América, Economía y Sociedad

Cristina Fernández de Kirchner destruyó el agro argentino

Ya no hay duda alguna: el agro argentino está quebrado. La agricultura –manipulada por el Estado- es ahora una actividad en la que se pierde dinero. Inevitablemente.


El stock ganadero perdió nada menos que 10 millones de cabezas. Las exportaciones de carnes rojas al mundo cayeron un 70%. De ser el tercer exportador de carne vacuna del mundo, la Argentina cayó al décimo cuarto lugar. Pasó de ser un líder exportador, a transformarse en un participante de muy poca significación. Durante la larga década de los Kirchner se cerraron además 136 establecimientos industriales dedicados a la elaboración de productos con carne vacuna. Se despidieron entonces a unos 19 mil trabajadores y, completando la eficaz demolición, desaparecieron unos 14 mil pequeños productores ganaderos.

Hay más datos que acreditan la exitosa demolición del sector rural argentino realizada por Cristina Fernández de Kirchner. Los embarques de arroz se redujeron en un 67%; las exportaciones de manzanas en un 42%; y las de peras un 25%. En la Patagonia hay más de mil establecimientos dedicados a la cría del lanar que han sido abandonados, por carencia de rentabilidad. En el norte del país el precio de la caña de azúcar es el mismo desde hace cuatro años, pese a que –en ese lapso- la inflación fue del 100%.           

En el sector de la producción de leche el desastre es también de magnitud. Desde el 2002 dejaron de funcionar 4.903 explotaciones lecheras. Por año, cerró más de una por día. Y el endeudamiento de los sobrevivientes es sofocante.

El capitalismo de Estado, controlado por una fracción peronista perversa, se ha apropiado de su renta. Lo ha destruido, poniéndolo de rodillas. Demostrando así que realmente no hace falta expropiar la tierra para doblegar a los productores rurales. Basta con quitarles la renta a través de impuestos sofocantes, establecer insólitos derechos a la exportación de sus productos, y generar una densa maraña reglamentaria que, enormemente costosa y tediosa de atender, asfixia lentamente a la actividad rural productiva, en sí misma.

Esto sucede mientras el Estado argentino -obeso, cínico, corrupto, e injusto- se transforma en una fuente de ingresos y rentas para la clase política y sus clientes y amigos. En un eunuco impotente, pero malcriado y perverso.

Con el constante lubricante de la corrupción aceitando constantemente sus múltiples engranajes y ahogando la competitividad de la economía. A lo que ahora se suma la caída de los precios internacionales de los cereales. Así como el culto al consumo masivo, alimentado desde el Estado, cual droga. Y la siembra constante de resentimientos que se hace sistemáticamente desde lo más alto del poder, lastimando el plexo social, separando, enfrentando, dividiendo. Por ello, todo deviene frágil y es casi imposible tratar de adivinar que puede deparar el futuro a todos los argentinos.

Volvamos al agro. Ayer fuerte, hoy está agotado. Por esto el país ha dejado de ser “el granero del mundo”. Por esto también ya casi no se encuentra en las mesas de los restaurantes del mundo la excelente carne argentina. Todo se come en casa, baratito.

Este año, con la campaña agrícola en plena marcha, el campo argentino perderá inexorablemente unos 3.500 millones de dólares, según cifras del diario “La Nación”. Por falta de rentabilidad. Lo que, como si ello fuera poco, afecta inexorablemente al resto de la economía. La cadena de pagos está muy maltrecha. Los cheques del campo “rebotan”, por falta de fondos. Las ventas de insumos caen y la crisis rural afecta -y deprime- al resto de la actividad económica.

En los doce años de gestión de los Kirchner, desaparecieron más de 95.000 productores rurales. Esto es, unas 95.000 pequeñas y medianas empresas.

No se sembrarán más de un millón de hectáreas. Este es, cabe señalar, el cuarto año consecutivo en el que la siembra del agro argentino se achica. En soja sólo, se dejarán de invertir unos 576 millones de dólares. Las ventas de fertilizantes, como consecuencia, se vienen rápidamente a pique; las de agroquímicos también. En materia de semillas, las ventas han caído un 20%. La cosecha de soja arrojará, para muchos, pérdidas importantes si es que no hay correcciones cambiarias y no baja la insoportable presión fiscal.

La situación de muchos podría ser terminal. La proximidad de elecciones presidenciales hace soñar a algunos con el cambio necesario, pero nada está garantizado, el gobierno populista que se va deja tras de sí un auténtico campo minado y un sector rural en ruinas.

El populismo presuntamente comienza a acumular “récords” que serán inolvidables y que no pueden silenciarse. Por el daño que originan. El de haber destruido la economía de Venezuela, pese a que el país tiene las reservas de hidrocarburos más importantes del mundo, es uno de ellos. Al que ahora se suma otro, que hasta no hace mucho era realmente inimaginable. Hablamos, queda visto, de la quiebra del agro argentino. Duro. Los autores del desbarajuste deberán asumir sus responsabilidades históricas.

 

Emilio J. Cárdenas Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas. 

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