Lo fue el teléfono móvil y lo será la impresión en 3D. Los productos disruptivos no solo innovan sino que dejan obsoleto todo lo anterior.
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Miércoles, 04 de octubre 2023
Lo fue el teléfono móvil y lo será la impresión en 3D. Los productos disruptivos no solo innovan sino que dejan obsoleto todo lo anterior.
Apuntan los expertos que la combinación entre crisis económica y cambio tecnológico tiene unas consecuencias comparables, incluso mayores, a las que en su día produjo la Revolución Industrial. Mientras las cifras de paro siguen altas, hay empresas que se quejan de tener puestos vacantes, en su mayoría relacionados con la tecnología, porque no encuentran profesionales especializados en lo que ellos necesitan[1]. En esta coyuntura están saliendo adelante los que dan en el clavo a través de la innovación disruptiva.
En el ámbito tecnológico, el término “disrupción” se utiliza para referirse a productos que son tan revolucionarios que dejan obsoleto todo lo anterior en muy poco tiempo: lo que ha supuesto la aparición del teléfono móvil –que ha sustituido a teléfonos tradicionales, cámara de fotos, reproducción de música, incluso ordenadores– o lo que parece que en breve puede llegar a ser la impresora en 3D.
Sin embargo, fuera de este ámbito, el concepto se aplica también a productos que no son perfectos, no compiten en calidad y prestaciones con otros que tienen la misma función, pero son mucho más baratos y lo suficientemente buenos como para solucionar problemas concretos, como pretendía el Tata Nano, “el coche del pueblo”. Esta tendencia ha comenzado sobre todo en países emergentes, pero su paso a Occidente puede provocar una revolución en los mercados.
Impresora 3D: de la producción en masa a la producción en mesa
En 1995 dos estudiantes del MIT, Tim Anderson y Jim Bredt, crearon la primera impresora 3D, capaz de “imprimir” maquetas con volumen a partir de archivos CAD. Trece años después, parece que la llegada de la impresora 3D a los hogares está cada vez más cerca. Hasta ahora, se ha utilizado sobre todo para crear prototipos a nivel industrial, que cada vez son más sofisticados: el sector de la moda imprime zapatos; la biomedicina, prótesis; y otros como el farmacéutico o la arquitectura ya tienen también un pie puesto en esta nueva forma de producción.
Para crear un objeto en 3D, se imprimen las piezas por separado y después se ensamblan. ¿De qué material? Plástico líquido, polvo de arena… En este sentido, la técnica avanza casi a diario y ahora parece que incluso se puede conseguir unir dos materiales distintos en una misma impresión, cuando se utiliza la técnica de impresión por polímeros –naturales, como la seda o la celulosa, o sintéticos, como el nylon–.
Los precios de las impresoras 3D a color oscilan entre 15.000 y 25.000 $; aunque últimamente están apareciendo modelos low cost de baja calidad, que se compran por piezas para ser montadas por el usuario. En España se puede adquirir una de ellas por menos de 1.000 €, pero la diferencia de precio es tan abismal que probablemente los objetos que se vayan a crear lo sean también y el material para imprimir se limita al plástico.
Para dar el salto definitivo a nivel doméstico, la impresión 3D requeriría la unión de dos factores: precios asequibles y un software sencillo para modelar objetos, que pudiera utilizar cualquier usuario medio. Pero independientemente de la rapidez con la que lleguen estas dos premisas, la pregunta clave ya está sobre la mesa: ¿Estamos preparados para la personalización del proceso de producción?
Trasformación radical del mercado
El hecho de que cada consumidor pueda diseñar y crear todo tipo de productos a su medida sin salir de casa, puede suponer una transformación radical del mercado. No es solo una cuestión de reducción de precios; en algunos sectores, por ejemplo, la moda o la medicina –en el caso de las prótesis–, el hecho de imprimir los diseños permitiría adaptarlos al cuerpo de la persona como si se hicieran a medida. Si una persona pudiera escanear su pie y después imprimir un zapato que se adapte perfectamente a él, ¿volvería a comprar en una tienda?
En semejante precipicio aparece además el problema de la propiedad intelectual de marcas y diseñadores industriales, ya que son cada vez más las webs que ofrecen modelos en 3D de objetos domésticos –incluso versiones de las marcas más sofisticadas– para ser imprimidos directamente desde cualquier sitio.
En España, de momento esta actividad no es ilegal, ya que la ley solo penaliza la comercialización de productos copiados, pero no la reproducción de los diseños, a menos que estén patentados. El problema es que Internet no tiene fronteras, y nadie puede impedir a los usuarios descargarse modelos de una página china e imprimirlos, cuando no se van a comercializar.
Como de momento los usuarios no saben diseñar prototipos, algunas webs (http://www.freedomofcreation.com/, http://www.thingiverse.com/) ya están lanzando a la venta sus modelos en 3D para que cualquiera pueda imprimirlos en casa. Las marcas que quieran seguir siendo competitivas deberían hacer lo mismo, porque todo parece indicar que pronto dejaremos de ser consumidores para pasar a “prosumidores”, es decir, productores de lo que consumimos.
Pero el problema de la impresión en 3D no es solo cuestión de propiedad intelectual. El pasado mes se presentó “Liberator”, una pistola que ha creado Cody Wilson, estudiante de 25 años. En teoría, cualquiera que consiga el diseño del arma puede imprimir su pistola en casa y utilizarla con balas de verdad. Pero, en la práctica, conseguir una pistola a partir de los diseños de Wilson no está al alcance de cualquiera. El software es bastante complicado y hay que disponer de una impresora 3D del mismo tipo que la utilizada por el inventor, y que tiene un precio elevado.
Ante las críticas de que está poniendo un arma al alcance de cualquiera, Wilson declaraba en Forbes: “Reconozco que esta herramienta puede ser utilizada para hacer daño a personas. Es lo que es: un arma. Pero no creo que haya una razón para no ofrecerla”.
La disrupción por el bajo precio
Para montar una empresa o generar valor, es necesaria una mínima estructura de negocio, por ejemplo, asegurar el transporte o la comunicación, pero ser empresario no exige ir en Audi o tener el último modelo de iPhone. En países como Bangladesh, Kenia o la India, están apareciendo en los últimos años emprendedores sociales que ofrecen soluciones adaptadas a los consumidores y pequeños empresarios de su país.
Ratan Tata es el empresario indio que saltó a la fama, en 2009, al ofrecer el coche más barato del mundo, por unos 1.500 €[2]. No tiene ningún suplemento, ni aire acondicionado ni dirección asistida[3], ni siquiera es el coche más seguro del mercado –de hecho, la primera versión no superaba el control de calidad de la normativa europea–, pero el Tata Nano no quería competir con otras marcas: “Vi a familias enteras sobre dos ruedas, el padre manejando la scooter, su hijo sentado adelante, su esposa atrás sujetando a un bebé. Me llevó a preguntarme si uno puede concebir una forma de transporte seguro, asequible, para todo tipo de clima, para una familia como ésta”.
Pero cuatro años después, las ventas del Tata Nano no han respondido a las expectativas. Desde el verano de 2009 se han vendido 229.000 unidades, lo cual es menos que la capacidad de producción de un solo año (250.000 previstos al año)[4]. Los analistas dicen que la gente prefiere tener una moto o un coche con más prestaciones, y que el Tato Nano se ha quedado en tierra de nadie. Puestos a comprar coche, el cliente ve con recelo este “quiero y no puedo” de un coche para pobres. Así que ahora la firma planea introducir mejoras significativas, aunque esto eleve el precio.
En cualquier caso, Ratan Tata ha abierto el camino para los automóviles low cost, un nicho de mercado en el que ya están intentando entrar grandes compañías.
Otro ejemplo es la revolución producida por la telefonía móvil, que no solo llega a los países menos desarrollados, sino que es en algunos de ellos donde más valor está aportando. En 2011 el sistema M-Pesa[5] ya contaba con más de 14 millones de usuarios en Kenia, y ahora se está extendiendo a otros países africanos. Se trata de un servicio microfinanciero; una especie de sucursal online que permite depositar y retirar dinero, pagar facturas o hacer transferencias, a través de los teléfonos móviles. Los terminales en este país son muy sencillos, sin embargo, la mayoría tienen conexión a Internet y de esa manera cada persona es su propio cajero automático[6]. Este sistema abre paso a la posibilidad de ahorrar y traspasar dinero, algo que en Kenia antes era minoritario, especialmente en zonas rurales, por la ausencia de sucursales.
Aunque este tipo de productos son revolucionarios, no siempre consiguen entrar en la vida de todos los ciudadanos. Un ejemplo claro es Thermomix, el robot de cocina que hace unos años parecía que acabaría desterrando a ollas, sartenes y hornos y que hoy en día no ha llegado a la mayoría de los hogares, bien por su precio, bien por su modelo de venta directa.
Habrá que ver si éste es un caso aislado o si ser empresario de éxito a partir de ahora ya no consistirá solo en vender, sino en dar con productos disruptivos que sean competitivos en el mercado.
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Notas
[1] El documental Paro0 reúne a directivos de 20 empresas que han contratado bastante gente en 2012 y explican qué perfiles profesionales necesitan y tienen problemas para encontrar. Documental: http://vimeo.com/51805022 Noticia:http://www.abc.es/20121020/sociedad/abci-documental-paro0-201210182136.html.
[2] Lanzamiento del Tata Nano http://elpais.com/diario/2008/01/20/negocio/1200837809_850215.html.
[3] Datos y prestaciones Tata Nano http://es.wikipedia.org/wiki/Tata_Nano.
[4] Ventas Tata Nano tras 4 años http://www.eleconomista.es/ecomotor/motor/noticias/4742675/04/13/Tata-quiere-revolucionar-el-Nano-seguira-siendo-el-coche-mas-barato-del-mundo.html.
[5] Cómo funciona M-Pesa http://es.wikipedia.org/wiki/M-Pesa.
[6] http://opinionator.blogs.nytimes.com/2013/03/13/the-benefits-of-mobile-health-on-hold/.
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