América, Política

Conmoción exagerada por la visita de Henrique Capriles a Colombia

…es absolutamente obvio que lo que Nicolás Maduro y los suyos procuran es ocultar el desastre en que está la caótica economía venezolana…

Hace apenas algunas semanas, publiqué una nota -en el exterior- advirtiendo que el cuestionado presidente de Venezuela, Nicolás Maduro -cuya legitimidad como tal genera serias dudas por las graves denuncias y sospechas de existencia de fraude en las recientes elecciones presidenciales de su país- es un hombre realmente peligroso. Fundamentalmente por audaz, inexperto e impulsivo. Una suerte de poco educado elefante en un bazar.

Pero, además, por su constante proclividad a caer en la más absurda paranoia, en busca de excusas, biombos, cortinas de humo y de toda suerte de disimulos para tratar de ocultar lo imposible. Esto es, la inmensa gravedad de sus propios fracasos e incompetencias.

Lo antedicho, debo insistir, por sus eventuales consecuencias supone realmente un peligro serio para la paz y seguridad de la región, lo que debe tenerse constantemente en cuenta. Los hechos, como veremos, han lamentablemente confirmado esa impresión y validado nuestra advertencia.

Una sospechosa “tormenta” en un vaso de agua.

Luego de la reciente visita del líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, a la Casa de Nariño, la sede de la presidencia colombiana, en la ciudad de Bogotá, donde el corajudo venezolano se reunió -en privado- con el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, Maduro perdió el equilibrio y, más aún, la línea. Lo que ya no es sorprendente.

Lo hizo denunciando fantasiosamente la existencia de una presunta “conspiración abierta”, según él organizada en su contra que, sin prueba alguna, involucra directamente “a los más altos poderes del Estado” colombiano. Esto es, por lo menos, al propio presidente Juan Manuel Santos y al Congreso de su país. Aunque la aparente capacidad de soñar despierto de Nicolás Maduro no permite descartar que de pronto agregue a la lista de acusados al propio Poder Judicial de Colombia. Muy suelto de cuerpo y sin ningún tipo de justificación.

Para Nicolás Maduro, esa reunión, en Colombia (en la que se analizó el flagrante incumplimiento de la resolución de UNASUR referida a la auditoría total que fuera solicitada por el organismo respecto de las recientes elecciones presidenciales venezolanas) a la que calificó enseguida -desproporcionada y caprichosamente- de “desestabilizadora” y, peor, de ser “una puñalada en la espalda” a su país, conducirá inevitablemente al “descarrilamiento de las relaciones bilaterales”. En rigor, es el propio Nicolás Maduro, con su, agresiva y siempre belicosa personalidad, quién podría producir el “descarrilamiento”. Y es ciertamente capaz de ello. Pese a que a pocos días de sus absurdas acusaciones diera una pequeña “marcha atrás” y solicitara a Colombia que este tema sea objeto de conversaciones diplomáticas para resolverlo.

Para hacer las cosas más dramáticas aún, Nicolás Maduro adicionó a sus disparatadas reflexiones públicas una amenaza concreta. Lo que es peor: la de abandonar su actual cooperación con el proceso de paz en curso entre Colombia y los líderes terroristas de las FARC. En su delirio, Maduro sostuvo que “todo el estado colombiano se ha puesto de acuerdo para derrocarlo”. Incluyendo la existencia de un presunto plan para “inocularle” un veneno, en su propia casa, en Venezuela. Que lo haría morir lentamente. Lo que configura una increíble muestra de ignorancia.

A lo que, como si lo antedicho fuera poco, agregó la existencia de un presunto plan similar que apuntaría perversamente contra su rival político doméstico: el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, también abiertamente belicoso, Diosdado Cabello.

Previamente, Diosdado Cabello (ahora envuelto en sospechas relacionadas con un esquema de corrupción), presumiblemente “para no ser menos”, había calificado a la visita de Capriles a Bogotá como una “agresión”. Lo que, por su naturaleza, aumenta el peligro para la paz y seguridad regional que representan los dichos de Maduro. Cabello agregó (sin sustancia alguna) que las reuniones de Henrique Capriles en Colombia incluyeron una pretendida visita al ex presidente Álvaro Uribe, a quien llamó “nefasto para el continente”, comentario que, en sí mismo, es una insultante intromisión en los asuntos internos de Colombia.

Desfigurando la verdad y deformando la normalidad.

En su visita a Colombia, Henrique Capriles, cabe recordar, además de su reunión con el presidente Santos, se encontró también con los presidentes de ambas cámaras del Poder Legislativo colombiano. Todo lo que no tiene absolutamente nada de raro y está dentro de la más obvia normalidad.

Lo anormal sería que el gobierno venezolano fuera quien decidiera con quienes pueden reunirse las autoridades colombianas en su propio país. Basta recordar que el dictador Fidel Castro recibió -en La Habana- a Hugo Chávez cuando éste salió de la cárcel luego de su fallida intentona golpista, en diciembre de 1994.

Manteniendo la calma.

Evitando la trampa de la llamada “diplomacia de los micrófonos”, la Canciller colombiana replicó que su país manejará su relación con Venezuela “de manera directa”. Por la vía diplomática, por cierto. Más allá de las acusaciones descabelladas y las afirmaciones alocadas a las que no cabe conferir seriedad alguna. Como corresponde.

Particularmente cuando es absolutamente obvio que lo que Nicolás Maduro y los suyos procuran es ocultar el desastre en que está la caótica economía venezolana, incluyendo la publicitada falta de papel higiénico y otros productos tan básicos como el nombrado. Por ello las autoridades venezolanas procuraron crear una tormenta política y diplomática. Arriesgando la paz y seguridad regionales.

Lo cierto es que Henrique Capriles es hoy el político latinoamericano más popular en Colombia (debemos recordar que hay unos 5 millones de colombianos que residen en Venezuela). Capriles cuenta con una notable aceptación, del 54% de los entrevistados. Maduro tiene, en cambio, un imponente 67% de imagen desfavorable. Y apenas un 17% de opiniones positivas. Nada, entonces. 

Mientras tanto, en Venezuela las encuestas muestran que, si las elecciones presidenciales se realizaran hoy, Capriles probablemente vencería con alguna facilidad al desprestigiado Nicolás Maduro. Recientes sondeos sugieren que Capriles tiene una popularidad superior a la de Maduro, cuya imagen y popularidad están, en cambio, en caída libre, esto es precipitándose a pique, a gran velocidad. Del mismo modo, por cierto, que su credibilidad externa.

 Ocurre que quienes no se subordinan automáticamente al inverosímil “relato” y aceptan mansamente los absurdos puntos de vista de Venezuela, reciben un trato entre despectivo y enfrentan reacciones inusualmente violentas. Lo que, debo insistir, es peligroso para la paz y seguridad regionales.

Cuando Nicolás Maduro se apresta a asumir la presidencia pro-tempore del MERCOSUR, lo sucedido luego de la visita de Henrique Capriles a Colombia sugiere que podemos estar frente a posibles tormentas cuidadosamente orquestadas. De aquellas que apuntan a generar confusión.

La primera excusa podría quizás ser la del tratamiento del regreso de Paraguay al seno del MERCOSUR, del que fuera ilegalmente suspendido para permitir el ingreso de Venezuela. Recordando las palabras deplorables del presidente uruguayo José Mujica, “porque lo político tiene prioridad sobre lo jurídico”.

Habrá que centrar la atención a este tema, entonces. Y no sorprenderse por cualquier desatino que Maduro de repente pudiera llegar a generar. Frente a personajes como Nicolás Maduro, no hay espacio para la indiferencia y, mucho menos, para la improvisación. Por su peligrosidad, precisamente.


Emilio J. Cárdenas

Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.

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