Bolivia reúne condiciones para ser motivo de un gran proceso de exploración y explotación. Todo lo que hace falta es que existan las inversiones, la tecnología y la dirección adecuadas para aprovechar esta riqueza que, según estimaciones anteriores, sería esencialmente gasífera. YPFB, en los 50 años que tuvo el monopolio de la exploración y explotación hidrocarburífera, apenas desarrolló una mínima parte del potencial existente en el país.
Políticas Públicas
La riqueza gasífera Si no hubieran venido las empresas petroleras
internacionales —a las que despectivamente se las llama transnacionales—, a
estas horas no habría motivo de discordia en el país. Sencillamente no existiría
el gas natural que ahora se pretende aprovechar.
El área de interés
hidrocarburífero en el país tiene una extensión de 33.500.000 hectáreas, que
cubre las zonas tradicionales y no tradicionales. El área bajo contratos de
riesgo compartido para la exploración, explotación y comercialización representa
sólo el 5,93 por ciento de aquel inmenso potencial, o sea que el 94,07 por
ciento se halla libre, sin ser explorado y eventualmente explotado. Esta
información fue recientemente proporcionada por la Vicepresidencia de Negocios
Internacionales y Contratos de YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales
Bolivianos) y difundida por la Agencia Boliviana de Información (ABI) el 7 de
abril pasado.
De lo anterior, se establece que Bolivia reúne condiciones
para ser motivo de un gran proceso de exploración y explotación. Todo lo que
hace falta es que existan las inversiones, la tecnología y la dirección
adecuadas para aprovechar esta riqueza que, según estimaciones anteriores, sería
esencialmente gasífera. YPFB, en los 50 años que tuvo el monopolio de la
exploración y explotación hidrocarburífera, apenas desarrolló una mínima parte
del potencial existente en el país, debido esencialmente a su falta de capitales
y a un mayor desarrollo tecnológico. O sea que, por su cuenta, no se habrían
llegado a acumular reservas probadas y probables de 54 trillones de pies cúbicos
de gas, en apenas seis años (1997-2002), si acaso no venían al país casi una
decena de compañías internacionales a poner en evidencia tal volumen de riqueza
gasífera.
Los bolivianos no deberían olvidar, en momento alguno, que
tales empresas vinieron a Bolivia atraídas por las condiciones favorables que se
les ofrecían para incursionar en el negocio hidrocarburífero. Con anterioridad a
la Ley 1689, dictada durante el primer gobierno del ex presidente Gonzalo
Sánchez de Lozada, se aprobó otra ley —durante el gobierno del ex presidente
Jaime Paz Zamora— que ofrecía distribuir las utilidades de las empresas al 50
por ciento con el Estado. En los años de vigencia de esta ley, lamentablemente,
no se dieron los resultados obtenidos con la legislación posterior.
Esta
experiencia es la que condujo a mejorar las condiciones para operar en Bolivia y
sólo así se logró lo que ahora, con tanta soberbia, se quiere administrar. Si no
hubieran venido las empresas petroleras internacionales —a las que
despectivamente se las llama transnacionales—, a estas horas no habría motivo de
discordia en el país.
Sencillamente el país no tendría disponible el gas
natural que ahora existe para aprovecharlo. Éstos son los hechos reales, lo
demás es pura especulación. No obstante, lo que también hay que tener en cuenta
es que los 54 trillones de gas encontrados podrían ser sólo el comienzo de otros
grandes hallazgos, teniendo en cuenta —cabe reiterar— que únicamente el 5,93 por
ciento del potencial hidrocarburífero de Bolivia ha sido tocado. El resto está
por encontrarse, pero para ello seguirá siendo indispensable contar con grandes
capitales de inversión, una tecnología de avanzada y una dirección
experimentada, todo lo cual es monopolio de las grandes compañías petrolíferas
del mundo. Sin estos requisitos, el país corre el riesgo de quedarse tan sólo
con lo que ha logrado hasta ahora.
Fuente: La
Razón – Bolivia
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