Pensamiento y Cultura

Las “maras”, un fenómeno delictivo que se extiende a EEUU y Europa

Centroamérica es la cuna de estas bandas extremadamente violentas que se organizan bajo un estricto código de honor. A pesar de los esfuerzos de los gobiernos por acabar con esta lacra, en la que se piensa hay “enrolados” entre 40.000 y 250.000 jóvenes, lo cierto es que los grupos siguen campando a sus anchas y sus acciones se han extendido a otros países, como España, por mor de la inmigración.

La globalización de las temibles pandillas centroamericanas
El pasado mes de diciembre, América Central amaneció consternada por el asesinato de 27 personas a sangre fría en un autobús que fue asaltado en Honduras por integrantes de una mara o banda de jóvenes delincuentes. Lo peor, es que no se trató de un hecho aislado, sino de un episodio más del preocupante fenómeno social que reúne, en un círculo vicioso, juventud y miseria, migración a Estados Unidos, droga y violencia extrema.

El hecho, ocurrido el 23 de diciembre y en el que murieron 19 niños, recorrió el continente como señal de alarma del grave problema de inseguridad que sacude a la región centroamericana que, víctima de guerras civiles y conflictos ideológicos que en los años 80 dejaron un saldo de más de 300.000 muertos, hoy es el blanco de la delincuencia y las pandillas juveniles que siembran el terror.

Cumbre internacional

Precisamente, para intentar analizar y buscar una política eficaz que frene este imparable fenómeno, los presidentes de América Central se reunieron ayer en Tegucigalpa.

La verdad es que hasta ahora todas las medidas sociales y las políticas represivas que han intentado acabar con las maras han resultado un verdadero fracaso. Los gobiernos se han mostrado incapaces de rehabilitar a los jóvenes mediante el estudio y el acceso a un empleo y la mayoría de las veces recurren a una política de represión y cárcel para hacer frente a un problema cuya solución es, para otros, social.

Se estima que entre 40.000 y 250.000 jóvenes centroamericanos se agrupan en las maras, una especie de hermandad donde sus integrantes encuentran el afecto que no hay en sus desintegradas familias, pero donde también hallan el camino de la violencia, las drogas y la delincuencia.

La razón de las maras

En una región donde el 70% de sus 34 millones de habitantes vive en la pobreza y la marginación, las maras han crecido como espuma. Además, sus raíces se han expandido hacia Estados Unidos y Europa. Ya está constatado que algunos de sus integrantes, sobre todo los líderes, son jóvenes que migraron a Estados Unidos, donde se unieron a pandillas, y trajeron sus enseñanzas cuando fueron deportados.

Un estudio sobre violencia de la Organización Panamericana de la Salud advirtió del problema en 1997, pero no fue hasta hace tres años cuando los gobiernos de El Salvador y Honduras incluyeron la problemática en la agenda de seguridad. También un estudio de la Universidad Centroamérica (UCA) de El Salvador considera que estos grupos violentos se iniciaron como pandillas juveniles de las barriadas pobres pero hoy ya son verdaderas organizaciones criminales.

La “super mano dura”

Para intentar poner fin a estas bandas en las que la violencia era su seña de identidad, en el año 2003, Honduras, El Salvador y Guatemala aprobaron leyes denominadas de “súper mano dura” para encarcelar a los miembros de las maras más violentas: la Mara Salvatrucha (MS) o Mara 18 (M-18).

Lo que está claro es que la acción independiente de los gobiernos no es la solución para acabar con estas “mafias”, como comenta Napoleón Nazar, un mandatario de la policía de Honduras, que afirma que “para enfrentar a las maras debemos tener una coordinación regional. Igual que estas agrupaciones delictivas, debemos establecer redes de comunicación e información que nos permitan perseguir sus delitos sin limitaciones de fronteras”.

Por esta razón, los gobernantes pretenden pedir a Estados Unidos que evite deportación masiva de pandilleros, y en el caso de El Salvador buscará un mecanismo que permita que los convictos terminen de cumplir sus penas en el propio país.

Antonio Saca, presidente salvadoreño, ha anunciado varias veces que su intención es dar a este problema un enfoque integral y está comprometido a “extender una mano amiga a los mareros que desean dejar esas agrupaciones”.

Primero guerrilleros, luego mareros

Las maras comenzaron a surgir en la década de los 90, después de los procesos de paz entre las guerrillas izquierdistas y el gobierno de El Salvador, en el año 1992, mientras que a Guatemala llegaron en 1996.

El fenómeno se extendió a Honduras, donde no hubo guerra civil, pero si prevalecían las causas que originaron los conflictos armados en América Central: pobreza, marginación, desempleo y deficientes servicios de educación y salud públicas, además de la consecuente desintegración familiar, alentada por la situación descrita.

Las principales pandillas, la MS y la M-18, están consideradas como las más peligrosas de la región y sus tentáculos se extienden a México y Estados Unidos. Ambas nacieron en California, formadas por hijos de inmigrantes que no pudieron integrarse socialmente o que se sintieron marginados en Estados Unidos.

Fácil entrar, difícil salir

Como cuenta un antiguo “marero” ahora en la cárcel y en proceso de rehabilitación, “la mara se forma cuando la gente no tiene trabajo, no tiene familia, y ahí busca cariño, amigos y solidaridad”.

Lo cierto es que es muy difícil para los integrantes alejarse de este tipo de organización ya que en las maras impera un código de ética similar al de la mafia italiana: sus miembros encuentran en ella protección y el que entra no sale, o solo sale muerto.

¿Maras y Al Qaeda?

El 29 de junio del 2004, el ministro de Seguridad Pública de Honduras, Oscar Álvarez, buscó fortalecer aún más la política de represión contra las pandillas al advertir sobre la supuesta presencia de un terrorista de la red de Al-Qaeda en territorio hondureño, con la supuesta intención de establecer una alianza con las maras.

Álvarez anunció a la prensa que el presunto terrorista saudí Adnan Guishar El Shakri Jumah o Yafar Al Taya habría recalado en Honduras un mes antes de aquella fecha, el 27 de mayo del 2004, por lo que las autoridades fueron puestas en estado de alerta.

También según informes del diario estadounidense The Washington Times, integrantes de Al-Qaeda se han reunido con líderes de la Mara Salvatrucha y la M-18 de El Salvador y Honduras, en busca de ayuda para infiltrarse a Estados Unidos. Ante estas evidencias, en octubre del 2004 el vicepresidente de Guatemala, Eduardo Stein, secundó la versión de Álvarez.

¿En busca de financiamiento policial?

Todos estos datos y el hecho de que las bandas cada vez sean más violentas y que las políticas de reinserción apenas han funcionado han hecho que los gobiernos apuesten, como se ha comentado, por la mano dura. Sin embargo, no todos están de acuerdo en que ésta sea la pauta a seguir.

El comisionado de Derechos Humanos de Honduras, Ramón Custodio, manifestó que la política de represión y el supuesto vínculo de grupos terroristas con las pandillas juveniles es una estrategia porque los gobernantes saben que “con ese discurso venden bien su imagen a la embajada americana”.

Según Custodio, los gobiernos centroamericanos buscan llamar la atención de Washington para obtener financiación para los cuerpos policiales. “Un Estado de derecho no puede basar su respuesta a la criminalidad en la venganza; en contestar la violencia con más violencia. Eso equivaldría a rebajarse al nivel del delito que se pretende combatir”, advirtió Custodio.

¿Las maras en España?

De esta manera, parece que lo único cierto es que el fenómeno, lejos de tener una solución fácil e integral, se está enquistando en los países donde surgió. No obstante no son los únicos que sufren el problema y en España ya se han detectado, por lo menos, dos grupos de estas características, aunque no tan violentos y que sólo actúan contra miembros de bandas rivales.

Los nombre de “Los Ñetas” y los “Latin King” han sido habituales en las páginas de sucesos de los diarios españoles debido a enfrentamientos, peleas a navajazos y alguna muerte. En nuestro país, estas maras están integradas por muchachos muy jóvenes, la mayoría matriculados en Secundaria, y de nacionalidad latinoamericana.

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