La renuncia de la Canciller Diana Mondino la exigió el Presidente Milei debido a la votación, a favor de terminar con el embargo de EEUU a Cuba. En muchos sectores se lamentó la decisión porque ella apoyó a la Libertad Avanza desde que comenzó su campaña hacia la presidencia. Como bien dijo, hizo siempre lo mejor que pudo, es cierto, se esmeró en su cargo.
Pero, con la calma del día después, si la Canciller votó por su cuenta indudablemente cometió un error. No hubo presidente que haya manifestado, tan claramente, la postura de Argentina frente a los países totalitarios. También el apoyo que brinda al país que representa mejor los principios e instituciones de la Cultura Occidental, Estados Unidos. En cuanto a Israel, Milei desde que asumió la presidencia, explicitó la importancia que le da como centinela o guardián de los mismos principios en Medio Oriente. No ha dejado ninguna duda respecto del rechazo al terrorismo internacional al que Cuba ayudó durante tantos años e Israel combate con tanto sacrificio.
Pero hay más para decir: aquí, en nuestro país, cuando arreciaban las actividades terroristas, Cuba fue campo de adiestramiento y refugio seguro para los guerrilleros. El terrorismo subsiste gracias a la complacencia con la cual es tolerado por distintos países por razones particulares. Argentina no fue la excepción: en 1973, en un caótico episodio, un gobierno peronista encabezado por Héctor Càmpora, permitió salir de la cárcel a un buen número de terroristas. El ex presidente Perón desde España estimuló sus acciones de violencia, luego, cuando asume por tercera vez la presidencia, vio que obstaculizaban su gobierno, por lo cual solo pensó en exterminarlos. Como en otros países del Mundo se los ha dejado avanzar, hubo y hay principios débiles en la conciencia de varios gobernantes. El voto de hace unos días en la ONU, lo demuestra.
Como EEUU e Israel, el gobierno argentino piensa que no se puede admitir ninguna solución que pueda convivir con el terrorismo. El apoyo a esos países es la mejor fuente de protección con que cuenta, no solo Argentina, sino la humanidad, exige de los gobiernos una reacción enérgica y persuasiva. Javier Milei comprende que debe destruirse la estructura mundial que han construido, tiene memoria histórica, sabe muy bien que el mundo actual vive bajo la amenaza permanente de la actividad terrorista internacional. Es uno de los problemas más importantes del siglo, se juega la sobrevivencia de la cultura occidental, por eso desea estar, codo a codo, con quienes creen en la posibilidad de convivencia dentro de un marco democrático común y defienden los principios occidentales. De ese modo, coherentemente con el cambio de la política interior, está revirtiendo la política exterior: ya no seremos socios de países que tienen una ideología que nos aparta de ellos. Si bien podemos mantener relaciones comerciales con todos los países del mundo, la base de nuestra política exterior se dirige a afianzar relaciones con los países más prósperos y democráticos. Milei ambiciona que Argentina vuelva a ser confiable impulsando la colaboración con las buenas causas. Va detrás de un nuevo diálogo, no solo más abierto, sino también de apoyo a las democracias que presionan a los totalitarismos y dictaduras para que sus habitantes dejen de ser siervos del Estado.
Aceptar el liderazgo norteamericano en el hemisferio occidental es aceptar que se tenga en cuenta rechazar la situación de los derechos humanos en Cuba, lo cual se contrapone con la votación a favor de terminar con el embargo a la isla. Una alineación flexible, una actitud cooperativa nos hará bien. Las críticas que vienen de la izquierda y de políticos a quienes les importan réditos personales o partidarios de corto plazo, no deberían preocupar demasiado, el interés nacional tendría que pasarlos por encima. Ya se tiene un buen ejemplo cercano en la política exterior: la de los presidentes Carlos Menem y Mauricio Macri: no hubieron actitudes irritativas hacia el Primer Mundo.
El gobierno de EEUU sabe muy bien que la libertad viene detrás de descentralizar el poder y que, por eso mismo, la defensa de la propiedad privada es elemental, es lo que separa el poder económico del poder político, instrumento fundamental del progreso económico. Por ello ve con buenos ojos al gobierno actual; con el triunfo de Donald Trump, Argentina puede vislumbrar un apoyo, el cual, aunque no sea enorme, puede generar un efecto multiplicador, no debería subestimarse.
La idea de Milei es construir una fuerza liberal, fuerte, para poder negociar mejor cuando se presente la oportunidad, de ese modo, intenta ofrecer al país una política de gobierno sin ambigüedades, un horizonte y un derrotero digno del mundo que nos toca vivir. Quiere cimentar un electorado que no deba ser ganado en cada circunstancia, disperso; necesita un segmento estable, el cual constituya una opción con una estrategia política y electoral planteadas simultáneamente, de acuerdo a un diagnostico adecuado de los problemas del país, con objetivos coherentes. Es fundamental sostener una alternativa para la Argentina en crisis, un liberalismo eficiente, una economía de mercado. Se está abriendo un nuevo panorama político con personas con vocación, que no constituyen un obstáculo, dedicadas a afianzar en Argentina las ideas que le dieron origen. Seguramente se sumaran radicales y gente del Pro; el Gobierno marcha hacia futuros acuerdos sobre la base de objetivos compartidos con fuerzas afines, que acompañen los postulados liberales de la Constitución alberdiana y la vigencia efectiva del federalismo que la misma sustenta. Si se logra, el liberalismo permitirá al país volver a ser importante en el orden mundial, después de un profundo desbarajuste institucional.
Ya no bastan palabras sino hechos y realizaciones; le ha ocasionado al país grandes costos no haber logrado una inserción internacional que le permitiera crecer y progresar. La política exterior no está exenta de peligros y responsabilidades pero es el medio por el cual los países pueden aspirar a un futuro prospero, el de ensanchar y conservar con el fruto del esfuerzo individual, los mercados consumidores.
Los gobiernos anteriores empobrecieron a la Argentina, la endeudaron disminuyendo su importancia para los intereses vitales de las potencias mundiales. Se está luchando contra las trabas de una cultura que nos ha llevado hacia un comportamiento autodestructivo. No debería desvelarnos girar en la órbita de EEUU y de países democráticos y ricos, el odio a todo lo extranjero nos condujo a tener una mirada errónea respecto a cómo salir de las recurrentes crisis económicas. La cooperación con estos países, no significa dejar de lado nuestros propios intereses relacionados con la pobreza y la riqueza, con distorsiones de mercados internacionales que castigan nuestra producción. Todo lo contrario, la evolución hacia un mejor perfil en el Mundo está eliminando el doble discurso que nos caracterizaba; se está dejando de lado el nacionalismo barato, muy alejado del patriotismo, que invoca el orgullo y la autonomía nacional, una política arrogante como la del kirchnerismo la cual sobreestimó el poder de la Argentina. Ahora se aboga por un bajo nivel de confrontaciones políticas, que permita defender el interés nacional sin que interfieran factores políticos en las negociaciones.
Solo un país con poder económico será tenido en cuenta por países poderosos, los desafíos políticos a las grandes potencias no deberían tentar al Gobierno, nos pueden hacer mucho daño por la vulnerabilidad a la que nos sometieron medidas erróneas que dejaron de ver con racionalidad los problemas que afrontábamos. Necesitamos el apuntalamiento de EEUU al desarrollo que debemos lograr desde adentro, con políticas que nos lleven a un crecimiento económico sostenido. Sin duda estamos ante una nueva oportunidad!
Elena Valero Narváez. Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias. Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas).