Política

Uno de nuestros mejores amigos derrotado

Muchos judíos australianos e israelíes estarán profundamente entristecidos al perder a un líder cuya amistad genuina e implacable se ganó sus corazones. John Howard fue incuestionablemente uno de los mayores defensores de Israel entre los estadistas del mundo y un amigo único del pueblo judío.

Isi Leibler
El líder del partido Laborista australiano Kevin Rudd, ex diplomático de carrera destacado en Pekín que habla un mandarín fluido, lograba una victoria aplastante en las elecciones australianas del domingo, poniendo fin precipitadamente al reinado ininterrumpido de casi 12 años del Primer Ministro conservador John Howard y terminando su ilustre carrera política de 33 años.

Como Winston Churchill en su día y muchos otros políticos, Howard entendió mal el ánimo del electorado. Subestimó el factor “es momento de un cambio” que invariablemente conduce a los votantes a rechazar a líderes políticos consagrados que llevan un largo período en el poder incluso si han traído riquezas, mientras exista un candidato alternativo creíble. Muchos judíos australianos e israelíes estarán profundamente entristecidos al perder a un líder cuya amistad genuina e implacable se ganó sus corazones. John Howard fue incuestionablemente uno de los mayores defensores de Israel entre los estadistas del mundo y un amigo único del pueblo judío.

Su apoyo franco a Israel durante los difíciles días de la segunda intifada y la Segunda Guerra del Líbano le distanció de otros líderes, incluyendo aquellos que se autocalifican de amigos de Israel. Calificaba su apoyo de principios a Israel como imperativo moral, y mostraba desprecio hacia la corrección política ejemplificada por los europeos en los foros internacionales, que se inclinan a distanciarse de apoyar a Israel incluso cuando según cualquier criterio objetivo, el estado judío tiene la razón moral.

Hay pocos políticos que puedan afirmar, como hizo el recientemente, que “la amistad personal que he tenido para con el pueblo judío nunca se verá reducida. Es algo que valoro como parte de mi ser y como parte de lo que he intentado hacer con mi vida”. La derrota del gobierno Howard también verá la jubilación del Ministro de Exteriores Alexander Downer y del titular de Economía Peter Costello, ambos de los cuales fueron partidarios entusiastas de Israel por derecho propio.

El único consuelo es que el sucesor de Howard como líder de la oposición probablemente sea Malcolm Turnbull, ex ministro de medio ambiente que también tiene un historial consistente de apoyar a Israel. La relación especial del gobierno Howard con Israel no implica que sus predecesores fueran hostiles. Australia tiene un historial bipartidista único de amistad con la causa sionista que se remonta a bastante antes de la creación del estado.

Desde 1948 solamente ha habido un líder, Gough Whitlam (1972-1975), cuya hostilidad hacia Israel en el curso de la Guerra de Yom Kippur le hiciera una excepción a la norma. Gran parte del crédito de esto se puede atribuir a la fuerte y ferozmente orgullosa comunidad judía de 120.000 integrantes que tiene una cifra proporcionalmente superior de supervivientes del Holocausto a cualquier otra de la diáspora, y es reconocida como de orientación firmemente sionista.

Existe considerable esperanza en que el nuevo Primer Ministro Kevin Rudd mantenga la tradición de amistad de Australia. Ha visitado Israel en dos ocasiones, en el 2003 y el 2005. Cuando cené con él en Jerusalén, mi impresión inicial fue que aun que Rudd tiene unos orígenes y una personalidad que contrastan con los de Howard, aunque no obstante mostraba una amistad genuina. Sin embargo, sí tuve mis reservas posteriormente cuando escuché que Rudd tendría invariablemente a apoyar el enfoque “políticamente más equilibrado” en Oriente Medio ejemplificado por las abstenciones europeas en materias relacionadas con Israel en las instancias de Naciones Unidas.

Rudd también se distanció del Presidente George W. Bush en Irak y ha comprometido su nuevo gobierno a un repliegue por fases de los 550 efectivos australianos destacados allí. Aún así, en general, desde que asumiera la dirección del Partido Laborista antes de las elecciones, Rudd ha mostrado indiscutiblemente un enfoque más cálido hacia Israel. Cuando me reuní con él el mes pasado en una visita a Australia, me quedé con la impresión de que a pesar de los matices, el gobierno Laborista seguirá estando alineado más íntimamente con la política de la herencia Howard de lo que la mayor parte de la gente se da cuenta. De hecho, la víspera de las elecciones, Rudd daba a conocer su rechazo tajante a tener cualquier relación con Hamas a menos que renuncie a su rechazo a reconocer al estado judío.

También anunciaba que un gobierno Laborista iniciaría medidas para llevar al Presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad ante el Tribunal Internacional de Justicia bajo cargos de incitación al genocidio. Rudd afirma que las declaraciones del presidente iraní acerca de borrar a Israel del mapa del mundo y su convocatoria de una conferencia para examinar la veracidad del Holocausto “equivalen a incitación al genocidio, criminalizada bajo la convención de genocidio de 1948”.

En una maniobra paralela relacionada con las necesidades de la comunidad judía australiana, Rudd comprometía a los Laboristas a proporcionar 36 millones de dólares de apoyo adicional a los centros judíos a lo largo de un periodo de cuatro años. Esto incluye fondos para cubrir los requisitos de seguridad especial de las escuelas judías. Este precedente es de gran importancia para una comunidad judía que se enorgullece de haber logrado el mayor cociente de escolarización en escuelas judías de todo el mundo.

No hace falta decir que los compromisos contraídos antes de las elecciones no se deben dar por sentados. Rudd encontrará oposición dentro de su partido a la implementación de algunos de sus compromisos. Ciertamente encontrará oposición del ala radical pro-palestina del partido, descrita por el ex Ministro Laborista judío del partido Barry Cohen como “característicamente antisemita”. Sin duda se esforzarán por minar la postura pro-Israel de Rudd.

Sin embargo sus posibilidades son remotas dado que políticamente son marginales.

El impacto del fundamentalismo islámico, incluyendo el atentado de Bali que costó la vida a casi 100 australianos y los violentos estallidos públicos de algunos de los clérigos musulmanes más radicales de Australia han influenciado sin duda a la opinión pública y debilitado la causa de los palestinos. Además, tras una victoria tan aplastante en las urnas, Rudd se encuentra ahora en una posición única de fuerza para garantizar que sus políticas son llevadas a la práctica. Resumiendo, todos los indicadores sugieren que el nuevo gobierno seguirá siendo pro-Israel. Solamente el tiempo dirá la extensión hasta la que replica el extraordinario apoyo del anterior gobierno Howard y se resiste la tentación de hacerse “aún más equilibrado” en la ONU y los demás foros internacionales.

Michael Danby, un comprometido parlamentario sionista cercano a Rudd, es citado en los medios diciendo que la víspera de las elecciones, su líder había dicho ante una audiencia judía “que el apoyo a Israel y la comunidad judía se encuentra en su ADN”. Eso ciertamente da motivos de optimismo .

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