Economía y Sociedad, Europa

Los musulmanes dan la cara en Francia

El Tribunal de Estrasburgo justifica que el burka no tiene lugar en Francia. ¿Y los colegios musulmanes?


 La presencia de musulmanes en Francia ha crecido tanto a lo largo de las últimas décadas que es hoy la segunda religión del país, tras el catolicismo. Sin embargo, la sociedad no acaba de aceptar la presencia de signos externos confesionales, que afectan sobre todo a las mujeres. En realidad, algunas de esas manifestaciones responden más a tradiciones de ciertos países que a exigencias religiosas.

Se ha recordado así, a raíz de la sentencia dictada el pasado 1 de julio por el Tribunal Europeo de Derechos humanos, constituido en Gran Sala, contra la que no cabe apelación. La Corte de Estrasburgo desestimó una demanda presentada en 2011, justo cuando entraba en vigor en Francia la prohibición legal del velo integral –el niqab o el burka– en espacios públicos. Para los jueces, aunque ese criterio jurídico afecte directamente a mujeres musulmanas, no significa restricción a la libertad religiosa, puesto que se trata de una cuestión de orden público: evitar la utilización de un tipo de ropa que implica la ocultación del rostro de quien lo utiliza.
Se trata de algo distinto del velo islámico ordinario, que cubre la cabeza de la mujer. También sobre este acaba de pronunciarse el Tribunal francés de Casación, que confirmó el 25 de junio el “despido por falta grave” de una empleada musulmana de una guardería, empeñada en trabajar con velo. El asunto alcanzó gran notoriedad, porque la ley de 15 de marzo de 2004 prohíbe el uso de símbolos religiosos ostensibles en las escuelas públicas. Pero se trataba de si era aplicable o no el reglamento de régimen interior de una guardería privada.
Para el Tribunal de Derechos Humanos la prohibición del burka no afecta a la libertad religiosa

Pocas musulmanas ocultan el rostro

Antes que Francia, las autoridades académicas de la conocida Universidad Islámica de Al Azhar, en Egipto, rechazaron el velo integral en 2009, ante la imposibilidad de comprobar la identidad de las estudiantes que acudían a los exámenes con niqab. En otro contexto, Kuwait prohibió a las mujeres conducir con niqab, por razones de seguridad vial. Hasta Arabia Saudita lanzó una ofensiva contra esa prenda femenina, después del descubrimiento de que terroristas islámicos lo utilizaban como medio de camuflaje o para eludir controles policiales.

Para justificar esas decisiones, se subraya que el niqab se prescribía a las esposas de Mahoma, en cuanto “madres de todos los fieles”, pero no a ninguna otra mujer. La gente “tiene el derecho de reconocer la identidad de la persona con que debe tratar, para no ser engañada”. Como señala un jurista iraquí, Ahmad al Qubaisi, “mostrar el rostro en público está permitido por el Islam, y se impone por exigencias laborales”.
En esa línea, Francia argumentó ante la Corte europea que la ley de 2010 no prohibía el burka ni el niqab, sino cualquier prenda o accesorio que ocultara el rostro de una persona, como un casco de moto o un pasamontañas. En la práctica, se trataba más de un símbolo que de una necesidad social, pues, al parecer, no llegan a dos mil las mujeres que usan esos vestidos en Francia.

La negativa al concierto de un centro educativo musulmán

Más grave parece la decisión administrativa de no conceder contrato de asociación –equivalente a los conciertos españoles– a centros docentes de orientación musulmana. Así sucedía a finales de curso en Versalles, respecto del Institut de formation de Saint-Quentin-en-Yvelines. Las autoridades civiles invocaron razones de escasez de presupuesto para justificar su decisión.
A un centro educativo musulmán, que cumplía las condiciones, se le ha negado el contrato de asociación con el Estado
Ese establecimiento escolar comenzó en septiembre de 2009; atiende ahora a unos cien alumnos de nivel semejante a la ESO, con quince profesores a tiempo parcial. Aplican los programas oficiales, con un suplemento de educación religiosa. A falta de subvención pública, las familias deberán desembolsar unos 3.500 euros al año por cada alumno. Lógicamente, estudiantes y profesoras pueden usar el velo islámico, de acuerdo con el “carácter propio” del centro, reconocido en las normas generales sobre contratos de asociación.
Se trata, por otra parte, de uno de los pocos colegios musulmanes con cinco años de existencia, condición esencial para establecer el contrato con el Estado, que tienen ya los liceos musulmanes Averroes (Lille) y Al Kindi (Décines, Rhône). El director afirma que, tras las correspondientes visitas, los inspectores de la educación nacional emitieron un dictamen favorable sobre instalaciones, material pedagógico y nivel de conocimiento de los alumnos; nada habrían observado sobre insuficiencias educativas o éticas.
Los proyectos educativos musulmanes se inspiran en el modelo de la escuela católica con contrato de asociación. Está en marcha una treintena de iniciativas en esa línea. Actualmente, solo funcionan unos veinte centros musulmanes, que escolarizan a dos mil alumnos. La diferencia es ostensible respecto de las nueve mil instituciones católicas (unos dos millones de alumnos), pero queda también lejos de las 280 escuelas promovidas por la comunidad judía, con alrededor de 30.000 estudiantes.
Como es natural, los directivos musulmanes cuentan con someterse a los programas oficiales y aceptan el control de las autoridades administrativas. Señalan también el riesgo de que, a falta de conciertos, surjan modelos cerrados que pueden ser más peligrosos para la República, por centrarse en la religión, no en la cultura.
En el fondo, está en juego la inserción en los países
europeos de la cultura de origen musulmán. No será fácil, como se ve, lograr el equilibrio entre un multiculturalismo incondicionado y posibles intolerancias ideológicas y políticas. Pero parece rechazable toda idea de islamofobia, menos aún ante el clamoroso silencio de los responsables islámicos respecto de sus hermanos en la fe que destruyen violentamente vidas y lugares de culto cristianos en Oriente.

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