América, Política

La verdadera guerra de clases en América hoy

Sí, hay lucha de clases en América, pero no va de los ricos contra los pobres, sino de la clase política contra el resto de la ciudadanía, que acarrea el peso del escalafón político y paga el precio en libertades, riqueza y oportunidades destruidas.


 Los creyentes en las libertades y los derechos individuales siempre han tendido a rechazar de plano el paradigma Marxista que enfrenta a ricos y pobres. Hoy escuchamos todo tipo de cosas acerca de esta presunta lucha de clases: el Presidente Obama habla sin parar de la injusticia social. El Fondo Monetario Internacional también. El éxito de ventas del economista galo Thomas Piketty "El Capital en el siglo XXI” replica la misma temática.

 
Bueno, yo tengo malas noticias tanto para la derecha como para la izquierda: Sí, hay lucha de clases en América, pero no va de los ricos contra los pobres, sino de la clase política contra el resto de la ciudadanía, que acarrea el peso del escalafón político y paga el precio en libertades, riqueza y oportunidades destruidas.
 
En un mercado verdaderamente libre, las fortunas las ganan los que proporcionan al prójimo algo de valor, a millones de prójimos muy a menudo. Los que piensan que es justo imponer unos impuestos discriminatorios y punitivamente más elevados a los benefactores económicos de la sociedad tienen un sentido de la justicia alterado. (¡Cómo se atreven estos capitalistas, mejorar las vidas de tantos!) Por supuesto, muchas de las rentas norteamericanas más altas en la actualidad deben gran parte de su patrimonio, por no decir todo, al enchufismo de las influencias. Sus enchufes, por supuesto, son los que ostentan el poder político de Washington. Tal enchufismo constituye la antítesis del verdadero capitalismo; se trata más bien de la historia de toda la vida en la que la élite política manipula el sistema en su beneficio económico a expensas de la mayoría de la población. Esto perfila la corrupción de la clase política.
 
Los indicios de injusticias económicas perpetradas por la clase política abundan:
 
Las tribunas más recientes publicadas en la prensa financiera destacan lo mucho más que ganan los reguladores bancarios que forman parte de las burocracias públicas que paga el contribuyente en relación a lo que gana el banquero medio del sector privado, que paga impuestos.
 
Diversos economistas han señalado que si todo el dinero que se está destinando a programas públicos de lucha contra la pobreza lo estuvieran recibiendo las personas oficialmente por debajo del umbral de la pobreza, una familia pobre de cuatro miembros tendría una renta anual próxima a los 52.000 euros. Actualmente, los pobres reciben menos de la mitad del dinero que se está recaudando en su nombre; la mayor parte se está destinando a financiar las burocracias del Estado que administran esos programas.
 
El Presidente Obama implantó una legislación en la que se limitan las letras mensuales de los préstamos estudiantiles y se condonan en caso de que alguien trabaje 10 años para el Estado. Si usted trabaja en el sector privado, sin embargo, y tributa los impuestos que financian los sueldos de los funcionarios públicos, usted tiene que seguir abonando las letras del préstamo universitario una década más.
 
Y no hablemos de las pensiones del sector público. Muchas forman parte de instancias municipales y estatales y distritos escolares municipales de colosales pensiones, que constituyen un amenazante lastre destructor de las pensiones del sector privado.
 
¿Por qué cree usted que 7 de los 10 condados más ricos se encuentran a las afueras de Washington, D.C.? En la práctica, ocupaban cinco de los 10 puestos principales antes de la Gran Recesión, pero al parecer las "baterías de estímulo económico" del Presidente Obama y las posteriores intervenciones públicas han beneficiado a la clase política norteamericana más que al americano medio. Aun así, los desvergonzados demagogos políticos con mucho que callar se atreven a tirar piedras al tejado de los estadounidenses que se han hecho ricos en los mercados de intercambio voluntario, y no en el mercado político de la redistribución forzosa y el saqueo legal.
 
En su libro de 1944 "Burocracia", además de hacer un soberbio análisis económico de las estructuras burocráticas, Ludwig von Mises nos recuerda un rasgo característico de las burocracias públicas: vienen siendo el mecanismo predilecto de control tiránico desde los antiguos faraones y emperadores hasta los modernos totalitarios socialistas y progresistas (páginas 15, 17 y 4). Hemos visto esto de primera mano en el escándalo del sabotaje de la agencia tributaria a los grupos conservadores y la guerra santa de la Agencia de Protección Medioambiental contra el carbón. Más recientemente, la Agencia de Gestión del Suelo se extralimitó en sus competencias, despachando equipos de asalto SWAT, francotiradores y (en las irónicas palabras de un tertuliano) más armamento que el enviado por el Presidente a ayudar a los cuatro estadounidenses que perdieron la vida en Bengasi a hacer frente a un caballero que, en el peor de los casos,  era un ocupa o un perroflauta, pero al que el senador Demócrata Harry Reid demonizó como "terrorista nacional” por atreverse a desafiar el poder de la clase política.
 
Claramente hay abierta una guerra de clases en América hoy, pero no son suficientes los estadounidenses que perciben las trincheras. Los que seguimos ganándonos honradamente la vida y dejando en paz a los demás somos objetivo de una agresiva clase política progresista que anda levantando formidables mecanismos de dominio burocrático. En este punto de la historia, "el pueblo" en el sector privado que paga los impuestos va perdiendo.

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