Para muchos, las palabras del Papa son interpretadas como parte de su campaña, las de un Papa que llevará a la Iglesia al siglo XXI.
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Lunes, 09 de diciembre 2024
Para muchos, las palabras del Papa son interpretadas como parte de su campaña, las de un Papa que llevará a la Iglesia al siglo XXI.
Como fiel practicante de la fe católica, he seguido con mucho interés los pasos y palabras del papa Francisco I. Sea Ud. creyente católico o no, no hay duda sobre el efecto que en tan poco tiempo ha tenido este pontífice en la institución del papado, la Iglesia Católica y el mundo. Cada homilía, palabra, acción o visita es analizada para calibrar la dirección de la Iglesia.
Para muchos progresistas católicos, las palabras del papa son interpretadas como parte de su campaña, las de un papa que llevará a la Iglesia al siglo XXI. Un ejemplo es la reacción a la comisión sobre la posibilidad de mujeres diáconos. Los progresistas católicos tienen mucha esperanza de que el paso de Francisco como obispo de Roma brindará el cambio que buscan. Estos hermanos en la fe sin embargo basan sus esperanzas en dos premisas: La primera es mover el catolicismo hacia aceptar el progresismo social en la sociedad será de beneficio para la Iglesia porque se mueve a abrazar la nueva visión de la sociedad ya que los problemas del católico occidental son iguales a los de otros católicos en el mundo.
Estas esperanzas se basan mucho en la persona y estilo del papa Francisco, porque éste ha traído un cambio pastoral no doctrinal. Esta evidencia de cambio pastoral no doctrinal se puede comprobar con pasadas expresiones del papa, “¿Quién soy yo para juzgar a un gay’?” o “La Iglesia debe pedir disculpas a la comunidad homosexual”. Pero nada ha cambiado, la Santa Sede no ha presentado un nuevo documento cambiando el catecismo de la Iglesia respecto a la comunidad LGTB Esto causa que los progresistas estén cayendo dentro de la falsa premisa de que la Iglesia va a renunciar a lo que predica y va a abrazar los valores sociales de la izquierda occidental por ser de beneficio para la Iglesia. Asumen que si la Iglesia no cambia, la gente poco a poco se alejará de ella.
La segunda premisa es que los católicos occidentales tienen los mismos problemas que los demás católicos en el mundo. Esta premisa se derrumba sencillamente con la palabra catolicismo, que viene del griego katholikós que significa universal, es decir la Iglesia Católica está en todo el mundo, con diferentes ritos y culturas formando parte de ella. Esta universalidad de la Iglesia apunta a diferentes asuntos afectando directamente a católicos y no sencillamente las campañas progresistas para que la Iglesia suavice su catecismo. Además el cambio que proponen es radical y puede traer ruptura en la Iglesia, ya que los cambios progresistas podrían ser vistos como inaceptables en regiones más conservadoras.
La segunda premisa incorrecta y la más preocupante es que liberalizar el catecismo de la Iglesia atraería a católicos distanciados y a más creyentes a la fe. Esta premisa también es equivocada y carece de pruebas que sostengan esta hipótesis: Los datos estadísticos que existen apuntan a lo contrario, a que liberalizar la Iglesia puede causar el éxodo de más creyentes. El ejemplo más claro de esto es el colapso en la cantidad de creyentes de la Iglesia Anglicana (Episcopal en Estados Unidos) desde que se liberalizaron las catequesis en áreas como el matrimonio homosexual. Los bautizados en estas denominaciones han caído sustancialmente. El caso de la Iglesia Episcopal estadounidense es más notable con la separación de congregaciones y una disminución considerable de bautizados y participantes en sus servicios religiosos. Podemos también hablar de otras denominaciones como los luteranos y presbiterianos que han seguido esa agenda y han sufrido las consecuencias del radical cambio.
Hay quienes argumentan que este experimento no se ha intentado en la Iglesia Católica y que en la parte occidental de la Iglesia, el número de católicos como proporción de la población está disminuyendo. Ambos argumentos son ciertos, sin embargo, los datos de las denominaciones que han seguido el experimento del cambio deberían ser motivo de preocupación para estos progresistas católicos. Es cierto que la parte occidental de la Iglesia ha sufrido pérdida de creyentes, pero en África y Asia la Iglesia Católica sigue creciendo considerablemente.
Los hermanos creyentes progresistas malinterpretan las acciones y declaraciones del papa Francisco. Las premisas progresistas hacen aguas ante la evidencia de los hechos y veremos cómo se va desarrollando su utópica ilusión en años venideros.
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