América, Economía y Sociedad

Las consecuencias del multiculturalismo de Estado

Cuestionar el multiculturalismo no significa ser antiinmigrante o racista.

Es casi la norma ya ver diariamente en los grandes medios de comunicaciones tradicionales y sociales, la histeria colectiva de la elite política y la prensa nacional respecto a la candidatura a la presidencia de Donald Trump. Es una candidatura que ha fomentado debate sobre las circunstancias que dieron viabilidad a la misma. Muchos cuestionan la prominencia en los medios de la política migratoria de Trump y ponen mucho énfasis en que eso es un fenómeno único de Estados Unidos. Sin embargo, esta forma de pensar revela la falta de un análisis más profundo.

No es un fenómeno americano. Es mundial. Se debe a muchos factores como la economía, la falta de confianza en los políticos y otros factores, pero yo lo adscribo mayormente al fracasado proyecto del multiculturalismo.

Sin embargo, para miles de personas la enorme cantidad de inmigrantes que está llegando a Estados Unidos y Europa, por ejemplo, ha desatado un debate sobre si verdaderamente la inmigración en masa es algo positivo para una sociedad. Sólo piense en algún pueblo con 500 habitantes al que de pronto llegan 4,000 extranjeros. Eso está sucediendo mientras Ud. lee este artículo. La reacción popular al concepto impuesto por las élites sobre este espinoso tema ha resultado entre otras cosas, en protestas ciudadanas y en el surgir de partidos con ideologías antimigratorias. Estas organizaciones siguen expandiendo cada vez más su base electoral por la falta de consideración de las élites con sus ciudadanos acerca de las consecuencias del multiculturalismo patrocinado por el Estado.

La teoría general del multiculturalismo plantea que en nuestra sociedad se debe tratar a toda cultura por igual y el gobierno será el poder organizador para que reconozcamos, afirmemos y promocionemos las diferencias culturales. Los multiculturalistas argumentan que los individuos pertenecen a culturas sociales individuales y estos actores buscan preservar esa cultura, aunque choque con los valores de la nación en la que viven.

Aunque el verdadero conservador mire con sospecha la ideología del multiculturalismo, eso no quiere decir que esté en contra de la inmigración o de los inmigrantes. Más bien, el conservador cree que se debe promover una identidad unificadora de la población en la que se promueve el respeto a las tradiciones y costumbres que sostienen a la sociedad.

En la versión elitista del multiculturalismo tenemos ahora una situación en la que los ciudadanos dejan de tener identidad cultural propia y se les empuja a favorecer la foránea – o si no, se es racista. Ya no hay nada cultural que nos una. Y es que el propósito del multiculturalismo es reforzar las divisiones culturales dentro del país, porque la élite no puede ponerse de acuerdo en lo que es la cultura que unifica a la sociedad. Es también de destacar que estas políticas del multiculturalismo en realidad limitan las libertades de las minorías étnicas porque las mantienen dentro de un enclave cultural y geográfico fijo.

Las fracturas políticas creadas debido a las ideas del multiculturalismo han resultado en la desunión que vemos ahora en muchas naciones, produce una falta de identidad nacional ya que muchos de los defensores del multiculturalismo ven la propia cultura de su país en forma negativa. Es allí donde están las raíces de nuestra división y del surgimiento de voces que se resisten a aceptar calladamente lo que las élites prescriben o directamente imponen.

Cuestionar el multiculturalismo no significa ser antiinmigrante o racista. Personalmente pienso que una inmigración ordenada es algo positivo, sobre todo en el terreno económico. Pero no es papel del Estado estar promocionando políticas multiculturales. Sí es su papel hacer respetar nuestras leyes, instituciones, cultura y costumbres que promueven la unidad de la sociedad y la creación de una identidad nacional. Ese papel es distinto del que el ser humano individual y voluntariamente busque promocionar. Ese aporte individual sí nos enriquece como sociedad y nos recuerda lo valioso que es para nuestra sociedad el aporte que otras culturas ofrecen a nuestra identidad nacional. La política del “melting pot” (crisol) ha funcionado siempre mejor que la de la “salad bowl” (‘ensalada mixta’ o ‘cada uno por su parte’). El crisol representa la lenta mezcla de culturas que representa la identidad estadounidense. La historia de Estados Unidos es la de un exitoso crisol, ¿cuándo nos convertimos en ensalada mixta?

© Libertad.org

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