Política

Y la gente fue a votar

Primero, Bush gana las elecciones presidenciales, a pesar de que tenía en contra al noventa y nueve por ciento del mundo mundial, y a un tal Michael Moore. Después, se celebran elecciones en el Iraq ocupado y resulta que la gente va a votar en un porcentaje no muy distinto al que se registra en España en unas elecciones generales. Creo que algunos conciudadanos ya deben de estar empezando a sospechar que los medios de comunicación nos engañan sobre lo que ocurre fuera de nuestras fronteras.


Primero, Bush gana las elecciones presidenciales norteamericanas, a pesar de que
tenía en contra no sé si al noventa o al noventa y nueve por ciento del mundo
mundial, y a un tal Michael Moore. Después, se celebran elecciones en el Iraq
ocupado y resulta que la gente va a votar en un porcentaje no muy distinto al
que se registra en España en unas elecciones generales. Creo que algunos
conciudadanos ya deben de estar empezando a sospechar que los medios de
comunicación del sistema nos engañan un poquito sobre lo que ocurre fuera de
nuestras fronteras.

Para entender la situación de Iraq hay que partir de
que, como en tantos otros Estados surgidos de la nada con la descolonización, la
forma de organización estatal, el Estado-Nación, no ha logrado arraigar, y sobre
la lealtad nacional prevalecen las lealtades étnicas, religiosas y tribales. La
tiranía del llorado (por los “progres” occidentales) Sadam Hussein, bajo la
fachada de un partido único de ideología occidentalizada, encubría el dominio de
una facción, la sunita, sobre las demás y, en particular, sobre la mayoría
chiíta.

Los insurgentes no matan ni se inmolan por un Iraq libre,
independiente y soberano, envueltos en la bandera nacional. Hay terroristas
islamistas internacionales que luchan por su causa, mezclados con seguidores del
tirano depuesto que quieren venganza, y, por detrás, la pugna entre los
distintos grupos étnicos, religiosos y tribales del país por el poder en la era
post-Sadam.

Este análisis ha de aplicarse también a las elecciones que se
acaban de celebrar, pues quienes han ido a votar han sido fundamentalmente los
miembros de las comunidades (que no partidos políticos al uso occidental)
oprimidas por Sadam, que ven en los comicios un instrumento para hacerse con el
poder que se les negó durante tanto tiempo.

Frente a la visión
triunfalista de los llamados neoconservadores, que se han impuesto en Washington
después del 11 de Septiembre, y cuyas doctrinas en el fondo son una reedición
del idealismo intervencionista demócrata trasplantado al campo republicano,
tradicionalmente aislacionista y realista en materia de política exterior, en
Iraq, por el mismo motivo que no ha arraigado el Estado-Nación, no se dan las
condiciones para implantar una democracia de estilo occidental, y puede que
nunca se lleguen a dar.

Pero, desde una perspectiva realista de la
política internacional, los mecanismos democráticos pueden servir, como ya está
ocurriendo en Afganistán, para lograr una cierta coexistencia entre los
distintos grupos étnicos, religiosos y tribales del país. Lo cual es una
alternativa mucho mejor para la estabilidad de la región y para los intereses
occidentales que la imposición por la fuerza de una facción contra las otras y
la vuelta a una tiranía como la de Sadam.

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