América, Economía y Sociedad, Política

Es temporada de retirar invitaciones a ceremonias de promoción

La retirada de invitaciones o la disuasión de un orador universitario constituye un fenómeno preocupante.


 Condoleeza Rice. Christine Lagarde. Ayaan Hirsi Ali. Son solamente algunos de los nombres destacados invitados a intervenir en ceremonias de licenciatura de promociones en centros estadounidenses este año a los que se les retiró la invitación o se juzgó necesario retirarla a causa de las protestas de la institución anfitriona. ¿Qué hay detrás de este caos de mal gusto?

El problema elemental es que parte de los miembros de esos claustros académicos se ponen petulantes ante la perspectiva de tener que escuchar a alguien de quien discrepan a nivel político. Esta mentalidad reviste un problema evidente: Si usted quiere escuchar a un invitado con cuyas posturas políticas no tenga nadie diferencias, no va a poder invitar a nadie reseñable ni claro en cuestiones políticas.

Los licenciados universitarios de hoy se han visto expuestos a muchas figuras e ideas políticas durante los cuatro años previos. ¿Por qué no dejar a un lado lo triste, pesado y divisivo por un día y dejar que la ceremonia de promoción sea la ocasión feliz que para muchos representa? En la vida hay algo más que política. ¿Por qué no invitar a oradores libres del bagaje de posturas políticas polarizadas en el clima híper-politizado actual?

Los discursos de promoción pueden cobrar valor por un amplio abanico de razones (ser consejo, dar pistas, ofrecer perspectivas, inspiración, humor, etc.) si bien, hablando en general, el valor de una intervención en una ceremonia de promoción normalmente es efímero y breve. En mi caso desde luego lo fue. El difunto Norman Cousins intervino en la ceremonia de licenciatura de mi promoción, y aunque yo le recuerdo decente, inteligente y atento, enseguida olvidé lo que dijo.

Hay muchos oradores dignos que no polarizan — hombres y mujeres que se han distinguido en la ingeniería, la bioquímica, las tecnologías digitales y otras ciencias; en humanidades y literatura, libre empresa, salud, Derecho, economía, educación, etc. ¿O qué hay de los oradores inspiradores, cuyo mayor logro no es producto de avances intelectuales, sino de la simple voluntad, amabilidad o valentía humanas — como quienes tienen por misión encontrar formas de ayudar a los que lo necesitan, o que han superado grandes dificultades y obstáculos para llevar vidas reseñables?

La lección más viva que recuerdo aprender en mi clase de Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan (gracias, profesor Kamisar) es que la gente inteligente pone el acento en lo distinta que es del resto, mientras que la gente despierta pone el acento en lo que tienen en común. Me parece que sería inteligente que los centros universitarios invitaran a oradores capaces de apelar a la humanidad común de sus audiencias, dejando los motivos de división para los combates y los enfrentamientos abiertos en "el mundo real”.

El problema que reviste tener invitados de la esfera política es que a menudo se producen situaciones en las que nadie gana. Si se invita a alguien que suscita protestas, ya se ha alienado a parte de los miembros de tu comunidad. Si posteriormente se retira la invitación a un orador, o el orador se retira producto de las protestas, entonces se aliena a quienes están en el otro bando de la brecha política. Peor generar publicidad negativa, exponer al centro a acusaciones de mal garante de la libertad de expresión o de ser políticamente correcto, o de tener un centro hostil al objetivo tradicional de las universidades, léase servir de terreno intelectual de examen, debate e intercambio de ideas, teorías y creencias enfrentadas.

La retirada de invitaciones o la disuasión de un orador universitario constituye un fenómeno preocupante. ¿Cómo es que unos adultos jóvenes que en su mayor parte todavía no han aprendido a ser adultos totalmente independientes tienen la arrogancia de creer llevar la razón moral y disponer de todas las respuestas que escapan a sus padres faltos de ilustración? Tales posturas y comportamientos indican que los centros universitarios han fracasado a la hora de inculcar humildad y respeto, y que en lugar de eso han logrado prolongar la adolescencia. Solía creer que los adolescentes normales comenzaban a superar la edad del pavo a los 16 ó 17 años de edad, pero muchas universidades parecen haber recreado esa inmadurez en cifras importantes de alumnos de 21 y 22 años (aunque las manifestaciones intolerantes de una minoría manchen injustamente la imagen de sus compañeros de clase más maduros).

En definitiva: Es hora de pensar detenidamente en los discursos de promoción. Mire, cualquier orador al que le haya sido retirada la invitación o se haya abstenido de intervenir en una ceremonia de promoción merece ser recibido y escuchado en todos los campus universitarios del país — pero exceptuando casos puntuales, la ceremonia de promoción no es el momento oportuno. Felicidades y lo mejor a todos los que se licencien esta primavera.

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