Política

Rebajas

El Gobierno cotiza a la baja, además, con todo el merecimiento para ello, eso hay que reconocerlo. En la más remota latitud democrática que pudiera imaginarse se consideraría un escándalo monumental que un presidente del Gobierno anunciara el más envidiable, dichoso y pacífico de los mundos sólo unas horas antes de que volara un parking entero en el primer aeropuerto del país causando dos muertos y cuantiosos daños.

Santi Lucas
España vive la eclosión de las rebajas. Tiempo de apreturas, compras compulsivas, avalanchas y gangas cegadoras. Los comerciantes fían a los atrayentes descuentos en sus escaparates la salvación de la cuenta de resultados, tras una temporada de ventas que siempre ha sido peor de lo que hubieran deseado. Es lo que toca: aflojar la cartera con la sensación de engañar a los precios. Pero la fiebre estacional de las rebajas ha inoculado el virus del saldo también a otros terrenos de la vida pública. No parece que goce del mayor valor popular el actual Gobierno socialista después de su lamentable actuación frente al terrorismo de ETA. Su oferta de paz era indigna y engañosa y por eso el crédito oficial ha caído considerablemente entre los ciudadanos después del atentado de Barajas y ha llenado de taras la mercancía de la falsa tregua como indican todas las encuestas independientes.

El Gobierno cotiza a la baja, además, con todo el merecimiento para ello, eso hay que reconocerlo. En la más remota latitud democrática que pudiera imaginarse se consideraría un escándalo monumental que un presidente del Gobierno anunciara el más envidiable, dichoso y pacífico de los mundos sólo unas horas antes de que volara un parking entero en el primer aeropuerto del país causando dos muertos y cuantiosos daños. Es extraño, no obstante, que semejante pifia no se haya llevado por delante con una fulminante dimisión al encargado del negocio.

Lo cierto es que, mientras los españoles practican con un entusiasmo indomable su arraigado afán consumista en las rebajas, el Gobierno escurre el bulto, recorta la luz de los focos sobre sus errores, limita a la mínima expresión la información sobre el atentado, retrasa su comparecencia parlamentaria para afrontar las responsabilidades y trata de atenuar en la memoria colectiva el rastro elocuente de su fracaso. Las entrevistas que en forma de coartada celebra el presidente del Gobierno con el líder de la oposición no recomponen el descosido y sólo buscan desesperadamente evitar el naufragio de una absurda iniciativa abortada.

Tal vez los españoles estén más preocupados al comienzo del año2007 por echar sus propias cuentas que por pedírselas a Rodríguez Zapatero, pero no es razonable que en un asunto de tanta trascendencia nos conformemos con tan poco.

// OTROS TEMAS QUE TE PUEDEN INTERESAR

// EN PORTADA

// LO MÁS LEÍDO

// MÁS DEL AUTOR/A

Menú