El informe recoge muchas analogías entre el comportamiento migratorio de los musulmanes en Francia y Alemania, y el caso español.
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Martes, 17 de junio 2025
El informe recoge muchas analogías entre el comportamiento migratorio de los musulmanes en Francia y Alemania, y el caso español.
DE LA FUNDACIÓN LA CAIXA
La Fundación La Caixa acaba de presentar un estudio denominado “La inmigración
musulmana en Europa. Turcos en Alemania, argelinos en Francia y marroquíes en
España” cuyo objetivo es describir y analizar la experiencia de tres comunidades
de inmigrantes musulmanes en Europa: los turcos en Alemania, los argelinos en
Francia y los marroquíes en España.
En el libro, realizado por Víctor
Pérez-Díaz, Berta Álvarez-Miranda y Elisa Chuliá, se expone la situación actual
y las tendencias dominantes de estas comunidades en lo que se refiere a la
demografía, la economía, la sociedad, la política y la cultura.
El
estudio presenta información análoga amplia sobre cada caso, lo que permite
señalar las especificidades y las semejanzas, y extraer conclusiones basadas en
la comparación.
Para la elaboración de los casos alemán y francés, los
autores han revisado extensamente bibliografía y datos estadísticos, combinadas
con estancias de investigación en París (sede del CERI y del Institut de
Sciences Politiques) y Essen (sede del Centro de Estudios para Turquía) que han
facilitado la recogida de información.
En cuanto al caso español, la
revisión bibliográfica ha sido complementada con sendos grupos de discusión de
marroquíes hombres y mujeres.
Diferentes modelos
de incorporación social
Entre los datos que aporta el trabajo, hay
que destacar que, en claro contraste con España, Francia y Alemania comenzaron a
recibir masivamente inmigrantes musulmanes hace aproximadamente cincuenta años.
En el año 2002, Alemania contaba entre su población residente con
aproximadamente dos millones de ciudadanos turcos, a los que cabría añadir más
de 400.000 turcos naturalizados.
Francia, por su parte, registraba en su
censo de población de 1999 cerca de 500.000 inmigrantes argelinos, un dato que,
al parecer de los autores, está infraestimado ya que muchos de sus miembros se
han convertido en ciudadanos franceses por adquisición de la ciudadanía o por
nacimiento.
A pesar de responder a modelos de incorporación social de
los inmigrantes diferentes, tanto los gobiernos de Francia como de Alemania
concibieron en los años cincuenta y sesenta del siglo XX la inmigración como un
fenómeno temporal, creyendo que, algún día, los inmigrantes retornarían a sus
lugares de origen.
Sin embargo, aun con niveles de desempleo muy
superiores (y de ingresos sustancialmente inferiores) a la media de la población
autóctona, con problemas de rendimiento educativo y cualificación profesional, e
incluso, como sucede en Alemania, con muy escasas posibilidades de participar en
política, muchos inmigrantes de procedencia argelina y turca han preferido, a la
postre, disfrutar de un nivel de vida por debajo de la media, pero con
libertades y oportunidades de progresar económicamente, a reinstalarse en los
países de los que vinieron.
La incógnita
española
Si los inmigrantes magrebíes que han llegado a España en
los últimos años optarán por cursos de acción semejantes, representa hoy una
incógnita, a tenor de las conclusiones del informe de La Caixa.
Aunque
con una composición demográfica propia de una inmigración reciente en la que
predominan los hombres jóvenes solos, los casi 250.000 marroquíes censados en
2001en España presentan algunos rasgos semejantes a los de los inmigrantes
musulmanes en Alemania y Francia.
Como en estos países, se aprecia que
los inmigrantes musulmanes se concentran en determinadas regiones y ciudades, y
dentro de ellas, en ciertos barrios, de forma que en sus tratos sociales
prevalece la gente de su misma cultura; también en España, los inmigrantes
marroquíes registran altos niveles de desempleo y los que no se hallan afectados
por este problema ocupan mayoritariamente puestos laborales que requieren escasa
cualificación y cuyo desempeño genera retribuciones relativamente bajas.
Los inmigrantes marroquíes son, además, los peor valorados por los
españoles. Así lo perciben ellos, de acuerdo con lo que expresaron en los grupos
de discusión efectuados por los autores del estudio, y así lo ponen de
manifiesto los españoles en diferentes encuestas de opinión realizadas durante
los últimos años.
La difícil integración
cultural
Los autores concluyen en su obra que la organización de
la convivencia entre la población autóctona de las sociedades secularizadas
occidentales y los inmigrantes musulmanes es compleja. Las experiencias de la
inmigración musulmana en Francia y Alemania ponen de manifiesto que encontrar el
equilibrio entre el respeto al otro y el compromiso firme con los modos de vida
y los valores de la propia comunidad dista de ser una tarea sencilla.
Las opciones de Alemania, con una aceptación de las diferencias
culturales, con escasa integración social y sin apenas participación política; y
Francia con la imposición del modelo laico de ciudadanía universal no han dado
resultados satisfactorios, y han generado problemas tanto para los inmigrantes
como para las sociedades de acogida.
Además, según los datos ofrecidos
por el estudio, las innegables diferencias culturales entre la sociedad de
acogida y la comunidad inmigrante se tornan problemáticas en varias dimensiones.
Entre estas dimensiones se incluyen la de la proyección en la esfera
pública de las prácticas y las orientaciones normativas propias de la religión
islámica, y asimismo la de la aplicación efectiva del principio de la igualdad
de géneros.
Necesidad de un debate
plural
Según los autores del trabajo, en estas condiciones de
diversidad cultural, la convivencia requiere esfuerzos y dosis de tolerancia por
parte de todos los implicados. Pero esta tolerancia tendría sus límites en las
reglas que rigen en las sociedades de acogida, en las que los inmigrantes,
libremente, han decidido instalarse.
En definitiva, el más bien escaso
éxito apreciable en las experiencias de varias décadas de convivencia con
inmigrantes musulmanes en Alemania y Francia, por una parte, y los indicios de
distancias y tensiones ya observables en España, por otra, constituyen una
llamada de atención para todos los ciudadanos.
En opinión del estudio,
tales circunstancias deberían estimular discusiones coordinadas, en varios
niveles (político, académico, social) y con una participación plural, sobre cómo
y bajo qué condiciones ordenar, de acuerdo con reglas compatibles con un orden
de libertad de tipo occidental, la convivencia con las comunidades de
inmigrantes musulmanes, y en particular, con la que es más importante, la de los
marroquíes.
Para los autores del informe, es imprescindible que estas
discusiones formen parte de un debate público más amplio en torno a cómo
afrontar la inmigración en España; un debate en el que se haga frente a
cuestiones tales como qué tipo de inmigración se desea, qué costes sociales,
económicos y culturales están dispuestos a asumir los países de acogida para
obtener las ventajas que la inmigración puede reportar, cómo se quiere integrar
a los inmigrantes y qué medios se establecerán para conseguirlo.
A
juicio de los investigadores, es sumamente importante que ese debate esté
abierto a una pluralidad de voces -incluidas las de los inmigrantes mismos- y
que se realice de un modo ponderado y razonable.
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