al país sudamericano como lo hicieron antes. A pesar de esto, Cuba, que maneja la inteligencia y la seguridad del Estado venezolano, sigue necesitando el crudo venezolano para sobrevivir.

Puede que Cabello también tenga un interés personal para hablar. El 18 de mayo, The Wall Street Journal citó a un funcionario del Departamento de Justicia diciendo que Cabello es un “blanco principal” en lo que el diario describió como una investigación sobre acusaciones de que Venezuela se ha convertido en una “centro global para el tráfico de cocaína y el lavado de dinero”. Cabello ha negado cualquier lazo con el tráfico de drogas.

Entre la investigación del Departamento de Justicia y la situación de la economía venezolana, se podría pensar que EE.UU. lleva las de ganar en cualquier diálogo. Pero el gobierno del presidente Obama no ha demostrado mucha destreza a la hora de negociar con sus adversarios y Cabello tiene fama de ser implacable.

El político de 52 años es a menudo descrito como el número dos en Venezuela, pero puede que sea el que dirige el país. Se dice que tiene mayor influencia sobre las fuerzas militares que el sucesor de Hugo Chávez, el poco carismático dictador Nicolás Maduro. Si Cabello es el principal jefe narco, eso aumentaría su poder.

Un funcionario del Departamento de Estado me dijo la semana pasada que los temas analizados con Cabello en Haití incluyeron el tratamiento que el gobierno de Maduro le da a los prisioneros políticos, la importancia de establecer una fecha este año para elecciones parlamentarias y la provisión de observadores internacionales creíbles.

“Seguimos muy preocupados por el bienestar de los prisioneros políticos. Hemos hecho un llamado público por su liberación y creemos que en el caso de alguien como Leopoldo López [ex alcalde de Chacao, un municipio de Caracas, y miembro importante de la oposición] es un líder político muy valioso como para perderlo”, señaló el funcionario.

Desde abril, Shannon ha viajado dos veces a Caracas para mantener conversaciones bilaterales con Maduro. Tal vez la conversación fue trasladada a Haití este mes para reducir su prominencia. Pero el lunes durante la conferencia de prensa rutina, el vocero del Departamento de Estado, Jeff Rathke, dijo que no estaba al tanto de la reunión cuando le preguntaron sobre el papel de Cabello en Puerto Príncipe.

Eso quiere decir que la participación de Cabello en las conversaciones debería haber sido secreta o se presentó sin haber sido invitado. Claramente, las fotos no favorecen los intereses de EE.UU. Para Cabello, en cambio, brindan un aire de legitimidad que podría contraponerse a su imagen de narcotraficante. La posibilidad ha llevado a algunos observadores a especular que Shannon cayó en una trampa.

Un vocero del Departamento de Estado me dijo en un correo electrónico la semana pasada que la reunión fue “positiva y productiva”. Traducción: no hay nada que ver aquí, siga su camino. En realidad, hay mucho en juego en estas negociaciones. El fin de la dictadura del chavismo sería algo positivo, pero un descenso en un caos de proporciones africanas arrastraría el frágil movimiento pro-democracia.

Unas elecciones limpias podrían producir una transición de regreso a la democracia no muy diferente a la votación con monitores internacionales que sacó del poder en 1990 a Daniel Ortega en Nicaragua. Sin embargo, vale la pena recordar que los sandinistas de Ortega nunca dejaron las armas, ni cedieron el control de los tribunales, lo que hizo imposible una democracia verdadera.

El régimen chavista de Venezuela —con Cuba trabajando tras bambalinas— no está dispuesto a ceder el poder. Quiere la legitimidad internacional que ha perdido debido a las violaciones de los derechos humanos y el tráfico de drogas. Probablemente, Cabello también aspiraría a salir de la lista de sospechosos en la investigación de narcotráfico. Cualquier promesa que haga sobe pluralismo debe estar avalada por algo más que su palabra. Si Obama pretende obtener concesiones al apuntalar el régimen, como lo ha hecho con Cuba, hay motivos para preocuparse.

Este artículo está en The Wall Street Journal LatAm.

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