Política

RESOLVIENDO LA TRAMPA-22 EN IRAK

Christopher Preble analiza la situación en Irak haciendo un paralelo con la clásica novela de Joseph Heller Trampa-22.

Christopher Preble
La mayoría de personas reconocen una trampa-22 cuando la ven, incluso entre
aquellos que nunca han leído la clásica novela de Joseph Heller. Pero vale la
pena repasar el predicamento del Capitán Joseph Yossarian porque los detalles
son ilustrativos para entender los apuros que está sufriendo actualmente EE.UU.
en Irak.

Yossarian es un bombardero en la Segunda Guerra Mundial que
sufre un cargo de conciencia. Cuando se acerca al oficial médico del escuadrón,
le pide que sea relevado de su deber, dada su abrupta demencia. El doctor le
dice que el reconocimiento de que su conducta —arriesgando su propia vida para
lanzar bombas sobre gente inocente—es demente revela que él está cuerdo.
Cualquier persona cuerda, razonablemente pediría ser relevado de tal deber, pero
solo a una persona realmente demente se le daría de baja. La solución: regresar
al avión y echar más bombas. Eventualmente, se le dice a Yossarian, usted va a
volar suficientes misiones para ganarse el regreso a casa—excepto por el hecho
de que el ejército sigue incrementando el número de misiones requeridas para
poder regresar a casa. Yossarian se queda en Italia, tirando más bombas, a
medida que sus compañeros de escuadrón son asesinados, “desaparecidos”, o
pierden la razón.

La trampa-22 es una situación en que no se gana. Por lo
tanto, mientras nos mantengamos en esa situación, uno no puede ganar, no importa
lo que uno haga. Ese es el caso en Irak. Por un lado, Estados Unidos es
responsable de asegurar la seguridad de los iraquíes, incluyendo la tarea de
matar o capturar a aquellos que preferirían que el país se mantenga en un estado
de anarquía. Por otro lado, cada vez que EE.UU. trata de llevar a cabo su tarea,
esas acciones amenazan o hacen daño a algunos individuos que no están
relacionados a la insurgencia. Por lo tanto, la trampa-22 es: EE.UU. tiene que
hacer daño a los iraquíes para poder liberarlos.

Hay algunas similitudes
con la experiencia sufrida en Vietnam, cuando la meta de “ganar los corazones y
las mentes” fue eventualmente desfigurada y reducida a la absurda proposición de
que “tenemos que destruir la villa para poder salvarla”.

Pero el problema
de ganar los corazones y las mentes no es único de los militares estadounidenses
y sus tácticas. Todo país que invade a otro tiene que lidiar con las
insurgencias, los rebeldes y las resistencias. No importan las nobles
intenciones del invasor. Cuando Napoleón envió tropas a tierras extranjeras, él
dijo que los franceses venían a liberar al pueblo de la opresión absolutista, y
por lo tanto los nativos deberían de aceptar a los combatientes extranjeros como
libertadores. No funcionó de esa manera. Los españoles, quienes introdujeron el
término “guerra de guerrillas”, y después los rusos, visualizaron a la Francia
Napoleónica como un imperio invasor que justificaba la expansión territorial
encubriendo sus acciones bajo el lenguaje de la liberación. Ellos se resistieron
y eventualmente lograron que los franceses salgan de sus países y Napoleón del
poder.

Una notable y creciente mayoría de iraquíes desean que las fuerzas
estadounidenses se retiren de su país. De acuerdo con una encuesta realizada en
abril, antes de la insurrección en Fallujah, las batallas contra la milicia de
Moqtada al-Sadr y las revelaciones de Abu Ghraib, el 57 por ciento de los
iraquíes querían que la ocupación termine inmediatamente en el plazo de unos
pocos meses, y un 67 por ciento creía que los ataques contra las fuerzas de la
coalición estaban justificados al menos en algunas ocasiones. Esto nos lleva de
regreso a Yossarian. Lo que él no podía hacer—terminar la guerra—era la única
cosa que lo hubiera podido liberar de la trampa-22. Por otro lado, los
funcionarios estadounidenses siempre han mantenido la habilidad de terminar la
guerra en Irak. Aunque cada día se vuelve más y más difícil, todavía no es
demasiado tarde para terminar las operaciones militares en Irak de forma tal
que, aunque dolorosa en el corto plazo, nos permitirá ser capaces de luchar
contra Al-Qaeda y otros terroristas – una victoria estratégica en el corto
plazo.

La forma más simple y efectiva para socavar la aseveración de
Osama bin Laden de que ha “derrotado” a Estados Unidos expulsándolo de Irak, es
re-dirigiendo esos mismos recursos –militares, diplomáticos y económicos—contra
él. Es difícil de filmar videos para ser difundidos globalmente cuando caen
cerca de uno bombas y mísiles cruceros (Claro, sería de mucha ayuda si
supiésemos donde esta él). Los líderes políticos en los dos partidos entienden
la amenaza impuesta a Estados Unidos por el terrorismo. Ellos saben que la
presencia de las fuerzas de EE.UU. en Irak está enardeciendo alrededor del mundo
los sentimientos anti-estadounidenses. Reconocen que esta ira y resentimiento
alimenta los propósitos malignos de bin Laden, facilitando el reclutamiento de
terroristas. Sabiendo todo esto e insistiendo en llevar a cabo una estrategia
perdedora… eso es demencial.

Christopher Preble, Director de Estudios
de Política Exterior en el Cato Institute, es también director del Grupo
Especial de Trabajo de Cato, el cual ha publicado recientemente el reporte:
“Exiting Iraq: Why the U.S. Must End the Military Occupation and Renew the War
Against Al Qaeda.”(Desocupando Irak: Porque EE.UU. debe terminar la Ocupación
Militar y Reiniciar la Guerra contra Al Qaeda).

Traducido por Nicolás
López para Cato Institute.

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