Política

La cuestionable Inteligencia acerca de Irán

La distinción entre el uso “militar” y “civil” del uranio enriquecido es artificial, dado que todo programa civil no controlado conlleva el riesgo de que se utilice para fines militares

Salim Mansur
La reciente publicación de un informe National Intelligence Estimate acerca del programa nuclear de Irán ha sido recibida por los críticos de la administración Bush como justificación de su insistencia en que Irán no plantea ninguna amenaza para la paz y la estabilidad de la región del Golfo Pérsico y más allá.

El principal juicio — que Teherán detuvo su programa nuclear en el otoño de 2003 — es rodeado de un amplio abanico de adjetivos que indican las dificultades a la hora de evaluar las intenciones nucleares iraníes, y que el NIE “no asume que Irán pretenda adquirir armas nucleares”.

Al rehusar examinar tal premisa, la comunidad de la Inteligencia no cuenta al mundo el motivo de que Teherán apostase por un programa nuclear hasta el 2003, como ahora temen en sus declaraciones públicas los líderes francés y alemán.

Pero por otra parte, la Inteligencia norteamericana no niega lo que han indicado al mundo los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, que Teherán sigue empeñado en el enriquecimiento de uranio.

La distinción entre el uso “militar” y “civil” del uranio enriquecido es artificial, dado que todo programa civil no controlado conlleva el riesgo de que se utilice para fines militares.

Puesto que el NIE contradice sus exámenes previos acerca del programa nuclear de Irán, plantea más preguntas de las que responde en materia del sector de la Inteligencia y la comprensión de la cultura política iraní.

La Inteligencia es un sector lóbrego. Es comparable a intentar entender la forma de una sombra, o leer las hojas del té en unos posos.

Al contrario que los demás países, la Inteligencia norteamericana tiene un historial de espectaculares fracasos malinterpretando sucesos, o de verse sorprendida por sucesos inesperados.

El fracaso más espectacular quizá de Estados Unidos fue el error de juicio en lo pronto que la antigua Unión Soviética puso fin al monopolio nuclear de América en agosto de 1949 probando su propia bomba atómica.

Recientemente, el Presidente ruso Vladimir Putin imponía de manera póstuma a George Koval — un espía soviético americano de nacimiento — la distinción más elevada del estado ruso por proporcionar con éxito información crítica acerca del Proyecto Manhattan norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial.

La historia de George Koval, de nombre en código Delmar y entrenado por los despiadados mandos del espionaje de Stalin, nos cuenta hasta qué punto estaba en la inopia la Inteligencia norteamericana sobre que el programa bélico norteamericano más secreto — la construcción de la bomba atómica — estaba siendo infiltrados por un agente comunista.

En Irán, la Inteligencia norteamericana ha venido estando desastrosamente equivocada. No tuvo ni idea de la revolución que estallaba cuando el presidente Jimmy Carter elogiaba al difunto Shah en Teherán en la Nochevieja de 1978 por convertir a Irán “en una isla de estabilidad en una de las zonas más problemáticas del mundo”.

Desde entonces, el Irán islámico radical y exportador del terror establecido por el ayatolá Jomeini y sus seguidores en 1979 sigue siendo para la Inteligencia norteamericana un territorio virgen.

Por otra parte, evaluar las intenciones de los legisladores iraníes es una tarea seductora, puesto que las prácticas de los que informan erróneamente a propósito o de los que mienten directamente son bendecidas en virtud de la práctica chiíta del “taqiyyah” (maquillar o esconder la verdad).

El juicio del NIE acerca de que Irán detuvo su programa nuclear en el 2003 se establece sin pruebas ni razón. ¿Pudiera ser que esto sucediera — como es el caso — a causa del cambio de régimen en Bagdad?

Pero el mundo fue testigo en diciembre de 2003 del dictador libio, Muammar Gaddafi, desmantelando abiertamente su programa de armamento nuclear encubierto, y fue inequívoco en que había aprendido una lección preventiva de la caída de Saddam Hussein.

Por tanto, la prudencia aconseja y exige seguir siendo escépticos con la Inteligencia sobre Irán.

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