Política

Dos actitudes europeas ante el mundo

Luis Miguez sostiene que, para España, centrar su política exterior en cuestiones fuera de su alcance como la paz mundial equivale a renunciar a tener política exterior.

ANÁLISIS
Resulta muy fácil ridiculizar el discurso pronunciado por el Presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero ante la ONU la semana pasada y, en especial, su poco realista propuesta de una alianza entre las Civilizaciones occidental e islámica. Sin embargo, el eco positivo que ha tenido en la mayoría de los medios de comunicación y las elites intelectuales españolas exige una discusión a fondo de la actitud ante los problemas del mundo que representa.

Es evidente que la política exterior de un país como España no puede tener como objetivos la paz mundial, el fin de los desequilibrios entre ricos y pobres, y otros igualmente bellos y elevados. Y no puede tener tales objetivos, ante todo, porque España no tiene capacidad alguna para resolver esas grandes cuestiones, ni siquiera para contribuir de una manera relevante a su resolución.

Por tanto, formular la política exterior española en esos términos es igual a renunciar a tener política exterior. Las consecuencias de semejante actitud son extremadamente graves, porque, si un país no hace su propia política exterior, queda condenado a seguir la de los demás, lo que equivale a servir intereses ajenos en perjuicio de los de uno.

Lo primero que debe plantearse la política exterior española, como la de cualquier país, es la defensa de nuestros intereses en el exterior, empezando por la protección de nuestra integridad territorial y nuestra seguridad. Otra cosa es que esto se quiera y se deba hacer por medios preferentemente pacíficos, y tratando de contribuir al mismo tiempo a la concordia universal y al desarrollo de los países más atrasados.

Muy distinta es la actitud del gobierno de un país europeo cercano y en muchas cosas semejantes al nuestro, Italia. A diferencia del nuevo gobierno socialista español, el gobierno de centroderecha italiano sigue cumpliendo sus compromisos en Iraq y no cede al chantaje terrorista.

Frente a las extrañas afirmaciones contenidas en el mismo discurso de Rodríguez Zapatero al que antes me refería sobre la valentía y el heroísmo que exigiría la paz, entendiendo por tal la precipitada salida de nuestras tropas en Iraq, resuenan las palabras pronunciadas por el Viceprimer Ministro italiano Gianfranco Fini ante los jóvenes de su partido: “os invito a una movilización por la paz contra el pacifismo, que es una caricatura de la paz. Poncio Pilato fue el primer pacifista de la historia. Ése que se lavó las manos”.

El discurso de Fini continúa señalando que “la paz no se conquista flameando banderines, sino llevando adelante una política auténticamente pacificadora. La alternativa al terrorismo es ésta, no es el pacifismo”. Sin duda, una posición mucho más sincera y valiente que la de las potencias que tapan con la bandera del pacifismo y del multipolarismo turbios negocios neocoloniales en el Tercer Mundo.

Quedan así definidas dos actitudes europeas ante los problemas del mundo: la de quienes desean unir la defensa de sus intereses nacionales con la lucha contra el terrorismo internacional y la de quienes, por perjuicios antinorteamericanos, son capaces hasta de renunciar a sus propios intereses, sin darse cuenta (o siendo conscientes de ello, lo que es todavía peor) de que así sirven a los de potencias decadentes que son capaces de dejar hundirse la Civilización occidental con tal de mantener sus negocios corruptos.

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