El P. Jorge Crisafulli, misionero salesiano en África occidental, una tierra golpeada por el ébola y la pobreza extrema, cuenta sobre la labor desplegada con el apoyo de Manos Unidas.
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Jueves, 08 de junio 2023
El P. Jorge Crisafulli, misionero salesiano en África occidental, una tierra golpeada por el ébola y la pobreza extrema, cuenta sobre la labor desplegada con el apoyo de Manos Unidas.
Cuando un católico desea desarrollar una obra social en un país islámico, la prudencia le aconseja hablar primeramente con los líderes religiosos locales. En una ciudad del norte de Nigeria, el P. Jorge Crisafulli, inspector de los salesianos en el África occidental anglófona, tuvo su propia experiencia: el imán le advirtió severamente que “nada de conversiones”, a lo que él respondió que solo les interesaba instalar una escuela técnica para facilitar la inserción laboral de los jóvenes. Y el rostro de su interlocutor cambió.
El sacerdote argentino, que reside en Ghana, pero que debe atender también la labor en Liberia, Sierra Leona y Nigeria, está convencido de que “hay que ir a África”. Allí, con la colaboración de Manos Unidas, los seguidores de Don Bosco llevan adelante proyectos de educación y protección a niños de la calle, de informatización de centros escolares, de reinserción de los menores que han estado en la cárcel —en ocasiones por simple capricho policial—, de atención a los afectados por el ébola…
— ¿Es muy difícil misionar en un ambiente mayoritariamente islámico?
— Sierra Leona es mayoritariamente musulmana. Allí tenemos cinco escuelas primarias, dos de ciclo básico, y una superior agrícola en la capital, Freetown, y el programa Don Bosco Fambul para los niños de la calle, además de una nueva misión en una zona rural.
El contexto es musulmán, pero son moderados. Han aceptado a los cristianos, aunque con ciertos límites desde el punto de vista educativo; pero siempre hemos peleado por que el liderazgo de nuestras escuelas sea asunto nuestro. Nosotros ofrecemos un testimonio de vida, tal vez sin proclamar abiertamente a Cristo. Nuestras comunidades son a veces de 200 personas; grupos minoritarios, pero respetados. En Sierra Leona dices “Don Bosco”, y tienes un montón de “privilegios”, por lo que hemos hecho en el campo educativo y social con los niños de la calle y con chicas marginadas.
Creo que el punto de diálogo con el mundo musulmán, de parte de un misionero, debe ser el tema educativo, el de la formación en los valores, de los que algunos son comunes a las dos religiones. Trabajamos más con aquello que nos une que con lo que nos separa. Es algo que he aprendido en África: que trabajando sobre lo positivo se puede caminar juntos.
— Una noticia constante, en su zona geográfica, ha sido la epidemia de ébola. Un reto más…
— El ébola nos encontró sin preparación alguna. Los gobiernos, sin infraestructura sanitaria, con muy pocos médicos, y sin equipamiento para una enfermedad de este tipo. Han muerto casi 500 profesionales y técnicos de la salud. Muchos, muchísimos.
— ¿Ha visitado los campamentos?
— Sí. Hemos obtenido permisos para pasar a las zonas de cuarentena y hemos podido llevar comida a pueblos, a comunidades religiosas aisladas que no tenían alimentos, y que nos llamaban y nos pedían una bolsa de arroz para poder comer.
En la nueva situación, nos dimos cuenta de que había que educar a la gente, para que supieran cómo evitar el contagio. Lamentablemente, la cultura local no ha ayudado mucho, por el tema del funeral, de la forma de tocar y preparar los cuerpos, más el asunto de la sexualidad —una de las vías de contagio—, que es particularmente activa en África. Hemos trabajado mucho en prevención, en educación.
También tenemos el problema de los niños huérfanos del ébola. Con más de 500 niños huérfanos en Sierra Leona, el gobierno solicitó nuestra ayuda, organizamos una escuela y comenzamos a recibirlos; al principio, de manera un poco indiscriminada, porque venían con certificados de “libre de ébola”, en grupos de ocho, pero uno murió antes de llegar, y creamos una zona de cuarentena. Pasan 21 días ahí, con enfermeras que han superado la enfermedad, y gracias a Dios no hemos tenido ninguna otra experiencia negativa. La idea, una vez sanos, es reunificarlos con su familia, y contamos con 60 asistentes sociales que van a la región, a la aldea donde el niño ha quedado huérfano, y hacen contacto con algún pariente.
— Comentaba usted algunos intentos de quitarles a los niños sus propiedades…
— Sí. Para nuestra sorpresa, algunos son acusados de brujería, de haber matado a sus padres, y les quitan todo: casas, terrenos, plantaciones… Hemos tenido que contratar abogados, porque hay personas que quieren quedarse con las propiedades que pertenecen a los chicos huérfanos. Es un tema serio.
— ¿Es fluida la relación de la obra salesiana con las autoridades de estos países?
— Es muy cordial, por lo general. Ellos no nos ofrecen ayuda económica, pero les pedimos tierras para levantar estructuras para escuelas, para alojar a niños de la calle, y colaboran muchísimo.
— Pero el alto nivel de corrupción puede ser un freno a cualquier proyecto social.
— ¿Corrupción? ¡De arriba abajo! Al principio nos preguntábamos —pues había promesas de millones de euros y de libras esterlinas para luchar contra el ébola— dónde estaban las carpas de cuarentena y los hospitales, los equipamientos.
— ¿Pereza de los donantes o dinero que se desviaba localmente?
— Pienso que esto último. Hacen falta monitoreos más precisos de parte de los organismos internacionales y de los donantes, porque a veces ofrecen ayuda de Estado a Estado, pero no hay control sobre si las cosas efectivamente se hacen.
La corrupción está dondequiera: en la policía que golpea a los niños en la calle y les quita lo que han juntado durante el día; en las escuelas, cuando una niña ofrece sexo a cambio de notas. Es una violencia institucionalizada, aceptada por todos.
— ¿La han denunciado ustedes, o evitan ser “ásperos”?
— Hay que tener cuidado, pues la corrupción en Sierra Leona es terrible. Ha habido un niño de la calle al que la policía le había fracturado un brazo. Hemos llamado a la BBC, a todos los medios, a nuestros partners, a los salesianos, a trabajadores sociales, a gente del gobierno y a los niños sin hogar, y les dimos la palabra a los chicos, para que nos contaran sus experiencias en las cárceles, en la calle, todo lo que les sucede, y ha salido en los medios.
Te cuento otro caso: el de una niña, tirada bajo un puente a 20 kilómetros de Freetown, en medio de la lluvia. Nos llamaron a las 2 a.m. Estaba desnuda, inconsciente, sangrando. Intentamos salvarla, pero murió a los dos días. Abrimos entonces el programa “Laura Vicuña” (1), para asistir a este tipo de casos, para que las niñas puedan llamar, a través de una hotline, a asistentes sociales, psicólogos, y entonces las sacamos del ambiente de peligro. Hoy muchos dicen: “Cuidado con Don Bosco, porque si te metes con las niñas te mandan a la corte y te meten en prisión”.
— ¿Y “Don Bosco” no tiene cuidado de amenazas?
— Hubo un incidente con un individuo que había abusado de su sobrina, y pusimos un dispositivo de seguridad, tres mujeres que impidieran el paso al centro de acogida de la niña. Lamentablemente, este hombre se hizo paso y le propinó tres puñaladas al director, un salesiano. No fue demasiado grave, pero hemos tenido que incrementar la seguridad, cambiar de compañía y poner seguridad masculina.
— Yo siempre digo que “Don Bosco es para África, y África para Don Bosco”, porque está llena de niños. Nuestra apuesta es la educativa. La única manera de transformar ese continente es con los africanos, desde adentro, con la educación. No es solo dar tabletas para los problemas inmediatos, sino luchar contra las causas de la pobreza. Un joven bien educado no va a seguir la orden de Boko Haram de ponerse un cinturón y hacerlo explotar en un mercado o en una institución educativa.
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(1) Religiosa chileno-argentina, nacida en 1891 y fallecida antes de cumplir los 12 años, en 1904. Fue beatificada por Juan Pablo II en 1988. (N. de la R.)
Manos Unidas: “Decrece la ayuda al desarrollo, pero nadie se manifiesta”Alguna vez hubo manifestaciones en las calles españolas para que la Ayuda Oficial al Desarrollo ascendiera al menos al 0,5% del PIB. “Pero ahora ha caído al 0,17% y no pasa nada”, ha apuntado Soledad Suárez, presidenta de Manos Unidas, en la presentación de la Campaña 56 de esa asociación católica, dedicada a la ayuda, la promoción y el desarrollo de los países del sur. Según trascendió, en 2014, Manos Unidas aprobó 608 proyectos —más de un tercio de ellos, en educación— por valor de 47 millones de euros. En su Manifiesto 2015: “Luchamos contra la pobreza, ¿te apuntas?”, la organización ofrece cifras sobre el grado de cumplimiento de los Objetivos del Milenio, que tenían su horizonte en este año, y observa que “aún queda mucho por hacer”. En lo que los gobiernos se desperezan, Manos Unidas sigue trabajando. Precisamente, una de las iniciativas que se abordó durante el lanzamiento de la Campaña 56 en Madrid, fue la labor de la Congregación de las Adoratrices Esclavas del Santísimo y la Caridad, en la India. Una religiosa, Caridad Paramundayil, subrayó el apoyo financiero de Manos Unidas a varios proyectos en marcha en cuatro estados del país asiático, destinados a rescatar y rehabilitar a mujeres víctimas de la prostitución forzada y a sus hijas, así como a formarlas laboralmente y promover su independencia económica. |
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