América, Política

Puerto Rico y la medalla

El fervor olímpico no se convirtió en contundente apoyo a la independencia y parece que no solo revela el falso nacionalismo de muchos portorriqueños.

Cada cuatro años el equipo nacional de Puerto Rico participa en los Juegos Olímpicos, y, como es natural, el país se llena de fervor patriótico. Este año fue más especial que otros debido a la medalla de oro obtenida por Mónica Puig en la competencia de tenis individual que la convirtió en la segunda portorriqueña en ganar una medalla de oro y la primera medallista de oro representando a Puerto Rico. Muchos portorriqueños se llenaron de orgullo, cantaron el himno nacional, lloraron emocionados y la recibieron en loor de multitudes cuando regresó.

Pero yo no me uní a esa euforia colectiva de falso nacionalismo. Al ser un consistente estadista, no puedo cerrar los ojos y negar la realidad de que la anexión de Puerto Rico significaría el fin del Comité Olímpico. En mi caso me preguntaron si lloré, si me sentí orgulloso, si canté el himno nacional, si vi el partido de la final, etc. A todas estas interrogantes mi respuesta fue no. Pero no se confunda, yo sí celebré su éxito y conquista como ser humano individual y su esfuerzo personal por lograr la medalla de oro.

Sin embargo, este sentido resurgimiento de orgullo nacionalista de muchos, que catalogo como falso nacionalismo, hace que nos llenemos de orgullo por nuestro país, pero somos los primeros en darle la espalda. En vez de que esta victoria sea un arma descolonizadora de la isla, se convierte en el parte del problema y no de la solución.  Minutos después de la victoria de Puig, las redes sociales se llenaron de mensajes de orgullo por su victoria y de rechazo a la Estadidad como alternativa descolonizadora. Mientras el colectivo se llenaba de orgullo, el diario Nuevo Día revelaba una encuesta en la que en un hipotético evento electoral se preguntaba al pueblo: “Estadidad: ¿Sí o No? y también “¿Estadidad o Independencia? Gran parte del electorado favorecería la anexión a Estados Unidos. El fervor olímpico no se convirtió en contundente apoyo a la independencia y me parece que no solo revela el falso nacionalismo de muchos portorriqueños, sino que además revela que la independencia no es alternativa viable en nuestros días.

El movimiento nacionalista en Puerto Rico sufre de cuatro problemas fundamentales. Primero, la falta de apoyo electoral ya que ningún partido independentista ha tenido los niveles suficientes de apoyo para ser alternativa de gobierno. Segundo, definir el tipo de independencia: Una con o sin relación con Estados Unidos. Tercero, la falta clara de un plan de independencia. Por ejemplo, cuál sería la moneda del país, qué se haría con los que dependen del Seguro Social, etc. Cuarto, el movimiento en Puerto Rico está dividido, mientras que, por ejemplo, en Escocia el movimiento se unifica mayormente bajo el Partido Nacionalista Escocés.

¿Y el fervor nacionalista que surgió con la victoria de Mónica? ¿Eso nunca llega a traducirse en mayor apoyo al nacionalismo? El periodista Benjamín Gotay en una columna reciente escribía que este fervor existente se debe la cultura e identidad puertorriqueña. Créanme que yo he sido un defensor de las diferencias culturales entre los países en contra del proyecto del multiculturalismo de Estado. Los falsos nacionalistas mantienen al país sin dirección política, porque les dan las armas a aquellos que favorecen ese inmovilismo.

No me cabe duda que me acusaran de antiportorriqueño por querer la descolonización. Eso se podría lograr fácilmente mediante la anexión a Estados Unidos, que es sencillamente la implementación de la Constitución Federal en el territorio. Nada le puede quitar el mérito a la hazaña de Mónica Puig, prometedora jugadora de tenis, pero el falso nacionalismo no ayudará al país a salir de su presente estatus.

© Libertad.org

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