“…Las lluvias intensas que caen ahora del cielo escamparán, pero los quebrantos de la borrascosa crisis económica van camino de quedarse a vivir mucho tiempo con nosotros…”

Los españoles estamos bajo los efectos de una gota fría de origen meteorológico y de una gota malaya oficial que, entre ambas, desbordan cauces, anegan los alientos y horadan la entereza y el aplomo. Las lluvias intensas que caen ahora del cielo escamparán, pero los quebrantos de la borrascosa crisis económica van camino de quedarse a vivir mucho tiempo con nosotros. Al común de los ciudadanos nos invade la melancolía y el recelo, y aunque hagamos esfuerzos ingentes por tratar de ser optimistas no se puede evitar que una corazonada sombría nos encoja el ánimo (y no hablo de los Juegos Olímpicos).

Suben los impuestos y al que se queja por ello (¡ni esto está permitido!) lo ponen de vuelta y media por “poderoso”, insolidario, egoísta o ruin. Es el colmo, cien veces colmado por Zapatero. Hay que pagar más y encima hay que ponerle buena cara al cobrador del frac.

La resignación del Gobierno es completa, nefasta, gotosa. De tal calibre que en la presentación de los Presupuestos para el 2010 nos anuncia que se perderán 303.500 puestos de trabajo el próximo año, elevando el número total de parados a los 4,36 millones, un 18,9 por ciento de la población activa. Con el crédito acumulado hasta hoy para no decirnos una sola verdad sobre la crisis, es inevitable que un escalofrío nos recorra el cuerpo intuyendo la más que probable multiplicación de esta calamidad colectiva.