Política

Reagan ha muerto. ¡Viva Reagan!

Al asumir como presidente, Ronald Reagan afirmaba: “Antes se sostenía que el Estado era la solución; hoy sabemos que el Estado es el problema”.

Lorenzo Bernaldo de Quirós
Su elección fue el comienzo de una nueva etapa en la historia política de
Norteamérica y del mundo. En el frente interno supuso una ruptura con el
“consenso socialdemócrata” que con presidentes demócratas y republicanos había
dominado la escena desde el New Deal; en el exterior, el comienzo del fin del
Imperio Soviético y la extensión de los ideales del capitalismo democrático por
todos los rincones del planeta. Desde ambas perspectivas, su presidencia es
junto a la de Roosvelt la más importante del Siglo XX. Después de R.R. nada fue
igual. Pero esa “presidencial divisoria” como se la saludó desde el Wall Street
Journal trascendía a su propia figura. Era la culminación de una revolución
cultural, económica y ética que se había iniciado antes de su acceso a la Casa
Blanca y que en buena medida continuó tras él.

Reagan fue el restaurador
del sueño americano que se había convertido en una verdadera pesadilla después
de la “derrota interior” del Vietnam, de la crisis moral y nacional que supuso
el caso Watergate y de los años de impotencia y debilidad de la Administración
Carter. El mensaje reaganiano no sólo rechazaba la etapa anterior, que
simbolizaba la decadencia, sino también una restauración de los ideales que
fundaron e hicieron grande a América. A su amparo resurgió el espíritu pionero
de un país entendido como el resultado de la libre aventura individual, del
triunfo sin más ayuda que el esfuerzo y la imaginación creadora. El “Gran
Comunicador” fortaleció los lazos del liderazgo y de la filosofía política
nacionales con la América profunda que cree en Dios, en los valores morales, en
la familia, en la libre empresa y en el compromiso de la gran república con los
ideales de la libertad y de la democracia como un sistema de convivencia de
valor universal.

Reagan realizó una síntesis magistral entre la
tradición y la modernidad y esa fue en buena medida la consecuencia del profundo
cambio intelectual que se produjo en los EE.UU. Desde finales de los años
cincuenta de la pasada centuria, se libró una verdadera batalla ideológica en el
escenario cultural americano con un resultado: la derrota de la hegemonía de la
“intelligentsia” progre que había legitimado, inspirado y predicado la extensión
del Estado en la sociedad norteamericana y la resignación ante la expansión
soviética. Fundaciones como el Cato Institute, la Hoover, la Heritage, el
American Entreprise Institute, revistas como Public Interest o Commentary fueron
los laboratorios de creación y difusión de ideas que permitieron modernizar el
discurso de la derecha norteamericana y suministraron a R.R. el arsenal teórico
y práctico para sus dos mandatos presidenciales.

Cuando Reagan llegó al
poder, la URSS alcanzaba su punto de máxima influencia mundial. Ahora casi nadie
se acuerda, pero los soviéticos controlaban a finales de los setenta la mitad de
Europa, casi toda África, Afganistán, Vietnam, Camboya, Laos, Nicaragua o Cuba y
la mayoría de los países del Medio Oriente estaban ligados a la Unión Soviética
por pactos de asistencia mutua. En aquel momento, la expansión del comunismo
parecía imparable pero Reagan lo consiguió. Sustituyó la estrategia de
distensión, que fue aprovechada por los rusos para extender su esfera de acción,
por una de confrontación ideológica y económica con el Imperio del Mal
convencido de la superioridad moral y material del mundo libre. Su carrera
armamentista, incluida la Guerra de las Galaxias o el despliegue de los misiles
Pershing y Cruise en Europa, dejó exhausta a la Unión Soviética. La caída del
Muro de Berlín en 1989 es una consecuencia directa de la presidencia de
Reagan.

La reaganomics constituyó una vuelta a los principios del
liberalismo económico clásico. Cuatro fueron sus aportaciones básicas en ese
terreno: la drástica reducción de la inflación, la introducción de políticas
económicas de oferta, la liberalización de actividades productivas básicas, la
reducción de los impuestos y su apuesta decidida por el libre cambio. La
aplicación de ese conjunto de principios provocó el ciclo expansivo más largo
protagonizado por la economía norteamericana desde el final de la Segunda Guerra
Mundial hasta el iniciado en los noventa del siglo XX que es, en buena medida,
herencia de las reformas estructurales introducidas por RR. Las ideas centrales
de la reaganomics, esto es, la creencia en la estabilidad macroeconómica, en la
libertad de mercado y en la apertura exterior han marcado desde entonces la
agenda de la política económica mundial.

Con Reagan desaparece una de
las figuras más importantes e influyentes de la pasada centuria. Sus ideas, sus
políticas y su liderazgo ayudaron a cambiar el mundo hacia mejor. Su optimismo y
su fe en la libertad política y económica como los medios más eficaces para
hacer un mundo más próspero y más libre son su mejor legado. Dios salve a
RR.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International
Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.

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