"Estamos cansados, un bombardeo es lo último que necesitamos, ya hemos visto mucha guerra", dijo Zaina, una joven a la que una anciana interrumpe a gritos: "¡díganle a Obama que si bombardea Siria solo perjudicará a gente que ya ha perdido todo!", cuenta Mariela Rubio desde Jaramane. Lo cierto es que con armas químicas fueron asesinadas 1.429 personas, contra las 100.000 víctimas de armas convencionales que ya lleva la guerra civil siria.
Pero los organismos políticos internacionales han calificado a las nucleares, químicas y bacteriológicas como armas de destrucción masiva regulando su tenencia, proliferación y prohibiendo su uso. Ahora, por caso, la mayor parte de las 800.000 víctimas del genocidio ruandés murieron a golpe de machetes sin que dijeran nada. Es que la guerra es, digámoslo sin eufemismos, parte del negocio de los políticos cuyo poder se basa, precisamente, en el monopolio de la violencia en determinados territorios, lo que no están dispuestos a ceder.
La prohibición de las químicas es la excusa de hoy, para los partidarios de la guerra, que argumentan que trivializar el uso de estas armas no solo nos degradaría moralmente sino que, precisamente, porque habría regímenes dispuestos a usarlas, se abren posibilidades futuras que no deberían alentarse ¡como si los machetes de Ruanda fueran tolerables! Así, la intervención militar estaría justificada para sancionar su uso con el objetivo final de que no vuelvan a emplearse.
Dejemos de lado el hecho de que los documentos desclasificados de la CIA revelan que facilitó gas sarín a Iraq para emplearlo contra los iraníes y que, en 2012, Reino Unido vendió este gas a El Assad. Dejemos de lado, también, el que los enemigos de Assad, que se favorecerían con un ataque de EEUU, son verdaderos terroristas islámicos al estilo Al Qaeda. Por caso, en Maalula, corazón del cristianismo oriental donde todavía se habla arameo, el idioma de Jesús, los rebeldes islámicos profanan los templos y monasterios cristianos y los sacerdotes son blanco de asesinatos, secuestros y otros atentados.
Sin duda es irónico y llamativo que la "derecha", los conservadores británicos, Alemania, etc., no apoyen esta aventura de un Obama premio Nobel de la Paz que, al recibir este galardón, dijo en su discurso que creía firmemente en que, en determinadas circunstancias, el uso de la fuerza estaba justificado demostrando que al fin de cuentas la paz tiene límite -según su criterio- o sea que el premio Nobel es una farsa. Para justificar esto Obama aseveró que "el mal también existe" adhiriendo así al "maniqueísmo", herejía condenada por la Iglesia católica que asegura que el mal no existe de suyo, sino que es ausencia de Bien.
En fin, dejando estos "detalles" de lado, lo cierto es que la guerra es inmoral no por capricho de algún iluminado, sino porque es ineficaz. A ver, el cosmos tiene un orden para el desarrollo de la vida: sale el Sol todos los días a la misma hora y llena de energía a la vida, llueve para regar, etc. La violencia, ya lo sabían los griegos como Aristóteles es, precisamente, aquello que contraría este orden de la naturaleza, en consecuencia, mal puede ser eficaz (para desarrollar la vida). De hecho, todas las guerras que ha encarado EEUU han sido un rotundo fracaso: no han conseguido los objetivos declarados y si demasiada destrucción inútil.
Publicado en El Universal