Las depresiones económicas son consecuencias de la intervención del estado en los mercados ¿Estados Unidos esta embarcado en una nueva gran depresión? La situación parece indicar que hay muchos paralelismos con el crash del 29.
Mark W. Hendrickson
No, no estoy dispuesto a unirme a las filas de esos inteligentes economistas y vaticinadores financieros que periódicamente cierran un contrato literario vendiendo puerta por puerta un título sensacionalista que alimenta nuestro perverso apetito de escenarios apocalípticos (Armageddones financieros, Hágase rico mientras todos sus vecinos se quedan sin blanca, Cómo prosperar a partir del fin del mundo tal como lo conocemos). Estoy seguro de que me estoy perdiendo una lucrativa oportunidad. En la práctica, teniendo en cuenta las movidas convulsiones financieras de los últimos meses y el potencial de daño adicional, no podría ser mejor momento para la publicación de libros financieros apocalípticos. Aparecerán pronto en las mejores librerías.
¿Nos estamos embarcando en la segunda Gran Depresión de nuestro país? Probablemente. Hay demasiada deuda asumida (deuda producto de la mala tasación de activos clave, tales como la vivienda), deuda improductiva que tiene que ser reducida dramáticamente si el crecimiento económico futuro ha de ser vigoroso. Más siniestramente, existen importantes paralelos con 1929.
La Gran Depresión se inició con el masivo desplome del mercado financiero de 1929. Se vio enormemente agravada por el gasto deficitario presa del pánico del Presidente Hoover, la adopción de aranceles proteccionistas (ley Smoot-Hawley de 1930), y un enorme incremento fiscal en 1932. Hoy existe potencial para un colapso financiero aún más devastador, el de los trillones de dólares en bienes derivados esencialmente sin valor del que escribí el 27 de diciembre. El plan de estímulo actual demuestra que ambas partes creen aún que una cascada de números rojos en Washington es la respuesta apropiada a los altibajos económicos. El sentir proteccionista en el Congreso vive sus mejores horas, y políticos oportunistas están ansiosos por culpar a extranjeros de nuestros problemas económicos. Si los recortes fiscales Bush no se hacen permanentes, entonces su expiración en el 2010 redundará en un colosal incremento fiscal.
¿Significan estos paralelos que estamos sentenciados a repetir la Gran De presión? En absoluto. Podría ser o no que poner todos los medios posibles para evitar que tenga lugar una debacle financiera fruto de los bienes derivados funcione. Si tal suceso tiene lugar, tendremos que atravesar ajustes financieros masivos y considerable inestabilidad económica. Sin embargo, una destrucción financiera no debería obligarnos a recurrir al proteccionismo, a incrementar el peso fiscal, o a hacer que el Tío Sam se someta a otra sacudida de gasto por doquier.
Incluso si tristemente repetimos los errores flagrantes de la administración Hoover, todavía no serán suficiente para condenarnos a una depresión de 12 años como la que abarcó 1929/1941. Eso solamente podría suceder si a continuación pasamos a repetir también los muchos errores políticos de Roosevelt. No hay nada inevitable en otra depresión. Tenemos una elección simple: podemos repetir los errores del pasado, o podemos evitarlos.
El hecho más importante a comprender acerca de las depresiones económicas es que no son un fenómeno natural de las economías de mercado, sino el producto de la repetida y constante interferencia gubernamental en los mercados. Los defensores de Roosevelt (que, aunque lo negarán, son también los defensores de Hoover, porque el analfabetismo económico no conoce partidos y ambos presidentes se embarcaron en caminos paralelos de intervenciones públicas masivas) afirman que la Gran Depresión estuvo provocada por errores de los mercados. ¡Qué tontería! Eso es como si usted culpase a alguien de morir si le dispara. La tragedia de los años 30 es que no se permitió funcionar a los mercados. Primero Hoover, y después Roosevelt, provocaron alteraciones económicas masivas a través de intervenciones federales constantes. La Gran Depresión fue un caso de fracaso gubernamental (un primo lejano de la depresión de décadas de duración en la economía de planificación centralizada soviética), no un error del mercado.
Esto no equivale a decir que los libres mercados no sufran altibajos en el curso de sus operaciones. Los mercados equilibran la oferta con la demanda a través del lenguaje de los precios. Cualquier economía sana y con crecimiento sufrirá bancarrotas, cambios en los patrones laborales, etc., pero en una economía de mercado, los precios fijados con libertad equilibran rápidamente la oferta y la demanda. Incluso durante los periodos pre-Gran Depresión de reajustes económicos brutales en nuestro país, el proceso generalmente había terminado en cuestión de un año o dos. Solamente la interferencia gubernamental en los mercados puede prolongar el proceso corrector necesario y hacer que dure 12 años. (Bueno, tal vez un asteroide que golpease la Tierra nos haría retroceder también todo ese tiempo, pero si usted plantea si las probabilidades de que un asteroide golpee la Tierra son más elevadas o no que las probabilidades de que el gobierno lo eche todo a perder, yo apuesto al gobierno. Hay algo muy persistente en el error humano).
La principal lección que es necesario que extraigamos de la Gran Depresión es que los programas del gobierno agravan las depresiones en lugar de corregirlas. El gobierno fue incapaz de solucionar nuestros problemas económicos en los años 30 a través del gasto, y no puede hacerlo hoy. La única manera de que tengamos otra gran depresión es si para nuestro bienestar económico nos aferramos a la ideología de confiar en el gobierno propio de los años 30 en lugar del libre mercado. Sería una tragedia innecesaria y completamente gratuita cometer de nuevo los mismos errores políticos. La buena noticia es que, al igual que el anciano tacaño del cuento de Navidad, aún tenemos una oportunidad de reconocer nuestros errores cometidos, cambiar nuestra conducta y ahorrarnos un destino difícil e infeliz.
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