Woody Allen entrega una fábula deliciosa, donde da vueltas a la idea de si existe lo sobrenatural.
Años 20 del pasado siglo. Stanley, afamado mago británico que rechaza cualquier cosa que huela a sobrenatural, disfruta desenmascarando a todo aquel que ose atribuirse dotes de adivinación o capacidad de comunicarse con los espíritus. Su amigo y colega Howard le propone conocer en la Provenza francesa a la joven americana Sophie, quien –asistida por su madre– tiene obnubilada por completo a una adinerada familia. Y aunque Stanley está convencido de que es una embaucadora, Sophie resulta ser demasiado buena, y hasta empieza a hacerle pensar si no habrá dado por fin con alguien capaz de alterar sus racionalistas convicciones.
Fiel a su cita anual, Woody Allen entrega una fábula deliciosa, muy suya, donde da vueltas y revueltas a la idea de si hay algo más de lo que detectan nuestros cinco sentidos, si existe Dios o no –o algo “mágico” capaz de animarnos la existencia y darle sentido–: he ahí el dilema. Puede parecer que Allen apenas araña la cuestión, pero atrapa como nadie la añoranza de saber que alguien se ocupa de nosotros.
Nos hemos acostumbrado tanto a las genialidades de Allen que, si no entrega algo próximo a lo sublime, parece que nos quedamos insatisfechos. El caso es que el juego del film funciona, con su halo romántico, y bromas y sorpresas de buena ley, sembrando las dudas que el mismo cineasta alberga. Resulta muy adecuada esa andanada a los intelectuales sabelotodos, tan egocéntricos que incluso cuando cambian su punto de vista, lo hacen para admirarse a sí mismos. Allen potencia a grandes actores a los que no había acudido hasta la fecha, como Colin Firth y Emma Stone.

Guion: Woody Allen.
Intérpretes: Colin Firth, Simon McBurney, Emma Stone, Catherine McCormack, Eileen Atkins, Erica Leerhsen.
97 min.
Jóvenes. (
D)
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