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Alberto Medina Méndez

Alberto Medina Méndez

Venezuela y el silencio atronador de los cómplices

A estas alturas casi nadie discute la naturaleza despótica del autoproclamado gobierno de Nicolas Maduro. Las ausencias de los principales lideres del mundo occidental durante la ilegítima asunción de un nuevo periodo fueron bastante elocuentes y una señal inconfundible para la gente de bien.

Se ha dicho mucho al respecto, pero se podría concluir que existe un consenso muy generalizado, como nunca ha ocurrido en el pasado, de que Venezuela vive un proceso burdamente autocrático que no encuentra hasta ahora límite alguno.

Durante décadas se relativizaron aspectos esenciales muy evidentes, pero siempre minimizados en el análisis bajo un manto de inusitada piedad. La mirada sesgada y condescendiente prefirió quedarse con las formalidades y ante cada cuestionamiento respondían con la cantinela del apoyo popular manifestado en las urnas que validaba el accionar de los crápulas que conducían cada fase.

Las innumerables denuncias sobre violaciones a los derechos humanos, opositores presos, fraudes electorales y manipulación institucional tampoco parecían relevantes. Mucho menos efectivas fueron las acusaciones con múltiples fundamentos vinculadas al lavado de dinero, el narcotráfico y el financiamiento al terrorismo. Nada era suficiente para que esta funesta etapa culminara.

Los atropellos se acumularon, sin embargo, eso no alcanzó para abandonar la obsesiva búsqueda de artilugios intelectuales que permitían esquivar el debate de fondo. Los tibios de siempre vacilaron ante cada elocuente testimonio insistiendo con la obtusa idea de transitar el sendero de lo “políticamente correcto” sin cuestionarse casi nada.

Hoy, con el diario del lunes, algunos empezaron a despertar y a pesar de sus prejuiciosos temores se animaron a alinearse en la vereda adecuada, esa en la que siempre debieron estar y por diferentes motivos eludieron al máximo.

Lo que no se puede seguir disimulando es el comportamiento deliberado de los líderes de la izquierda que ya no tienen forma de explicar lo que está pasando. Sus discursos ambiguos no engañan a nadie. Intentan surfear el presente, pero su retórica zigzagueante los deja al descubierto.

Que los gobiernos de países tales como Irán, Rusia, Cuba, Nicaragua o China avalen a viva voz a la tiranía no llama la atención de modo alguno. Ellos no creen para nada, ni defienden a las democracias liberales. De hecho, las detestan profundamente sin ningún pudor.

Los que están tremendamente incómodos son los mandatarios de México, Brasil o Colombia, por solo citar a los más alevosos del vecindario. Se supone que su narrativa se sustenta sobre el acceso al poder mediante elecciones libres, pero en este caso omiten su relato para tratar de no decir nada demasiado comprometedor.

Para ellos las dictaduras solo son aborrecidas cuando los personajes involucrados en esa repugnante modalidad están en las antípodas de su pensamiento. Si son amigos y simpatizan con ellos pasan por alto cualquier valor moral que afirman promover. En esos casos la prioridad la tiene la afinidad ideológica.

Quizás eso explique la apelación al “juego de palabras” o al lenguaje confuso que vienen utilizando para no quedar en falsa escuadra. Tal vez no tomaron nota, pero muchos de sus cándidos votantes ya registraron su conducta y están advertidos de su indisimulable tendencia.

Pretenden ser imparciales, pero no lo consiguen. Quieren pasar desapercibidos, pero ya fueron individualizados por propios y extraños. Su silencio es ensordecedor y a pesar de sus malabarismos son partícipes necesarios del sufrimiento de un pueblo oprimido por estos delincuentes que se apropiaron del poder en Venezuela.

El dilema está sobre la mesa. La diplomacia, las tensiones internacionales y la estrategia de sensibilización no han sido útiles hasta ahora. Una solución pacífica sería saludable, pero la necedad funcional de estos criminales y la patética actitud de los cómplices no ayudan a lograr una salida razonable que sea acorde a la voluntad expresada explícitamente por un pueblo que pide a gritos libertad.

Alberto Medina Méndez. Periodista. Consultor en Estrategia y Comunicación Corporativa
Analista Político. Conferencista Internacional.

amedinamendez@gmail.com

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