Economía y Sociedad

El ´Dinero´ de Steve Forbes y Elizabeth Ames

Forbes y Ames demuestran que es imperativo que privemos a nuestros gobiernos de sus competencias a la hora de imponernos una divisa sin respaldo, y que los devolvamos mejor a su papel asignado en la Constitución: proteger una divisa estandarizada sustentada en el oro.

“DINERO: Cómo amenaza la devaluación del dólar a la economía global — y qué podemos hacer al respecto”, de Steve Forbes y Elizabeth Ames, es un título oportuno y provechoso. En un momento en que el ejercicio de la economía está plagado de misticismo e inefable esotérica, es un alivio encontrar un libro que explica de forma sencilla, clara e inteligente las realidades económicas vitales. En “DINERO” se analiza el papel vital que interpretan el dinero, el crédito y los bancos centrales en la actualidad, y se demuestra que la malversación de esos tres pilares capitales de la actividad económica ha erosionado nuestra prosperidad. La clave para invertir la tendencia es renunciar a nuestro fracasado experimento nacional de la divisa sin respaldo y la vuelta al patrón (léase el oro).
 
La aparición del dinero en las sociedades humanas fue uno de los pasos más importantes hacia la prosperidad generalizada, dado que el dinero era la clave del intercambio indirecto, que nos llevaba más allá del rudo trueque y ampliaba enormemente las posibilidades de intercambio económico. El dinero es el común denominador en términos de lo que tasa el mercado. El economista austríaco Ludwig von Mises definía el dinero como el bien de mercado más comercial, por la razón de que el dinero juega un papel más protagonista de muchas más transacciones que nada. En nuestra economía de mercado, es anómalo que otros bienes de tipo económico, de las comunicaciones a las tecnologías médicas pasando por los medios de transporte, se revaloricen, mientras que el dinero – el bien económico que más circula de todos – se deprecia, perdiendo el 95% de su poder adquisitivo durante el último siglo.
 
La generación fundadora de América había sufrido de forma brutal durante la Guerra de la Independencia por recurrir a los dólares continentales — la divisa en circulación legal (comparable a los billetes de la Reserva Federal hoy) a través del Congreso Continental, aun cuando los billetes no se podían canjear por dinero real (la Plata, en aquella época), en contra de las promesas del Congreso Continental.
 
Aquella aleccionadora experiencia empujó a los artífices de nuestra Constitución a instituir el oro y la plata como divisas de los Estados Unidos. De ahí que la Constitución estipule que el Congreso tiene las competencias exclusivas a la hora de "acuñar" el dinero (no "imprimir" el dinero). Respaldado con oro y plata el dólar estadounidense, Estados Unidos escaló posiciones rápidamente hasta convertirse en el país más próspero del mundo. Desde que el divorcio definitivo entre el dólar y su respaldo con oro acabara en la falta a sus promesas de redimir dólares con oro del Presidente Nixon en 1971, el crecimiento económico ha ido frenando, el paro ha ido subiendo, el dólar ha ido debilitándose frente a las demás divisas y nuestra posición económica relativa en el mundo ha ido deteriorándose.
 
En “DINERO”, Forbes y Ames finiquitan diversos mitos que muchos de nuestros políticos han perpetuado. La opinión generalizada en muchos sectores ha consistido en que Estados Unidos debe devaluar el dólar. ¿Alguien ha preguntado al ciudadano de a pie si realmente quiere que su limitada fuente de dólares valga menos productos? De hecho, "DINERO" pone en evidencia el absurdo de la vieja fábula mercantilista que dice que la riqueza de los estadounidenses depende del traslado de cuantos productos económicos valiosos sea posible al extranjero, con destino al consumidor extranjero.
 
La divisa respaldada por un metal es como el suelo – una vez está, proporciona un cimiento firme y se avanza de manera constante y rápida. La divisa no respaldada por alguna medida objetiva y tangible de riqueza es igual que caminar sobre la arena. Al cambiar de forma constante de valor, el soporte que presta cede un poco, y hace falta más esfuerzo para realizar el mismo desplazamiento que se realiza con la divisa respaldada por oro (es decir, es más difícil y más caro).
 
Forbes y Ames explican que cuando el sustrato monetario bajo la población se hunde y cambia y el poder adquisitivo de la divisa se aleja, la gente adopta medidas defensivas, como ponerse a cubierto hasta que pase la tormenta. De ahí que la gente adquiera activos como el suelo o el oro – riqueza que ya está presente en forma tangible – en lugar de invertir en la creación de riqueza nueva. Ese instinto de supervivencia condujo a la burbuja inmobiliaria de la última década, los efectos de la cual todavía no han desaparecido.
 
Uno de mis pasajes preferidos de "DINERO" es cuando los autores hacen una comparación irónica entre el destino del economista John Law, que tuvo que huir de Francia caído en desgracia después de que su ruinosa trama monetaria saltara por los aires hace dos siglos, y nuestra actual tendencia a entronizar a los gobernadores de la Reserva Federal, aun cuando los segundos están sembrando las mismas semillas de destrucción monetaria a lo Law en la América actual.
 
Como demuestran los autores, el oro es la divisa ideal. Es conveniente a la hora de circular y de dividir, totalmente imperecedero, y fácilmente referenciable en cuanto a tamaños y pureza. Otra ventaja del patrón oro es que rebaja los riesgos que castigan el comercio internacional en esta época de divisas sin respaldo. Con independencia de gustos en cuanto a lo que se acuñe sobre una moneda, una onza de oro sigue siendo una onza de oro en cualquier parte del mundo. Es una realidad objetiva. Es el hecho de que el oro sea y haya sido valorado en el mercado no monetario (léase el que no precisa de mandato gubernamental para que la gente le dé uso) lo que lo hace eminentemente idóneo para su uso como divisa.
 
De hecho, Forbes y Ames demuestran que es imperativo que privemos a nuestros gobiernos de sus competencias a la hora de imponernos una divisa sin respaldo, y que los devolvamos mejor a su papel asignado en la Constitución: proteger una divisa estandarizada sustentada en el oro. Mis más encarecidos agradecimientos a los dos autores, por sus ideas refrescantemente lógicas en esta importante obra.

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