América, Política

Donald Trump continúa “latinoamericanizando” a los EE.UU.

Desde el acceso a la presidencia de Donald Trump, las pautas de conducta tradicionales del andar del sector público norteamericano están sufriendo algunos cambios que, hasta no hace mucho, parecían imposibles en el país del norte.


Por ejemplo, como veremos enseguida, de pronto ha aparecido el mal del llamado nepotismo. Especialmente con los roles prominentes que desaprensivamente reserva para sus familiares inmediatos. Así están apareciendo algunos casos sorprendentes, como el que relataremos enseguida, aunque quizás el mismo Donald Trump no advierta que está adoptando conductas que parecían impensables en los EE.UU. 

Prueba de ello es la reciente designación como embajadora de los EE.UU ante la Santa Sede, de Callista Gingrich, una dama de Virginia que por seis años fuera una suerte de novia escondida de Newt, cuando aún estaba casado con su entonces segunda esposa, y que es 23 años más joven que él. Hoy Callista es su tercera esposa.

Entre sus antecedentes personales aparece el de haber escrito libros para chicos, con un simpático personaje central: el elefantito Ellis. Y el de haber integrado el coro que canta en la basílica de la Inmaculada Concepción. Así como el de tocar el cuerno en la banda municipal de Fairfax. Pero la verdad es muy otra. Evidente. Obvia. Su gran mérito real es el de ser ahora la esposa de Newt Gingrich, alguna vez portavoz de la Cámara Baja norteamericana y uno de los principales líderes republicanos responsables de que Trump, bien o mal, haya efectivamente llegado a la Casa Blanca.

Ahora Callista vivirá en Roma, como premio. Con su esposo, está claro, que se convirtiera al catolicismo hace unos pocos años. Aparentemente por insistencia personal de doña Callista. Su estancia y vituallas serán pagados ciertamente por todos los contribuyentes norteamericanos. Vivirá “de arriba”, dirían en el Río de la Plata. Asombroso, porque uno se pregunta ¿dónde está el mérito de Callista o cuáles son sus antecedentes de peso para ser designada embajadora?

Los comentaristas manifiestan su “asombro” y agregan otras perlitas, como que Trump, además, ha designado embajador en Londres al dueño de los New York Jets, uno de los donantes más importantes a la campaña electoral del presidente, y embajador en Lisboa a otro donante, George Glass, que no habla portugués. Curioso, pero la designación de embajadores a la manera de recompensa política o como agradecimiento por haber contribuido sustancialmente a las campañas electorales no es, para nada, una novedad en los EE.UU. Poco que aplaudir, entonces.
 
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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