Política

Temores y esperanzas de las elecciones egipcias

La candidatura de Mubarak a las presidenciales despierta dudas sobre la democratizáción real del país.

Editorial


 


El anuncio del presidente Hosni Mubarak sobre las futuras elecciones para el 7 de septiembre, produjo expectativas en el escenario político internacional pero también desconfianzas sobre las condiciones bajo las que dicha compulsa habrá de realizarse. Dudas que son confirmadas por un contexto político dominado, desde hace más de dos décadas, por la figura autócrata y celosa del propio Mubarak. Las elecciones en Palestina e Irak parecen haber abierto, no obstante, la posibilidad para que de una vez por todas se realicen elecciones libres en Egipto. Esto habría sido pautado además durante la visita de Condoleeza Rice al país africano en el mes de junio.


 


Las promesas consisten en escrutinios libres y transparentes. En la habilitación del voto secreto y la supresión de toda forma de discriminación política o electoral. El anuncio de Mubarak sobre la reforma de la ley electoral ofrecería indicios en esa dirección que deberán ser comprobados en el momento mismo del acto eleccionario. Lo que produce un cuestionamiento hacia este proceso es la propia desconfianza hacia un sistema anquilosado, acostumbrado al sedentarismo político y a la ausencia de toda compulsa pluralista sobre los actos de gobierno. La prensa crítica se pregunta cómo hará una estructura semejante para modificar sus prácticas autócratas y dar paso a la participación multipartidista. Cómo hará en definitiva para permitir la disputa electoral en un terreno imparcial y predominantemente libre.


 


Lo cierto es que estas elecciones se producen en un complejísimo contexto internacional. El mismo que tuvo a Egipto como triste protagonista en los pasados días. Los atentados de Sharm el-Sheikh  produjeron una tremenda conmoción interna y cargaron de dudas todo proceso político posible. La descarga de violencia y el auge terrorista volvieron a situar a la sociedad egipcia en un abismo de inestabilidad y a resentir el gravemente el desempeño de su economía (ver la columna de opinión incluida en esta edición). La condena internacional hacia estos actos bárbaros, de mera retórica, no alcanza para mitigar el accionar radicalizado de los grupos extremistas.


 


La reforma de la práctica electoral está ahora en manos del Parlamento y el Consejo de la Shura (órgano de consulta), quienes deberán admitir, pese al absoluto predominio oficial, la apertura del sistema político. Las desconfianzas reinantes provocaron la resignación de varios grupos de oposición que denunciaron el intento como un contubernio para garantizar la continuidad del gobernante. Las voces disidentes denuncian la confección de esta reforma como un producto destinado a transferir legitimidad a una estructura que ya no puede sostenerse. Desde 1981, año de la llegada de Mubarak al poder central, sólo se permitieron escrutinios de aprobación o rechazo hacia las acciones del gobierno. Pero en ningún momento la alternancia como práctica de la participación.


 


La veracidad que asuma esta experiencia servirá de indicio para futuros procesos de democratización. La complejidad religiosa y cultural del pueblo egipcio (su condición milenaria), y la necesidad de extender los valores de la democracia hacia nuevas zonas del planeta hacen que el desarrollo de estas elecciones sea particularmente observado. Constituye un desafío de índole política pero, esencialmente, de asimilación de los valores de la tolerancia y el respeto en un nuevo ámbito de libertad. 

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