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Querida burbuja inmobiliaria

La mayoría de los españoles vive en piso propio, come lo necesario, tiene escuelas, hospitales y numerosos servicios que los sitúan en el primer mundo.
 
Una sociedad rica y moderna –a saber por cuánto tiempo, tal como van las cosas– que estaba sostenida por una tramoya flotando sobre numerosas burbujas como la inmobiliaria, a la que ahora se culpa de todos los males.

Si uno de los globos falla muchos otros pueden explotar en cadena o por simpatía y llevan a la pobreza.
 

Estamos en crisis porque quebraron los instrumentos internacionales del crédito que iban básicamente al despreciado ladrillo; además, este Gobierno se creyó más rico de lo que era, de lo que presumía como un caso faisán.
 
Ocurrida la catástrofe, se trató de evitar que explosionaran otras pompas poniéndoles parches, como ayudas al consumo.
 
Así se mantiene la burbuja del automóvil, del que viven en España 1,7 millones de personas trabajando en once factorías y los servicios relacionados. Sólo en 2007 llegaron a fabricarse 2,8 millones de vehículos.
 
Como consecuencia del desastre inmobiliario, se venden muchos menos coches, y esos 1,7 millones de trabajadores compran menos bienes de todo tipo, pisos, ropa, comida, calzado.
 
E igual todas las demás actividades, que hunden unas a otras: menos bienestar, mayor malestar, pobreza, desempleo galopante.
 
Imaginemos que hacemos explotar la burbuja de los coches. Cerrarán las fábricas y funcionarán durante décadas los vehículos actuales, como los cubanos desde 1960. Millones de personas sin trabajo mientras alargamos la vida de todo producto que poseyamos.

Seríamos Cuba. Nada de sociedad de consumo, nada de renovar nuestros bienes.
 

El mundo soñado por los altermundistas y los progres-progresís, los verdaderos antiprogresistas. Todos vagueando perennemente, la Revolución de los Haraganes dando vivas a Castro-Chávez.
 
Afortunadamente, nuestro bienestar se basa en el consumo, por lo que, o volvemos a esa Edad de Piedra de Fidel o, ¡querida burbuja inmobiliaria, vuelve pronto! ¡Cuánto te añoramos!

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