¿Por qué siguen adelante de forma tan tenaz su guerra santa a las emisiones el Presidente Obama y los progres? Desde luego por el bienestar del pueblo estadounidense no será. Sólo puede aventurarse que tendrá algo que ver con las ocupaciones de los políticos, es decir, dinero y poder
Hace unos años, el Congreso tumbó por la mínima el trámite de una legislación que implantaba un régimen "de intercambio de emisiones" que habría encarecido los combustibles fósiles. El régimen de intercambio de emisiones habría sido la madre de todos los impuestos al consumo, transfiriendo enormes sumas de dinero del consumidor de electricidad (léase todos nosotros) al Estado. Penalizar las emisiones de dióxido de carbono habría supuesto un grave revés a la economía energética de América.
La Agencia de Protección Medioambiental se propone ahora hacer lo que no hizo el Congreso. Se ha propuesto imponer una reducción de las emisiones de dióxido de carbono del 30 por ciento antes del año 2050. Para hacerlo, tiene el apoyo de una sentencia del Supremo que dice que los gases de efecto invernadero se definen como "contaminantes" según la Ley de Aire Limpio. Teniendo en cuenta el deseo expreso del Presidente Obama de saltarse al Congreso con la intervención ejecutiva unilateral, no sorprende que la instancia haya intervenido en este momento.
¡Qué pésima elección del momento! El crecimiento de la economía es negativo; además, los argumentos en defensa de tomar medidas caras para abordar la presunta amenaza del calentamiento global antropocéntrico son hoy todavía más endebles que hace cinco años.
Las presuntas pruebas científicas que avalarían la teoría del calentamiento global obra del hombre se han derrumbado. En un brillante escrito remitido por el fiscal Francis J. Menton Jr. a la responsable de la Agencia de Protección Medioambiental Gina McCarthy, dice: “… El informe más reciente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático mina por completo cualquier referencia para calcular el impacto sobre el clima, al realizar el siguiente anuncio: ‘No hay un cálculo de referencia del impacto sobre el equilibrio climático ahora mismo, a causa de la ausencia de acuerdo en torno a los valores con los que evaluar las pruebas y estudios’. Esto significa que el Panel admite que carece de cualquier medio, referencia o media solvente para estimar los parámetros de impacto sobre el equilibrio climático. Dentro de la teoría matemática de las Decisiones, a esta tesitura se la denomina Incertidumbre de la Ignorancia Total”.
Menton afirma después que el estudio "Conclusiones del Riesgo" elaborado en el año 2009 por la Agencia de Protección Medioambiental (que pretendería poner de manifiesto los peligros del dióxido de carbono) "queda en entredicho a causa del fracaso de los datos reales a la hora de avalar cada una de las tres ‘líneas de investigación’ en las que la Agencia pretendía apoyarse para alcanzar sus Conclusiones”. De hecho, los datos recabados refutan y echan abajo por completo las conclusiones.
Pero aun así, algunos de los partidarios más fanáticos del régimen regulador de las emisiones se han puesto a manipular las cifras (cosas del “Climagate"). Resulta que la afirmación de que el 97 por ciento de los científicos del clima están de acuerdo en que las actividades de la humanidad son las probables responsables de que el planeta se caliente es ficción. Joseph Bast y Roy Spencer, en el Wall Street Journal hace unas semanas, concluyen que la cifra se aproxima más al 1%, que se utilizaría para conjurar la ficción del 97 por ciento.
Lo que tiene de particularmente irónico que la Agencia de Protección Medioambiental siga adelante con su guerra santa a las emisiones es que algunos de los científicos que han defendido estrictas leyes contra la emisión reventaron sus estudios hace varios años, cuando empezaron a contarnos que es probable que el planeta se enfríe durante unas décadas antes de entrar en un prolongado período de calentamiento fulminante. Durante años, los alarmistas han insistido en que el dióxido de carbono está calentando el planeta. Luego empezaron a afirmar que los niveles crecientes de dióxido de carbono no van a calentar el planeta hasta dentro de 30 ó 40 años, pero que a partir de ahí lo calentarán. ¿En qué quedamos? ¿El dióxido de carbono calienta el planeta o no? Los alarmistas reconocen finalmente el principal argumento de los escépticos del calentamiento global: Hay en juego otras fuerzas — las variaciones solares en particular — que se imponen al efecto invernadero.
Los desvaríos del nuevo edicto de la Agencia de Protección Medioambiental imposibles de entender quedan en evidencia en esto: Las propias cifras del Panel Intergubernamental del Cambio Climático — dudosas como son — proyectan una ridícula reducción de 0,08°C antes del año 2050 si Estados Unidos eliminara toda emisión de dióxido de carbono. Supuestamente, reducir esa clase de emisiones al volumen que se propone — un 30 por ciento — supondría una diferencia todavía menor. No sería difícil enmarcar la cuestión a la opinión pública en términos de que si se convencen de que los seres humanos son responsables del calentamiento global, van a estar dispuestos a pagar facturas mucho más elevadas por la luz y sufrir con dignidad una economía más estancada a cambio de temperaturas que, dentro de varias décadas, serían unas centésimas de grado inferiores.
¿Por qué siguen adelante de forma tan tenaz su guerra santa a las emisiones el Presidente Obama y los progres? Desde luego por el bienestar del pueblo estadounidense no será. Sólo puede aventurarse que tendrá algo que ver con las ocupaciones de los políticos, es decir, dinero y poder (e ideología en el caso del Presidente Obama).
¿Será el dinero? Puede que personas como el senador Reid vean que Al Gore se está haciendo de oro a base de invertir en todos los alarmismos del calentamiento global que ayudó a desatar cuando formaba parte del gobierno.
¿Será el poder? Puede que la guerra santa al dióxido de carbono tenga algo que ver con proteger esas donaciones electorales que salen de los ricos colectivos ecologistas. O puede que tenga algo que ver con "el efecto Curley" (empobrecer a los estadounidenses y hacerlos más dependientes del Estado). Y puesto que como los socialistas, los progres prefieren el control de "la cúspide" de la economía, cae por su propio peso que, tras llevar a cabo un incremento sustancial del control del Estado sobre los sectores de la salud, las finanzas y la educación, el Equipo Obama ande ahora detrás del control del sector energético.
A nivel ideológico, el presidente estaría abriendo simplemente otro frente de su guerra a la clase media, y volviendo a demostrar una vez más que es un "ecologista mezquino”.
¿Qué puede hacerse pues para liberarnos de la contraproductiva guerra al sector energético de las emisiones? Por desgracia, mientras el senador Harry Reid sea el coordinador de la mayoría en el Senado y Barack Obama ocupe la Casa Blanca, nada, pero esto es lo que yo propongo:
En primer lugar, el Congreso debería desmantelar los daños causados por el Tribunal Supremo y limitar el alcance burocrático de la Agencia de Protección Medioambiental, aprobando una legislación que diga simplemente lo siguiente: A efectos del Derecho estadounidense, los gases de efecto invernadero no serán definidos ni clasificados como "contaminantes”.
En segundo, ningún congresista, gabinete ni grupo afín podrá invertir bajo ningún concepto en ninguna iniciativa relacionada con el cambio climático o las energías renovables.
Algún día echaremos la vista atrás al alarmismo del calentamiento global y nos sorprenderá que tanta gente quedara cautivada por tamaña fantasmada. En el presente, no obstante, la amenaza es dolorosamente real.
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