Pensamiento y Cultura, Portada

Ecofeminismo

Muchos de los conceptos que se discutieron en el rechazado borrador constitucional, como el derecho al cuidado, el reconocimiento de los derechos de la naturaleza o principios como la ecodependencia y la interdependencia, tienen una raigambre ecofeminista 4. Luego del rechazo del borrador constitucional, la discusión sobre el ecofeminismo podría parecer ociosa. Sin embargo, estos elementos permean el debate público y se articulan tanto con el discurso ambientalista como con el discurso feminista, razón por la cual conviene analizar la raíz de este concepto.

Pero, antes, ¿qué es el ecofeminismo? El término “ecological féminisme” fue acuñado en 1974 por la feminista francesa Françoise d’Eaubonne, afirmando que en el pasado existió un matriarcado originario que establecía relaciones equitativas entre hombres y mujeres. Con la llegada de la civilización occidental, este matriarcado fue reemplazado por el dominio absoluto de los hombres sobre la naturaleza y sobre la fertilidad de las mujeres, iniciando la era patriarcal 5. De este modo, el ecofeminismo es una corriente de pensamiento asentada desde la década de los setentas, que busca integrar la subordinación de las mujeres y la degradación del medio ambiente como dos fenómenos interconectados.

Con todo, el ecofeminismo nunca ha sido una corriente unitaria. Más bien, se pueden encontrar dos líneas generales de pensamiento6. Por una parte, encontramos el ecofeminismo cultural o espiritual, que busca relevar la afinidad entre las mujeres y la naturaleza. La intuición de fondo es que, debido a la biología de las mujeres y su capacidad de dar vida, éstas están más cercanas a la naturaleza y se pueden identificar
más fácilmente con ella. El cuidado -hacia la naturaleza y hacia los demás- es el eje de esta ética femenina. En cambio, los hombres son racionalistas, por oposición a la intuición femenina, y creen que la razón es superior a la naturaleza debido su habilidad para controlar y transformar el mundo natural, incluidas las mujeres, que son consideradas inferiores.

Por otra parte, encontramos un ecofeminismo de raigambre marxista, que pone el énfasis en la conexión entre la dominación ilegítima sobre la naturaleza y sobre las mujeres. Esta postura “considera que la liga entre la mujer y la naturaleza no radica en una cierta esencia, sino en que, a lo largo de la historia, a la mujer se le ha asignado el cuidado de los hijos y, en el campo, las tareas más elementales de subsistencia”7.

Una de las principales exponentes de esta línea es Vandana Shiva, quien, en una entrevista reciente, señaló que “las mujeres trabajan y cuidan y son políticas importantes porque el capitalismo siempre se ha basado en extraer el trabajo gratuito de las mujeres, que es lo que sustenta todo el edificio. Hoy en día, la economía globalizada extrae cada vez más de los trabajadores, por supuesto, pero sobre todo de
las mujeres”8. Como se puede observar, Shiva aplica la idea marxista tradicional de la apropiación de la plusvalía al trabajo de las mujeres, y lo conecta con la degradación del medioambiente.

Obviamente, el enemigo común de ambas corrientes es “el patriarcado”. Como explica Lizbeth Sagols, “el patriarcado se consolidó como un marco conceptual opresivo que organiza todos nuestros valores y concepciones desde la jerarquía entre superiores (los hombres fuertes y dominantes) e inferiores (la mujeres y todos los otros débiles). El patriarcado es entonces un sistema que impone la lógica de la dominación hacia todos los seres que no son fuertes, poderosos ni dominantes, incluida por supuesto la
naturaleza que para nada busca el poder”9.

Ahora bien, lejos de tratarse de una corriente pacífica, el ecofeminismo ha recibido muchas críticas, incluso desde el propio feminismo. La principal crítica es su carácter esencialista, vinculando la biología de la mujer al cuidado, mientras que el hombre es vinculado a la idea de dominación. Esta idea es problemática, primero, porque atenta contra los esfuerzos del feminismo de desanclar las ideas de género y sexo. Si las mujeres son biológicamente más proclives al cuidado que los hombres, entonces no puede ser cierto que el género es una construcción cultural sin ningún asidero en la biología. Pero, además, el ecofeminismo profundiza los roles de género que el feminismo busca debilitar, fortaleciendo la figura del hombre-dominador y la mujer como cuidadora.

Esta crítica puede dirigirse a las corrientes ecofeministas de tipo espiritual, pero no tanto a las corrientes de raigambre marxista, que sostienen que el rol de cuidado impuesto a las mujeres es una construcción social y no una consecuencia necesaria de su biología. Sin embargo, esta corriente tampoco se salva de la segunda crítica que se suele dirigir contra el ecofeminismo: su tendencia a sobre simplificar los problemas
que aborda.

Esta sobre simplificación adopta dos caras. Por una parte, atribuir al “patriarcado” toda la responsabilidad por la degradación del medio ambiente reduce enormemente la complejidad del problema medioambiental y resulta más útil para buscar culpables simbólicos que para encontrar soluciones. Por otra parte, conceptualizar los problemas de las mujeres como intrínsecamente vinculados al problema medioambiental elimina la infinidad de problemáticas de las mujeres en otros ámbitos de la vida social y
política que no tienen una vinculación medioambiental evidente.

Finalmente, resulta perfectamente posible alertar sobre el daño al medio ambiente y relevar el rol del valor ético del cuidado, tanto a nivel interpersonal como hacia la naturaleza, sin introducir categorías dicotómicas entre hombres y mujeres, ni acudir a una narrativa de dominación y opresión. En este sentido, podemos afirmar que el ecofeminismo es innecesario: uno y otro objetivo -protección del medioambiente
y revalorización del cuidado como dimensión ética fundamental- se pueden lograr sin profundizar los estereotipos de género ni insistir en lógicas antagónicas.

De hecho, la prevención al daño al medio ambiente y la libertad de las mujeres son dos fines que están en plena sintonía con el ideario liberal. En cuanto a lo primero, la proscripción del daño es la principal limitación a la libertad reconocida por los liberales desde los tiempos de John Stuart Mill, de donde fluye la necesidad de proteger al medioambiente. Y respecto a lo segundo, la igualdad fundamental de todos los seres humanos es, desde los tiempos de la ilustración, uno de los pilares fundamentales de la agenda liberal contra toda forma de coacción, incluyendo aquellas que impiden a las mujeres participar plenamente en la vida social.

Lo que es incompatible con el liberalismo, en cambio, es fortalecer los estereotipos de género, imputando sin fundamento empírico el daño del medioambiente a los hombres, al tiempo que se victimiza y se encasilla a las mujeres.

4 https://revistaentorno.cl/entorno/por-que-una-constitucion-ecofeminista/
5 d’Eaubonne, F, “Le féminisme ou la mort”, Femmes en Mouvement, 1974.
6 Cárcaño Valencia, E, “Ecofeminismo y ambientalismo feminista. Una reflexión crítica”, Argumentos (Méx.) vol.
21 N°56 Ciudad de México, ene/abr. 2008.
7 Sagols, L, “El ecofeminismo y su expresión en la filosofía de Karen Warren. Una perspectiva ética”, Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, 2014.
8 https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/vandana-shiva-encuentro-internacional-ecofeminismo antifascista
9 Sagols, 2014

 

Informe preparado por el Programa Política y Sociedad Civil, Libertad y Desarrollo.
Responsable: Rodrigo Ubilla

rubilla@lyd.org

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