Política

Israel necesita un gobierno de unidad nacional

En muchos sentidos, avanzamos con rapidez hacia una situación que guarda siniestros paralelismos con las semanas anteriores a la Guerra de los Seis Días.

Isi Leibler
Como entonces, el enemigo se está congregando en nuestras fronteras mientras la nación carece de fe en su directiva. Para empeorar las cosas, nuestro disfuncional gobierno está decidido a tomar decisiones en negociaciones encubiertas con una dirección palestina fracasada que podrían tener implicaciones existenciales para nuestro futuro.

El informe de la Comisión Winograd solamente ha servido para intensificar la rabia y la frustración compartidas por la mayoría de los israelíes a lo largo del espectro político contra la fracasada primera cartera de Ehud Olmert. Pero lamentablemente, la realidad es que los cínicos miembros de la Knesset siguen aferrados a sus escaños y las elecciones a corto plazo son improbables. Pero si no podemos lograr inmediatamente nuestro objetivo de celebrar elecciones, no debemos desesperar o cruzarnos de brazos proclamando que estamos desesperados. Nada es más certero que la inevitabilidad de que el poder popular impere.

El inminente peligro que nos confronta es el daño permanente que podría causarse a la nación antes de que tengan lugar elecciones. Es por tanto imperativo que el líder de la oposición, Binyamin Netanyahu, tome la iniciativa y lance una campaña proclamando que la Casa de Israel se enfrenta a la mayor amenaza para su supervivencia desde la Guerra de Yom Kippur. Debe reiterar la demanda de que Olmert dimita. Pero simultáneamente debería tomar nota de su mentor, Menachem Begin, que dejó a un lado todas las diferencias políticas y personales y se presentó voluntario en 1967 para ocupar un cargo en el gabinete junto a sus enemigos políticos. Netanyahu debe pedir un gobierno de unidad nacional para proporcionar al pueblo la confianza en que las decisiones críticas que pronto serán resueltas no se verán influenciadas por nada que no sea el interés nacional.

Pero al realizar tal oferta, Netanyahu podría tentar a los partidos de la coalición con deshacerse de Olmert sin verse obligados a comprometer sus egoístas agendas personales. Proporcionaría un ejemplo de líder nacional que supera la política en interés de la nación y podría llevarse el mérito de haber suspendido las peligrosas iniciativas radicales que actualmente hay en marcha.

A menos que suceda eso, tenemos derecho a estar genuinamente aterrados en lo concerniente a las decisiones irrevocables de implicaciones existenciales para la nación que está considerando ya este gobierno. Concesiones unilaterales a los palestinos que no fueron aprobadas ni por el gabinete ni por la Knesset están en el orden del día. Están siendo implementadas con sigilo a pesar de la oposición de la gran mayoría de los israelíes y, en algunos casos, en total ausencia del análisis adecuado de las posibles consecuencias.

Además, a pesar de la promesa de Olmert al Shas, los palestinos están informando al mundo de que ya están cerrando un acuerdo sobre Jerusalén incluso si los detalles, incluyendo el futuro del Monte del Templo, no han sido divulgados aún. Bien podríamos despertarnos un día para descubrir que un desastre parecido al que nos provocamos en Gaza se repite en Jerusalén. Y cuando lo inevitable ocurra y Hamas y la Autoridad Palestina se reunifiquen, podríamos encontrarnos con que los vecindarios occidentales de Jerusalén son objeto de ataques con misiles parecidos a los de Sderot.

Esto está sucediendo junto a un rápido deterioro de otras esferas de la situación de seguridad. El flujo de armamento avanzado y la gigantesca infiltración de terroristas a lo largo de la porosa frontera egipcia de Gaza representan amenazas nuevas para el ejército. Y a menos que actuemos pronto para neutralizar los cada vez más letales ataques con misiles contra nuestros civiles en el sur, toda la nación podría encontrarse pronto bajo ataque.

NACIONES UNIDAS sigue jugando al juego de Alicia en el País de las Maravillas, con un Consejo de Seguridad incapaz siquiera de condenar a Hamas por lanzar misiles contra civiles israelíes.

Es por supuesto una mentira obvia sugerir que el Hamastán sigue siendo “territorio ocupado”. Es un régimen terrorista completamente autónomo administrado por criminales fanáticos comprometidos públicamente a nuestra destrucción. La mayor parte de los residentes de Gaza tampoco son víctimas inocentes. La gran mayoría participó en las elecciones de Hamas y sigue apoyando sus bárbaros objetivos.

Pero mientras los palestinos celebran literalmente las muertes de mujeres y niños israelíes, nosotros somos los condenados por imponer “castigos colectivos” y violar el derecho internacional reduciendo su abastecimiento eléctrico. ¡Vaya lógica más retorcida!

ESE ES EL MOTIVO de que sea imperativo ya para Netanyahu hacer sonar las alarmas y – como último esfuerzo – ofrecer participar en un gobierno de unidad nacional con un primer ministro nuevo. Si su oferta es aceptada, Olmert será reemplazado, las desastrosas concesiones unilaterales en marcha que podrían acabar siendo irrevocables serán suspendidas, y la transparencia en el gobierno se verá restaurada.

Si los actuales líderes rechazan responder a tal iniciativa, serán condenados.

Con una voz unida y utilizando las habilidades de comunicación de Netanyahu, un gobierno de unidad nacional sería capaz de informar al mundo de que hemos alcanzado el extremo de nuestra situación. Nuestro mensaje sería simple: a menos que los ataques terroristas contra nuestros civiles se detengan de una vez, tomaremos cualquier medida que sea necesaria.

Estaremos en guerra y todos los líderes de Hamas serán inmediatamente objetivo de asesinato. Si eso no pone fin a los ataques con misiles, no tendremos elección. A pesar del baño de sangre y la probable pérdida de vidas inocentes, nuestra respuesta será idéntica a la que han tomado todas las naciones que se respetan desde tiempos inmemoriales cuando sus ciudadanos son asesinados insensiblemente por sus vecinos.

Lo que hace nuestra postura aún más surrealista es que a pesar del hecho de que Estados Unidos sigue siendo nuestro aliado clave, el Departamento de Estado está ahora intentando presionar a Israel para que haga concesiones unilaterales adicionales y advirtiéndonos en contra de iniciar una acción de importancia sobre el terreno para expulsar a aquellos que lanzan misiles contra nuestros civiles.

Pero paradójicamente, el apoyo a Israel entre la opinión pública americana se encuentra en máximos históricos. La Secretario de Estado norteamericana Condolizza Rice debería por tanto ser informada de que ya no podemos aguantar de brazos cruzados mientras las vidas de nuestros civiles corren peligro. Nuestro gobierno tiene que solicitar que ella apoye nuestro derecho legítimo a defendernos.

Si declina responder positivamente, no debemos tener miedo a quitarnos los guantes y apelar directamente al pueblo americano. Deberíamos instarle a considerar cómo esperaría que se comportase su gobierno si se encontrase en una situación parecida. Si explicamos nuestra postura claramente y sin medias tintas, los americanos nos apoyarán.

La puesta en práctica de tales propuestas puede parecer distante. Pero la realidad es que la Casa de Israel se encuentra hoy en verdadero peligro. Ahora es el momento de que la nación deje a un lado todas las diferencias y muestre la solidaridad que en momentos de necesidad siempre ha demostrado ser nuestro mayor activo.

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