Política

Logros y frustaciones de la Cumbre de la ONU

Terminó la Cumbre Mundial de presidentes organizada por la ONU sin reformas profundas y que dejan todo igual que antes.

Editorial
La Cumbre Mundial de la ONU culminó ayer en medio de decenas de discursos que no aportarán mucho al propósito inicial de sentar las bases para los siguientes 60 años de las Naciones Unidas. El sospechado secretario general Kofi Annan reconoció que las irreconciliables diferencias entre los estados miembros bloquearon las reformas cruciales que requiere una organización que es más conocida por sus escándalos de corrupción que por sus modestos logros materia de terrorismo y pacificación.

El final de la cumbre no podía haber sido más grotesco. El saliente presidente de la Asamblea General, el gabonés Jean Ping, dio por aprobado un proyecto final de reformas negociado a última hora por un grupo de 12 países y con inmediata aceptación de Estados Unidos y la Unión Europea. Tal proyecto fue denunciado por ilegal y nulo por varios países liderados con la voz cantante del venezolano Hugo Chávez, quien lo declaró carente de validez en medio de aplausos aprobatorios del plenario.

El documento tampoco daba para más: su verborrea políticamente correcta condenaba lo obvio –el terrorismo, la pobreza…- y se planteaba objetivos muy promisorios pero de difícil cumplimiento. En la Resolución del Consejo 1624, los líderes condenaron en los más fuertes términos todos los actos de terrorismo con independencia de su motivación, cuando y por quien sean cometidos, como una de las más serias amenazas a la paz y la seguridad y reafirmaron “la imperativa necesidad de combatir el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones por todos los medios, de acuerdo con la Carta de Naciones Unidas”.

También se hacía un elogio desmesurado de la ayuda al desarrollo proponiendo el compromiso de que los países más ricos aporten ayudas por un 0,7% del PIB. Pero durante esta reunión ha quedado en evidencia que ninguna de esas metas serán alcanzadas en el plazo previsto, sino en un período que pudiera fluctuar entre el 2100 y el 2215.

La declaración sobre desarme y no proliferación atómica fue completamente descartada por la razonable oposición de Washington a complacer los deseos iraníes y norcoreanos. La cita no arrojó novedades sobre la postura de Irán de rechazar un acuerdo para detener el enriquecimiento de uranio, vital para elaborar armas nucleares, y sirvió sobre todo para que Annan y los interlocutores europeos conocieran en vivo y en directo el fundamentalismo del presidente iraní. No salieron drefraudados. En una entrevista en paralelo a la cumbre mundial de la ONU, Ahmadineyad ofreció la posibilidad de que Irán comparta con otros países islámicos su tecnología nuclear, un discurso sin precedentes en el régimen teocrático iraní.

En cuanto a los derechos humanos, los discursos solemnes fueron reemplazados por comités de investigación, redacción de actas de compromiso y toda una serie de burocracia sensiblera que ayude a olvidar lo más pronto posible el fracaso estrepitoso de la ONU en Darfur y Níger, por nombrar dos casos recientes.

Párrafo aparte merece la fracasada puesta en escena de la cándida Alianza de Civilizaciones presentada por Rodríguez Zapatero que contribuyó a esa atmósfera tan romántica e idealista con sabor a Mayo francés que se pierde en el universo de las promesas dejando la cosas igual o peor que antes.

En suma, un fracaso absoluto al cual contribuyeron 170 mandatarios de todo el mundo y donde se reveló que los problemas que afronta el mundo le quedan muy grandes.

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