Política

Holanda: La UE no aceptará un “no” por respuesta

“Juncker es un hombre de Luxemburgo, un país del tamaño de dos tercios de un estudio de grabación, y, conforme a los acuerdos gregarios de la UE, ocupa el puesto de “presidente” sin nada tan tedioso como que “el pueblo ordinario” tenga que votarle para el cargo. Sus observaciones capturan precisamente la diferencia entre la nueva Europa y la república norteamericana.”

Democracia
Tras la votación del domingo en Francia, los votantes holandeses se preparan
para expresar su opinión el miércoles acerca de la “Constitución Europea”
propuesta. Alentador contemplar la democracia en acción, a pesar de las
histéricas advertencias de la élite europea de que, sin la constitución, el
continente progresará por el camino a Auschwitz. No he visto las papeletas
oficiales, pero la elección parece ser: “Marque la Casilla A para apoyar la
nueva constitución; marque la Casilla B para genocidio y conflagración”.


¡Qué pena!, esta táctica no parece haber funcionado. Así que, un par de
días antes del primer referéndum, Jean-Claude Juncker, el “presidente” de la
Unión Europea, hizo saber a los votantes franceses y holandeses lo mucho que
valora su opinión:

“Si al final del proceso de ratificación, no logramos
solucionar los problemas, los países que hayan dicho No tendrán que plantearse
la cuestión a sí mismos otra vez”, declaró el “presidente” Juncker al diario
belga Le Soir.

¿Entendido?. Usted tiene derecho a votar, pero solamente
si da la respuesta que sus gobernantes quieren que usted dé. Pero no se
preocupe, si no lo hace, le trataremos como [en] una guardería particularmente
atrasada y le seguiremos planteando la pregunta hasta que pille [cuál es] la
respuesta correcta. Ni siquiera los Demócratas de papá-estado más mandones de
América expresan en general su desprecio a la voluntad del pueblo con tamaña
crudeza.

Juncker es un hombre de Luxemburgo, un país del tamaño de dos
tercios de un estudio de grabación, y, conforme a los acuerdos gregarios de la
UE, ocupa el puesto de “presidente” sin nada tan tedioso como que “el pueblo
ordinario” tenga que votarle para el cargo. Sus observaciones capturan
precisamente la diferencia entre la nueva Europa y la república norteamericana.


Enfermo en cama hace un par de semanas, comencé a leer Una declaración
de interdependencia: Por qué debería América unirse al mundo, de Will Hutton, y
lo encontré tan ridículo que pronto estaba dejando mi dedicación y dándome
vueltas la cabeza por el cuarto. Hutton fue una especie de eminencia caduca para
Tony Blair, al menos en su fase pre-belicista pre-caniche de Bush. Hutton es el
amo del difunto lenguaje del estatismo [gobierno central], que distingue al
eurófilo complaciente de un amplio porcentaje de americanos, no todos
Republicanos.

Dicho eso, incluso como euroaburrido liberado, Hutton se
esmera en establecer lo mucho que quiere a América: “Me gustan Sheryl Crow y
Clint Eastwood por igual, me encanta Woody Allen…´´

Apostaría a que al
menos dos de estos entusiasmos son fingidos. En cuanto al tercero, Woody Allen
es el hombre al que recurrió el gobierno francés en busca de asistencia con un
anuncio que pretendía restaurar la imagen de su nación en América después de que
la ira ante el obstruccionismo galo post-11 de Septiembre comenzara a tener
implicaciones comerciales para Francia. En el anuncio, Woody decía que no le
gustaba la noción de rebautizar las patatas francesas [como] “patatas de la
libertad”. Qué será lo siguiente, se preguntaba, ¿beso de la libertad?.


Pese a la nauseabunda imagen mental de Woody besando con lengua [beso
francés], estoy [deacuerdo] con él en ello: Si no te gusta el término “patatas
francesas”, existe una palabra británica perfectamente válida: “[patatas] fritas”. Cubre convenientemente tanto el artículo del menú como lo que los
franceses tienen sobre sus hombros. Que el gobierno francés pudiera pensar que
una aprobación por parte de Woody Allen mejoraría su posición entre el pueblo
norteamericano es en sí mismo un triste testamento del abismo atlántico siempre
creciente. Y que Will Hutton pudiera pensar que su aprecio a Woody es prueba de
su propio pro-americanismo, solo ensancha el vacío otra media milla.


Pero, habiendo esgrimido sus credenciales, Hutton dice que es su “afecto
a lo mejor de América lo que me enfada tanto de que haya acabado tan lejos de
los estándares que espera de sí misma”. El gran euro-pensador no está
argumentando que América esté traicionando a los Padres Fundadores, sino que los
propios Padres Fundadores lo entendieron irremediablemente mal. Él compara las
revoluciones americana y francesa, y decide que la segunda fue mejor porque en
lugar del individualismo radical de las 13 colonias, la [Revolución] Francesa
promovió “un nuevo contrato social”.

Vale, nunca sabes [a qué atenerte].
Puede que los defectos de los Fundadores de América ayuden a explicar por qué
Estados Unidos va tan por detrás de Francia en innovación tecnológica,
crecimiento económico, actuación militar, estándar de vida, etc. Encantado por
esta eurofilia, Hutton insiste en que “todas las democracias occidentales
suscriben una amplia familia de ideas que son progresistas o
izquierdistas”.

Dado que New Hampshire ha sido una democracia contínua
durante dos siglos más que Alemania, esto parece una propuesta dudosa. Sería más
exacto decir que casi todas las naciones europeas suscriben una amplia familia
de ideas que son estatistas. O, en palabras de Hutton, “la tradición europea
tiene mucho más presente que hombres y mujeres son animales sociales y que la
libertad individual es sólo uno de un espectro de valores que genera una buena
sociedad”.

Exacto. Y es la voluntad de subordinar la libertad individual
a lo que Hutton llama “la primacía de la sociedad” lo que ha [hecho] marchitar
al continente durante más de un siglo: el estatismo — o “la primacía de la
sociedad” — es lo que tienen en común el fascismo, el Nazismo, el Comunismo y
hoy la Unión Europea. Imparcialmente, después de los tres primeros, la Unión
Europea parece una forma de enfermedad comparativamente benigna — no un
Blitzkrieg, apenas un Bitzkrieg, una acumulación de tupidas leyes paneuropeas
que sin embargo dan por sentado que el orden natural es un mundo en el que
[hasta] la actividad más nimia es autorizada y constitucionalmente definida por
el gobierno.

Por eso es por lo que Will Hutton se siente inseguro casi
físicamente cuando se encuentra en uno de los puntos del planeta en el que las
virtudes de la religión del estado son cuestionadas.

“En un mundo que es
completamente privado”, dice de América, “perdemos nuestros soportes; privados
de cualquier bagaje público, todo lo que tenemos para guiarnos son nuestros
valores objetivos individuales”. Deplora la Primera Enmienda y echa de menos los
medios de comunicación gubernamentalmente regulados, que en la UE garantizan que
toda expresión pública se encuentre dentro de parámetros aprobados (entre
izquierda y centro-izquierda). “Europa”, explica, “actúa para garantizar que
televisión y radio cumplen los criterios de interés público”.

“Criterios
de interés público” no alude a criterios que el público decide que son de su
interés. Significa que la élite — a través de diversos organismos designados —
decide cuál es el interés del público. Will Hutton es miembro de la élite
europea, de modo que le describe bien. Pero nunca va a alcanzar el nivel de
América — Espero.

Como “presidente” europeo, Juncker [lo] dejó claro a
los electorados francés y holandés: es improbable que una cultura que subordina
la voluntad del pueblo a “la primacía de la sociedad” acepte un No por
respuesta. Y, si ignoras los resultados del referéndum, una ciudadanía frustrada
recurre a otras salidas.

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